Por más que le doy vueltas, no termino de entender a quién va dirigida 'En los márgenes': el público de derechas no va a verla y, si lo hace, la acusará de propaganda. El de izquierdas ya cree en lo que se muestra: el resultado queda como un intento de evangelizar a los conversos. Juan Diego Botto tiene buenas intenciones, sí, pero hacer cine social va más allá de contar unas cuantas desgracias y dejar que el público se indigne: aunque la película es digna y lo intenta, al final deja un regusto a manipulación emocional poco (o nada) disimulado un tanto desagradable.
Llorando en la limo
Hay quien dijo que 'Madres paralelas' era el resultado de que Pedro Almodóvar leyera los editoriales de El País. En el caso de 'En los márgenes' es el de Juan Diego Botto entrando muchísimo en La Marea y leyendo Twitter hasta condensar los titulares de un mes en una película que habla sobre la solidaridad, sí, pero también sobre los desahucios, las colas del hambre, las kellys, la inmigración, el pluriempleo y las viviendas sociales mientras nos enseña cómo un padrastro y un hijastro terminan por conocerse el uno al otro.
No os voy a engañar: por mucho que yo, en lo personal, comulgue con las ideas de 'En los márgenes', el guion tiene algunas escenas de auténtico bochorno que necesitaban un retoque (el niño de Tosar diciendo "No es mi problema" cuando puede parar una injusticia, por ejemplo). Eso no es impedimento para que la película sea digna, en parte porque, si en tu reparto tienes a Penélope Cruz y Luis Tosar, es muy difícil que no sea salvable. Ambos podrían hacer emotiva y dramática la lectura de un ticket del Mercadona. Son así de buenos.
Hay buenísimas intenciones en esta película, pero al final no deja de sentirse como un recopilatorio de la lágrima, un compendio de la injusticia y del dolor que no aporta soluciones de ningún tipo. Lo que hace es plantear la situación, dejar caer que hay gente solidaria y que la unión hace la fuerza, y ya estaría. No indaga más, y al final se echa de menos más profundidad para que las buenas intenciones no se queden solo en un episodio muy emocionante de 'La gente de Bart'.
Abogado casado, lucha por su cliente
En este mar de situaciones injustas destaca una tabla salvavidas con la cara de Luis Tosar, Rafael, que interpreta a un abogado que aporta la dosis de tensión necesaria a la película. De hecho, muy probablemente ganaría si se centrara en él y en esas 24 horas que vive como un Jack Bauer de la solidaridad al que, en un giro inteligente del libreto, nadie duda en enmendarle la plana. En un personaje que corre el riesgo de ser el gran salvador blanco, es un toque de gracia que le den los matices necesarios para pasar del simple panfleto.
No corre la misma suerte el personaje de Penélope Cruz, Azucena, que es una colección de dramas y desgracias continuos y que parece prefabricado para que la gente se identifique con ella y su papel de madre coraje. Aunque Penélope consigue hacer un gran personaje de unas líneas prototípicas y darle matices que en el guion apenas pueden intuirse. No lastra la película y sus escenas son emocionantes, pero ojalá haberle dado un poco más de complejidad.
El resto de tramas de esta película presuntamente coral giran en torno a estas dos, e intentan abarcar todos los problemas marginales en algo más de cien minutos, desde la situación en los prostíbulos hasta el drama de las mujeres solteras inmigrantes. Hubiera jugado más a su favor centrarse exclusivamente en uno de los dramas propuestos, pero tampoco llega a ser molesto. Simplemente... anodino.
Qué bien tan mal
Se nota que Juan Diego Botto, que lleva siendo actor desde los diez años, está muy concienciado con los desahucios y el drama de la gente con menos recursos, pero al mismo tiempo se nota que no deja de ser, con perdón de la expresión, una pataleta de rico. 'En los márgenes' gasta muchísimo tiempo en descubrirnos un mundo al que le falta, paradójicamente, realidad, y que la mayoría de los espectadores ya conocemos. El director no lo hace con la mano que lo haría alguien que hubiera pasado realmente por algún problema de este tipo en su vida.
La película de Botto no deja margen ni tranquilidad a sus protagonistas, que tienen que vivir los estragos de la sociedad sin dar un respiro: el agobio termina convirtiéndose en rutina y el final de la película, que trata de dar una mirada esperanzadora a los problemas sociales españoles, solo es un mero trámite. Es duro estar de acuerdo con lo que cuenta una película, pero al mismo tiempo sentirse manipulado: los espectadores de derechas (si es que alguno va a verla) van a salir enfadadísimos.
'En los márgenes' es una película que podría -y debería- haber sido mejor, en la que unos actores de primer nivel leen un guion de segunda división, y que en lugar de emocionar con unos personajes bien construidos se limita a listar los problemas sociales que hay en España sin proponer una solución al respecto. Es cine social solo en su cobertura: dentro hay un vacío absoluto.
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