La Palma de Oro de Cannes concedida (con todo merecimiento) a 'Taxi Driver' en 1976, cambió muchas cosas para Scorsese, ya que ese codiciado premio todavía tenía el poder, por aquel entonces, de cambiarle la vida a un cineasta. Pero antes de recibir el premio el director italoamericano ya estaba sumido en las labores de producción de la que sería su siguiente película, un ambicioso musical con el que pretendía homenajear a sus ídolos del cine clásico. Convertido en director estrella, por fin podía Scorsese acceder a presupuestos generosos con los que dar rienda suelta a su imaginación y a su poderío narrativo con todas las garantías. Y si con 'Alicia ya no vive aquí', al menos en su prólogo, había cumplido su sueño de rodar en plató como los antiguos directores de la Metro, ahora, con 'New York, New York' (1977) iba a saciarse para siempre de platós y de musicales.
Sin embargo, y a pesar de sus muchas bondades, 'New York, New York' significaría un paso atrás en su filmografía y el inicio de una etapa bastante complicada para él. Ya se sabe, de la gloria al (semi) fracaso, hay un paso, y Scorsese aprendería muy pronto que en Hollywood cualquier paso en falso puede traerte bastantes problemas financieros, inseguridad y pérdida de confianza en uno mismo. Habiendo rechazado o pospuesto otros proyectos con muy buena pinta, como uno sobre la masacre de Wounded Knee, que protagonizaría Marlon Brando, defensor de la causa india, o su deseo de recrear la aventura de los primeros italianos llegados a Estados Unidos (que cristalizaría más de veinte años después, como todos sabemos), el cineasta se dejó literalmente la piel en la que acabaría siendo una de sus películas menos interesantes, y por la que recibiría bastantes palos críticos y se ganaría la fama de derrochador y megalómano. Lo segundo no creo que sea justo, lo primero quizá sí.
Nada menos que veinticuatro semanas de rodaje le llevó esta película, amén de los muchos meses de preparativos para la pre-producción, más la compleja post-producción. Pero ya el guión de Earl Mac Rauch era poco manejable antes de rodar, y la reescritura que Scorsese llevó a cabo junto a Mardik Martin se prolongó tanto que el rodaje había comenzado y todavía había que pulir muchas secuencias y muchos diálogos. Por tanto, la improvisación hizo acto de aparición en el rodaje, con los consiguientes retrasos y problemas de producción. El presupuesto quedó insuficiente, el operador inicial, Laszlo Kovacs, tuvo que irse a otro rodaje y fue sustituido, para volver a filmar el final, por Vilmos Zsigmond. Sería la primera y la última vez que Scorsese cometería tantos errores logísticos en una superproducción de estas características. No hay mejor maestro que el bien acuchillado, como dijo aquel.
Una relación musical
No deja de tener su punto que precisamente la hija de Vicente Minelli, que además filmaría su última película como director un año antes de la aparición de 'New York, New York', sea la protagonista de esta historia junto a Robert De Niro. Liza Minelli ya había triunfado cinco años antes con 'Cabaret' (id., Bob Fosse, 1972) y ahora intentaría repetir aquel triunfo, por desgracia los resultados serían muy inferiores. Siendo el núcleo vital de la película la relación profesional y amorosa entre Francine (Minelli) y Jimmy (De Niro), esta relación se antoja poco creíble, sin chispa entre ambos intérpretes, que al igual que Scorsese se dejan la piel en el intento, con presencia de ánimo admirable pero estéril. De Niro incluso llegó a aprender a tocar el saxo (aunque obviamente la música está doblada), haciendo gala de ese perfeccionismo suyo tan famoso, pero la vacuidad y, lo que es peor, la artificiosidad, se instalan en todo el metraje.
Por supuesto que al igual que en algunas obras maestras del director, aquí se trata de establecer una lucha entre lo real y lo fantasioso, tanto a un nivel narrativo como del interior anímico de los personajes. Si en 'Alicia ya no vive aquí' (1974) era obvia la dicotomía entre los sueños de Alice y su implacable realidad, aquí se llega más allá: el cine musical de los años de esplendor del género como representación de una forma de vida que ya no es posible, y de un cine que no puede volver a existir. En ese sentido 'New York, New York' se puede equiparar con las muy cercanas 'All That Jazz' (Fosse, 1979) o 'Corazonada' ('One from the Heart', Francis Ford Coppola, 1983), filmes que certifican que el musical estricto, ese que contaba la trama a través de canciones, ha quedado definitivamente obsoleto. Sin embargo, sólo Fosse triunfó en la ejecución de esa idea, mientras que Coppola y Scorsese fracasaron.
Y la razón de ese fracaso, al menos en el caso de Scorsese, la encuentro en que el verdadero gran talento de este director no se expresa con idéntica fuerza en ejercicios cinéfilos, metalinguísticos, como este, tanto como en sus líricas (y cínicas) reconstrucciones de un pasado emocional y sentimental que reconfiguran el cine negro o el melodrama. En otras palabras, Scorsese da lo mejor de sí mismo, tengo la sensación, cuando parte de la propia vida, en lugar de partir del cine. Cierto que, para él, el cine es su vida, pero en 'New York, New York' no hay lugar a la identificación o al apasionamiento, sólo a un juego cinéfilo, a incontables guiños que deterioran, socavan, su mirada. La historia es mínima, y De Niro y Minelli apenas tienen algo a lo que agarrarse. La planificación y la puesta en escena de Scorsese es tan brillante como siempre, pero la peripecia vital de estos personajes queda en mera anécdota. La contextualización que la música ejerce en su vida profesional y personal es ingeniosa en algunas escenas (lo que expresan entre ambos sin decir palabra) pero en otras queda opaca, incapaz de capturar la imaginación del espectador. Una lástima.
Conclusión
El relativo fracaso de esta gran producción le dolió a Scorsese más de lo que a menudo ha querido admitir. Desde luego, mal que le pese, 'New York, New York' no es tan interesante o tan fascinante como la anterior 'Taxi Driver' o las dos notables obras que filmará a continuación. Será el primer fracaso, y la primera acusación de megalomanía, a uno de los integrantes del cine de autor norteamericano surgido en los setenta. Luego vendrían los excesos de los Coppola, Cimino y Spielberg. Hollywood no podía permitir que esta pandilla de superdotados cineastas, triunfara también en taquilla de manera continuada, y no fueron pocos los que se alegraron de estos fracasos. Sea como fuere, Scorsese aprendió pronto la lección y sus siguientes proyectos serían escogidos con cautela.
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