“The way of the future…the way of the future…the way of the future”- Howard Hughes (Leonardo DiCaprio)
La cita que he incluido sobre estas líneas en su idioma original (creo que así tiene más fuerza) contiene las últimas palabras de la película número diecinueve como director de Martin Scorsese, si excluimos documentales y segmentos de películas, y es, muy probablemente, la frase más importante que Leonardo DiCaprio, en el papel de Howard Hughes, pronuncia en toda la película (sin poder parar de repetirla…), por lo que tiene de carácter totalizador de la compleja personalidad de Hugues, de la compulsiva peripecia que experimenta como personaje en la película, y de obsesión permanente, no siempre igual de bien contextualizada en la historia. Antes de llegar a estas importantes palabras, ciento setenta minutos que recogen treinta y cuatro años de la vida y avatares de Hughes y de dos docenas de personajes importantísimos que le rodearon en su necesidad (casi una maldición) de querer ser el más rico, de hacer las mejores películas, acostarse con las más bellas e inteligentes mujeres y construir el avión más extraordinario que imaginar quepa.
Martin Scorsese, una vez hecho realidad su sueño de filmar ‘Gangs of New York’ (id, 2002), que se saldó con un éxito bastante notable a pesar de lo enorme de la producción y de problemas ya comentados con el montaje final, leyó entusiasmado el guión de John Logan, que ya había escrito los guiones de ‘Gladiator’ (id, Ridley Scott, 2000) y de ‘El último samurái’ (‘The Last Samurai’, Edward Zwick, 2003), y accedió a filmarlo casi de inmediato, sin apenas cambiar una coma del libreto, algo bastante inusual en él. Como resultado obtenemos un filme por momentos apasionante, pero también con zonas muy grises. Que se ve muy bien, divierte y crea tensión, pero que carece de la densidad del gran cine de Scorsese, y que, mal que nos pese a los scorsesianos más irredentos, inicia la desvaída, desigual y aguada zona final (de momento) de la carrera del maestro italoamericano.
El ingeniero aeronáutico, productor de cine, aviador y vividor Howard Hughes, en un principio, parece el tipo de personaje ideal para excitar la fantasía creativa de Martin Scorsese. En todas las facetas de su vida, incluso en la de empresario o conquistador, su actitud estuvo presidida por una compulsión profunda, incontrolable, que le lanzó siempre hacia el futuro o el pasado, y le impedía disfrutar de su quizá deslumbrante presente. Su constante frustración, su infinita capacidad autodestructiva, sus complejos y culpas, le hermanan irremediablemente con otros antihéroes scorsesianos que creo no necesitan volver a ser nombrados aquí. Su transtorno obsesivo compulsivo fue tomado, en sus tiempos, como una más de sus muchas excentricidades, que le han convertido en una de las personalidades norteamericanas más famosas del siglo XX. El ambicioso fresco histórico (uno más…) que propone el director de ‘El aviador’ (‘The Aviator’, 2004) retrata con precisión solamente tangencial a este hombre tan impredecible, y es que me parece imposible percibirla como una película redonda, pues la superficialidad o el lugar común se instalan demasiado a menudo en su relato.
Un reparto de nuevo irregular
Para dar vida a Howard Hughes, Scorsese confió en Leonardo DiCaprio, con quien ya había trabajado, previa recomendación efusiva de su amigo De Niro, en la notable ‘Gangs of New York’. En esta ocasión, la superestrella (y a veces buen actor), llevaría un peso mayor en la nueva película de su admirado maestro, y tendría que salir vivo de la hazaña. Por una parte, nadie puede negarle a DiCaprio los redaños y la pasión a la hora de enfrentarse a este reto. Por otro, bajo mi punto de vista, y aunque el intérprete se deja la piel, el resultado no es del todo satisfactorio. DiCaprio está sólido como Hughes, pero en ningún momento se tiene la sensación de estar viendo al personaje, sino a un actor haciendo de un personaje. En pocas palabras: en la pantalla no está Hughes, “sólo” existe un buen actor haciendo de Hughes. La identificación, la transformación, nunca es total, y esto acaba pesando bastante. La estrella, como es lógico, se tiñó el pelo de negro y copió y asumió los gestos y actitudes de Hughes, pero jamás se convirtió en él. Scorsese le dirige con suma habilidad, pero en su partitura siempre hay una nota falsa.
El resto del reparto también adolece de fallas. Cate Blanchett está perfecta como Katherine Hepburn, hasta el punto de que en esta ocasión sí dejamos de ver a una famosa actriz haciendo de una leyenda, y siempre sentimos que estamos viendo a Hepburn. Pero Kate Beckinsale me parece un error total como Ava Gardner. Nadie duda de la fotogenia de Beckinsale, pero me parece una actriz muy limitada, y sin un diez por ciento de la presencia enigmática y arrolladora de la Gardner. Gwen Stefani como Jean Harlow o Jude Law como Errol Flynn están igualmente epidérmicos, pero se perdona mucho más porque aparecen muy poco. En una secuencia aparece una impresionante Josie Maran (supermodelo que ya había hecho una breve aparición en ‘Van Helsing’), que hubiera dado más garantías como Ava Gardner que la protagonista de ‘Pearl Harbor’ (id, Michael Bay, 2001), pero excelentes veteranos como Alan Alda, John C. Reilly, Ian Holm, Frances Conroy o Alec Baldwin mejoran bastante la función.
El primer tercio de la película emula los colores de la película bipack comercializada en los años veinte, basada en dos bobinas de película, cada una sensibilizada a un color primario, como la combinación de rojo y azul que se observa en el filme de Scorsese. Es una decisión formal bastante audaz, como lo es que a partir de los acontecimientos de 1935 se alternan bloques que simulan los procesos de technicolor que se desarrollaban en los años treinta, además de imágenes posteriormente coloreadas. Pero en general me parece más un capricho visual que una verdadera necesidad narrativa o emocional. Es decir, no aporta gran cosa. El operador volvió a ser Robert Richardson, que ya había hecho un trabajo de primera magnitud en ‘Casino’ (id, 1995) para Scorsese, y que aquí logró el segundo Oscar de su carrera tras el merecidísimo de ‘J.F.K., caso abierto’ (‘J.F.K.’, Oliver Stone, 1991), y que filma con extremo buen gusto en los encuadres, y con un exceso de grano que puede apreciarse en las imágenes que acompañan este análisis. A su lado, el gran Dante Ferretti vuelve a confirmar su gran sabiduría escenográfica, y Thelma Schoonmaker propone otro deslumbrante ejercicio de montaje.
Pero no veo yo la sinfonía trágica del Scorsese de ‘Casino’, el coraje ilimitado de ‘Gangs of New York’ o el dolor de ‘La edad de la inocencia’ (‘The Age of Innocence’, 1993). Hay secuencias formidables, como el accidente de avión que casi le cuesta la vida a Hughes, que está muy bien filmado, con una planificación, un ritmo y una fuerza dramática literalmente sobrecogedores. U otros como la secuencia del despegue final, emocionante en cada segundo. Pero bloques como el del interrogatorio o la eterna lucha con Pan American Arilines, quedan farragosos, interminables, demasiado largos, reiterativos hasta la extenuación. Scorsese lo filma todo como el viejo zorro que es, claro. Se las sabe todas, pero no lo narra todo con la misma convicción o comprensión. Lo más destacado, quizá, es la tortuosa relación entre Hepburn y Hughes, pero ahí entra la diferencia de nivel entre Blanchett y DiCaprio, que no es enorme pero sí obvia, y que resquebraja gran parte de la puesta en escena de Scorsese. Por lo demás, la simplista explicación de los males psicológicos de Hughes termina por convertir esta ambiciosa producción en uno de los filmes menos interesantes de su director.
Conclusión a un filme casi fallido
Sin ser ni por asomo un mal filme, ‘El aviador’ sí me parece una propuesta demasiado irregular y casi fallida de Scorsese, que una vez más volvía a luchar por hacer realidad uno de sus sueños de infancia: ganar el Oscar. Sin embargo, era 2004, y no tenía nada que hacer contra la hermosa ‘Million Dollar Baby’ (id, Clint Eastwood), que tampoco me parece la mejor película del año. Se alzó, eso sí, con cinco Oscar de sus once posibles (montaje, fotografía, dirección artística, vestuario y actriz secundaria), por lo que fue una derrota menos dolorosa que el año de ‘Gangs of New York’, que de diez nominaciones se llevó cero premios. Su segunda colaboración con DiCaprio se saldaba con el inicio de la época menos personal de su carrera, aunque aún filmaría un portentoso documental del que daremos cuenta próximamente.
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