No es un don, es una maldición…(George / Matt Damon)
Resulta curioso que ‘Más allá de la vida’ (‘Hereafter’, 2010), la nueva película de Clint Eastwood, haya llegado a nuestras carteleras poco después que ‘Camino a la libertad’ (‘The Way Back’, 2010), lo último de Peter Weir. Ambos trabajos despertaron una lógica expectación hace tiempo, viniendo firmadas por dos de los mejores cineastas que hay ahora mismo, pero finalmente han provocado poco ruido, cosechando, en general, una triste indiferencia. A mí, sin embargo, me han dejado muy gratas sensaciones; estoy seguro que recibirán mejor trato con el paso de los años, pues me parecen dos películas de gran factura, desbordantes de talento y sensibilidad, con imágenes e interpretaciones de altura, lo que matiza sus defectos (que los tienen). La inmensa mayoría de lo que vemos se olvida enseguida, solo unas pocas obras se quedan en la memoria, y tras repasarla y discutirla, llegamos a la extraña conclusión de que nos gustan incluso más con el paso del tiempo. Me pasó con la nueva de Weir, y poco después con la de Eastwood.
Está funcionando sorprendentemente bien en la taquilla de nuestro país, pero ‘Más allá de la vida’ no tuvo suerte en Estados Unidos, pudiendo hablarse incluso de fracaso (costó unos 50 millones de dólares y apenas recaudó 30). La crítica la recibió con más frialdad que entusiasmo y el público no se sintió cautivado por la propuesta; no ha contado para los Globos de Oro y parece claro que se irá de vacío en los Oscars (solo aspira a una estatuilla). Esto último da absolutamente igual (además, ya vimos los numerosos y clamorosos olvidos en la historia de los premios más importantes del cine norteamericano) pero que el nuevo trabajo de una auténtica leyenda del séptimo arte, con 80 años a sus espaldas, sea recibida con tibieza y cinismo, sí que causa cierto estupor. Es que no es uno de sus mejores trabajos. Y ya está, dos horas de cine tirados a la basura. Resulta escandaloso el menosprecio general, por diferentes causas (desconocimiento en unos casos y ganas de llamar la atención en otros), con el que se ha tratado la última película de un cineasta del talento de Clint Eastwood, que solo en la última década nos ha dejado ‘Mystic River’ (2003), ‘Million Dollar Baby’ (2004), ‘Cartas desde Iwo Jima’ (‘Letters from Iwo Jima’, 2006), ‘El intercambio’ (‘Changeling’, 2008) o ‘Gran Torino’ (2008), entre otras.
Quizá lo que debería hacer es retirarse, vivir de las rentas, descansar y pasear, ver la tele, lo que suele hacer la gente a su edad. O, si quiere seguir en activo, también podría filmar otra entrega de ‘Harry el sucio’, seguro que así obtendría mayor atención por parte de todos. A lo mejor una ‘Harry 3D’, con un furioso Clint Eastwood apuntando una pistola directamente al cráneo del espectador, sería un gran éxito. Por fortuna, en lugar de eso, el veterano cineasta sigue queriendo aprender buscando nuevos retos, relatos que le permitan probarse a sí mismo en otros terrenos. Y es que este mito viviente ya no necesita demostrar nada, ni tiene que seguir las tendencias actuales, lo que le interesa es contar historias, y hacerlo a su manera; con la coherencia, exigencia, elegancia y pasión de siempre. Incluso en sus películas menores se nota su mano, decir lo contrario es una demostración de ignorancia o mera provocación. Y creo que nosotros, ante todo, deberíamos estar agradecidos con cada nuevo trabajo, porque algún día no muy lejano su luz se apagará, y no volveremos a leer en un cine esa frase tan reconfortante: “Directed by Clint Eastwood“.
A partir de un guion del inglés Peter Morgan (escribió ‘El último rey de Escocia’, ‘The Queen’ o ‘Frost contra Nixon’), y apoyado desde la producción por Steven Spielberg (más experimentado en lo fantástico), Eastwood nos narra la historia de tres personajes de distintos países cuyas vidas están o estarán relacionadas con lo que llamamos el más allá, teniendo algún tipo de contacto con una dimensión a la que solo se accede tras la muerte. Este contacto ha convertido a George (interpretado por un formidable Matt Damon) en un ser solitario. Estadounidense, tras superar una complicada operación en su infancia, que lo mantuvo entre la vida y la muerte, adquirió una sensibilidad extraordinaria, lo que le permite comunicarse con personas fallecidas que siguen todavía presentes, de alguna manera. Gracias al ánimo emprendedor de su hermano Billy (Jay Mohr), George empezó a ganarse la vida como parapsicólogo, pero lo abandonó para dedicarse a una profesión más corriente, intentando pasar desapercibido, deseando una tranquila existencia completamente alejada de la muerte.
Marie (Cécile De France) es una exitosa periodista francesa que sobrevive milagrosamente al tsunami que barrió Indonesia en 2004, pero se ve incapaz de regresar a la vida que llevaba antes del trágico suceso; convertida inevitablemente en una mujer diferente, con una nueva mentalidad, intentará descubrir más sobre la muerte, al haber tenido durante unos instantes lo que ella considera una visión del más allá, lo que pondrá en peligro su credibilidad, su empleo y su conveniente relación con Didier (Thierry Neuvic). Por último, los ingleses Marcus y Jacob (George y Frankie McLaren) son los hijos gemelos de una madre drogadicta que no puede hacerse cargo de su hogar; un desafortunado accidente acabará con la vida de uno de los pequeños, pero la muerte no llegará a separar del todo a estos hermanos. Como es habitual en este tipo de relatos fragmentados, los caminos de los tres personajes están destinados a cruzarse, lo que les ayudará a resolver sus particulares conflictos. Es un acierto que no se pretenda sorprender con este recurso, sino que se opte por ir acercando poco a poco a los protagonistas, por hacer más posible un encuentro cuya casualidad podría resultar difícil de aceptar.
Se ha tachado la película de superficial, y el desenlace de empalagoso, como poco; personalmente, lo que creo que ocurre es que cuesta entrar en el relato, y no se quiere, o no se puede, hacer el esfuerzo de intentarlo, prefiriendo culpar al cineasta de no haber podido conectar con el drama de los personajes. Y es que no estamos ante una película fácil, digerible, aunque desde luego puede hacerse una lectura fácil. Puede uno concluir que todo va de Clint Eastwood tratando torpemente de dar respuestas profundas a un tema que no sabe cómo abordar, y quedarse tan ancho. Por el contrario, puede uno rascar en las apariencias, sumergirse por completo en la narración, dejarse llevar por las imágenes y la música (compuesta por el octogenario realizador), y encontrar mucho más, hallar que la película no va realmente, pese al título, de la vida más allá de la muerte, sino de la soledad, de aceptar lo que somos, de la dificultad de afrontar los golpes de la vida, de la sensibilidad, la fe, el perdón, y el amor. ‘Más allá de la vida’ es un relato cargado de tristeza, de amargura, pero también de romanticismo y esperanza.
Ante todo, y esto la une con la obra de M. Night Shyamalan, pienso que esta película gira en torno al amor, a la terrible pérdida y el maravilloso hallazgo del amor, siendo esto lo único que merece la pena en esta breve, azarosa y agridulce existencia nuestra. Lo veo así por el personaje de Marie, que tras el accidente se distancia de su novio, pues no hay entre ellos una verdadera conexión, por el amigo de Billy que ha perdido a su esposa (Richard Kind), y sobre todo por George, cuya rutina entre penumbras y silencios, cuya automarginación por temor al contacto y el rechazo (como ocurre con el personaje de Bryce Dallas Howard), solo puede acabar al conocer a la persona que ha estado esperando toda su vida. Suena cursi, supongo, en especial para los que no han sentido nunca nada así, para los que solo creen en lo que se puede ver y tocar; pasa lo mismo con lo sobrenatural, tal como queda reflejado en el film, genera rechazo y menosprecio. En definitiva, me parece acertado concluir que ‘Más allá de la vida’ no es uno de los trabajos más inspirados de su director, que recurre a algunas soluciones muy manidas y que el guion flojea en ocasiones, pero haciendo balance, me parece indudable que es una película seria, arriesgada, estupenda.
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