La ética y la estética low-cost no tiene ningún valor por sí misma: según el caso, cada película de presupuesto cero será fresca, desafiante, revolucionaria y necesaria, o bien cutre, inane, limitada y pretenciosa. Dependerá del ingenio y el talento de sus responsables volver las limitaciones técnicas del film a su favor, o convertirlas en una losa imposible de llevar.
Conviene aclararlo porque es fácil dejarse arrastrar por la abierta y nada disimulada modestia de 'Marisa en los bosques' y alinearse en uno u otro bando según filias y fobias personales: el de los defensores sin matices o el de las masas enfurecidas que ya están cansados de la broma. El debut de Antonio Morales, financiado mediante crowd-funding y que al fin encuentra distribuidora dos años después de su producción proporciona a lo largo de un metraje muy consciente de sí mismo y de lo que puede ofrecer armamento más que suficiente para uno y otro bando.
En este caso, 'Marisa en los bosques' huye de la siempre tentadora idea de hacer un remedo / parodia / homenaje en clave pobretona de un género mayor y muy bien codificado. Esta vez no se pide al espectador que rellene con su ingenio y memoria los huecos que el presupuesto no cubre, y opta por una ficción hecha y derecha, modesta pero firme en sus pretensiones de no pedir disculpas por adelantado.
'Marisa en los bosques' cuenta las andanzas urbanas de una dramaturga frustrada que tiene que bregar con una amiga recién abandonada por su pareja, con jefes y ex-novios y con una deriva vital de la que ella misma no es capaz de atisbar origen ni final. Un cambio drástico en la situación hará que se replantee todo y la llevará a deambular sin rumbo fijo por la ciudad y los bosques (que a veces es lo mismo).
'Marisa en los bosques': low-cost a las duras y a las maduras
Los referentes de la película de Morales están claros: mujer sin las cosas claras da tumbos por la ciudad dejándose llevar por el bullicio y la confusión del anonimato, experimenta y vive la vida, y al final las cosas le quedan tan poco claras como al principio. Son producciones indies como 'Baden Baden' o 'Frances Ha', más complejas en el fondo de lo que parecen en su forma, y 'Marisa en los bosques' es la prueba perfecta de que a veces mantener el pulso de una propuesta tan exigente no es tan sencillo como colgarse de una cámara y seguir a una actriz con pamela por todo el meollo de Cibeles el día del Orgullo.
Cuando la película tiene un argumento firme (el despecho de su amiga, algunos problemas profesionales) es cuando funciona mejor, ya que no se permite devaneos, y es cuando su apuesta por la comedia triste y el retrato de costumbres funciona mejor, especialmente por una cuestión de ritmo. Al atar en corto la acción, las escenas pasan más vibrantes ante el espectador, y tanto es así que incluso la que marca el ecuador de la película, la más extraña y rupturista de la película (la protagonista narrando en off lo que sucede en una película muda) funciona y no desequilibra el conjunto.
Sin embargo, a partir de ahí la película se quiebra y se entra en una algo tópica caída en la falta de compromiso del personaje con lo que le rodea. El guión no define bien de dónde procede ese cansancio existencial que la lleva a comportarse como una chiflada, tópico inevitable del indie actual que aquí no se maneja con demasiado buen pulso en la construcción de personajes. El inevitable uso y abuso de drogas y el encuentro con personajes adecuadamente excéntricos lleva a 'Marisa en los bosques' por derroteros oníricos que, precisamente por su condición low-cost no tienen el poder evocador que exigen sobre el papel.
Por suerte para la película, ésta cuenta con un buen hilo conductor: la interpretación de Patricia Jordá como Marisa. Su espíritu desencantado, hastaido y algo faltón da la unidad al conjunto que Morales quiebra con ese intervalo a mitad del viaje. El resultado cojea en cuanto a ritmo, pero puede presumir de una media hora inicial con ocasionales secuencias que dan en el blanco, así como del descubrimiento de una actriz a la que seguir la pista.