John Stockwell combina su faceta de actor con la de director. Su cara era muy común en los ochenta en título como 'Christine' (id, John Carpenter', 1983) o 'Top Gun' (id, Tony Scott, 1986), una presencia que no molestaba en absoluto, todo lo contrario cuando decide ponerse detrás de las cámaras filmando thrillers, comedias y sobre todo historias ambientadas en el mar, tal es el caso de 'Inmersión letal' ('Into the Blue', 2005) o 'Turistas' (id, 2006), engendros casi insultantes que basan su atractivo en los cuerpazos que se pasean por delante del espectador, mientras que el cine en sí mismo simplemente desaparece, o se ahoga, nunca mejor dicho.
'Marea letal' ('Dark Tide', 2005) ha tardado más de un año en estrenarse en nuestras salas, y el resultado estaba claro, no ha logrado colarse ni en el top ten. De hecho, me sorprende que alguien se haya sentido realmente interesado en ver semejante bodrio —de momento la peor película en lo que llevamos de año— y que a priori sólo tiene a Halle Berry como atracción del respetable. Su apariencia de hija bastarda de 'Tiburón' ('Jaws', Steven Spielberg, 1975) también parece jugar en su contra, y no me extraña, esta película carece del más mínimo suspense para resistir una posible comparación con la obra maestra de Spielberg. En realidad carece de todo.
(From here to the end, Spoilers) Halle Berry, que lleva años siendo veneno para la taquilla —hasta que la recupere Bryan Singer para la nueva entrega sobre los X-Men— da vida a Kate, una instructora de buceo especialista en bucear al lado de tiburones, su gran pasión. Junto a su novio Jeff —el siempre extraño Olivier Martinez mostrando una total y absoluta falta de feeling con su partenaire— pretende filmar un documental sobre tan peligrosas criaturas, pero en un día de rodaje sucede un imprevisto (JA) y el mejor amigo de Katie, una especie de padre para ella, muere a manos de un escualo. Una espectacular elipsis de un año nos lleva a Katie intentando rehacer su vida lejos de todo y superando su trauma, pero Jeff regresa con una nueva propuesta. Un millonario caprichoso —eufemismo de gilipollas— quiere bucear junto a su hijo al lado de un tiburón blanco. Casi nada.
Tan escueto y delirante argumento está estirado hasta la extenuación en una película que se para demasiado en mostranos agua, y agua, y agua, y olas, y más agua, olvidándose por completo de los personajes —en este tipo de producciones no se necesitan personajes profundos, pero sí con un mínimo de trazo en sus personalidades—, y lo que es peor, la atmósfera o la acción, el drama. Stockwell está tan obsesionado por el mar —lo mismo le pasa en sus anteriores films en ambientes marinos— que uno no puede evitar acordarse de alguien de la talla de James Cameron, a quien Stockwell intenta parecerse en todo momento. Incluso en el film, en una muestra de su excaso sentido del humor, se suelta un chiste sobre Cameron que no tiene ni la más mínima gracia. En los interludios de las escenas subacuáticas el director vacila al personal con ridículas discusiones entre los personajes hasta convertirlos en idiotas de primera clase.
Las decisiones de todos ellos resultan no sólo increíbles sino estúpidas en toda regla. Desde la inicial de Katie de apartarse de todo, hasta la de aceptar la propuesta de su ex, ridícula en sí misma, o la de llevar al millonario —personaje que acaba con la paciencia de cualquiera— a un lugar peligroso en el que hay grandes tiburones peligrosos, y sólo porque se ha enfadado. Inútiles excusas para situar a los personajes en el centro del problema, pero una vez metidos en materia —subrayemos que el film tarda una eternidad en arrancar— se revela la nula capacidad de Stockwell para el suspense. En su lugar, nos muestra el peligroso fondo marino siempre sin tener un punto de referencia, vacilando y lo complementa con abonimables secuencias de diálogos que son capaces de enrojecer a cualquiera. La discusión entre Katie y su ex es una de las secuencias más vergozosas del cine actual.
Debemos sumar el poco arrojo de los actores, que ciertamente mucho no pueden hacer con personajes tan, tan tópicos y pobres. Halle Berry tendrá un Oscar —¿cuántos grandes no lo han ganado y cuántos mediocres tienen varios?— pero nunca me pareció una buena actriz, y en 'Marea letal' se encuentra una de sus peores interpretaciones, que ya es decir. Incapaz de darle algo de personalidad a cualquier personaje, es la que se lleva la palma en el reparto. La que más planos chupa, la que más diálogos tiene, la que más grita y por supuesto, la que más se luce físicamente. El resto del elenco poco puede hacer, salvo poner cara de circunstancias o intentar divertirse, como parece ser el caso de Ralph Brown con su espantoso rol. Esa habría sido una buena opción, la de tomárselo todo a cachondeo. Desgraciadamente 'Marea letal' resulta ridícula de lo seria que pretende ser.
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