El otro día, un vídeo se hizo viral en Twitter. Se trataba de un podcast en el que dos personas hablaban de que, teniendo efectos especiales, no tenía sentido hacer películas sin ellos. Comentaban, sin ningún tipo de ironía, que ‘Sound of metal’ sería mucho mejor si el protagonista perdiera el oído pero a cambio aprendiera a volar, ¿por qué hacer una película como ‘CODA’, si es -supuestamente- aburrida, en vez de una protagonizada por gente que lanza rayos por los ojos?
Supongo que ‘Mass’ no es una película para estas dos personas en particular. Es, exactamente, todo lo contrario a lo que dicen adorar: un drama intimista en el que dos parejas desnudan su corazón y hacen frente a sus peores traumas. Se trata de una de las mejores películas del año, una de estas pequeñas maravillas que seguirá contigo meses después, sin que puedas llegar a olvidarla del todo.
La reunión
Cuando ‘Mass’ comienza, lo hace en un tono afable, una artificialidad que viste el dolor de cuatro personajes en busca de algún tipo de consuelo tras una de las peores situaciones que nadie puede vivir. Las absurdas frases hechas para quedar bien cuando nadie es capaz de dar el primer paso marcan el inicio de casi dos horas inolvidables que viviremos casi en su totalidad en una sala sin artificios de ningún tipo, y en el que descubriremos qué ocurre cuando el telón de la cordialidad cae por completo.
Lo más desolador de ‘Mass’ es entender a las cuatro partes, su tristeza, su desolación, su dolor. Y comprender cada reproche, cada defensa, cada intento de justificar lo que ocurrió. No hay buenos ni malos, pero todos necesitan encontrar un culpable para sentir su propia culpa evaporarse. Obviamente, ese alivio nunca llega por sí solo, y quizá están equivocados en sus propios objetivos: lo que buscan es la comprensión, el perdón, intentar pasar la página del libro más pesado del mundo.
Puede que alguno de sus interlocutores tenga prisa, pero ‘Mass’ no. Tarda en llegar al meollo de la cuestión, al momento en el que los gritos y los llantos se desencadenan, pero lo hace de la manera más inteligente posible: primero se preocupa en que conozcamos la cara más social y abierta de sus protagonistas, para después atacar el motivo por el que están sentados, tratar de suturar las heridas abiertas a golpe de reproche, dejar que sangren hasta el final y, finalmente, intentar que un abrazo sane lo imposible.
El mundo lloró a diez. Nosotros lloramos a once.
Es difícil hablar de ‘Mass’ sin hacer spoilers ni entrar en el motivo que ha juntado a esas dos familias, pero es una película que se puede recomendar a ciegas. Sí, son cuatro personas sentadas en torno a una mesa en una pequeña habitación de la parroquia, pero Fran Kranz sabe dar a cada escena un ritmo envidiable sin necesidad de hacer grandes filigranas con la cámara. Es un director que no se hace notar: pone la cámara donde debe para que no te distraigas de lo importante.
Hay quien dice que, visto así, podría ser una obra de teatro o un podcast, y sí, podría serlo, pero al mismo tiempo se nota que está pensada directamente para la gran pantalla: el metraje da más que quita, acentuando el drama y marcando el ritmo con un par de pequeños momentos oníricos que acentúan los sentimientos de sus personajes.
Por cierto, quizá os suene el nombre de Fran Kranz: es un actor con veinte años de experiencia al que hemos podido ver en ‘La cabaña del bosque’ o la reciente ‘Julia’, en HBO Max. Para su primer proyecto como guionista y director ha escogido una película que podría haber sido un desastre en las manos equivocadas, pero se nota que cree muy poderosamente en su propio proyecto, a pesar de que no se haya visto reforzado, de forma injusta, en la carrera de premios. El Óscar a mejor guion original era para ‘Mass’. Todo lo contrario ha sido un robo a mano armada.
Menos es mass
El reparto de esta película es uno de los más generosos que se han visto últimamente en el cine: todos tienen su momento de gloria, pero también saben echarse atrás sin grandes aspavientos para dejarle el lugar bajo el foco a otro. Ninguno de los cuatro trata de hacerse valer más que el texto o actuar de manera sobreactuada, pretendiendo llevarse los parabienes de la crítica.
Con un respeto al libreto excepcional, y sabiendo que se encuentran ante uno de los papeles de su vida, Jason Isaacs, Martha Plimpton, Ann Dowd y Reed Birney superan cualquier expectativa posible, tanto en los momentos más amables como en los más devastadores. Y es que ‘Mass’ es una montaña rusa de emociones que no permite que te confíes en ningún momento. La subida es lenta, pero la bajada es terrible y te va a dejar sin respiración.
En ‘Mass’ no hay una gran escena, un momento álgido, un clip para la Academia: cada minuto del metraje es vital, rebosa verdad, corazón, ansiedad y dolor. Cada diálogo está creado con cuidado para que las motivaciones y los corazones destrozados de estos personajes puedan entenderse desde el inicio hasta la catarsis final en la que es inevitable sentir compasión, pena y empatía por, literalmente, todo lo que se muestra en la pantalla.
En resumidas cuentas
‘Mass’ dura dos horas, y de ellas, al menos hora y media transcurre entre cuatro personajes alrededor de la mesa. Y te aseguramos que no vas a ser capaz de quitar la mirada ni te vas a aburrir un solo minuto. Entre la marabunta de estrenos vacíos que llegan a la cartelera, ‘Mass’ está decidida a hacer que sientas la devastación, la tristeza, la empatía, el rencor y el profundo amor de estas personas tratando de encontrar un punto en común tras la peor situación de sus vidas. Aún está en vuestro cine favorito: aprovechad para verla antes de que sea demasiado tarde.
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