Las comedias francesas suelen funcionar bastante bien en el país vecino, sobre todo si cuentan con el tirón adicional de estar encabezadas por el actor de moda en ese momento. En la actualidad seguramente el más popular sea Dany Boon, quien ha capitalizado muy bien el éxito de ‘Bienvenidos al norte’ (‘Bienvenue chez les Ch'tis’) y al que también hemos visto en títulos como ‘Nada que declarar’ (‘Rien à déclarer’) o ‘Supercondríaco’ (’Supercondriaque’).
Lo cierto es que Boon ya era muy popular en su país natal en su faceta como cómico, por la cual aún sigue recibiendo suculentos ingresos. Todo ello hace que pueda elegir a su gusto en qué películas quiere participar y en el caso de ‘Manual de un tacaño’ (‘Radin!’) está claro que vio una gran posibilidad de lucimiento personal. El problema es que apenas hay nada más allá de eso y alguna ingeniosa ocurrencia del guion, yendo encima de más a mucho menos.
Un pasatiempo inofensivo
Un trauma cuando aún su madre no ha dado a luz es el origen de la tacañería de François Gautier, un hombre al que le cuesta gastar hasta un céntimo y cuyo mayor placer en la vida está en ver cómo crecen sus ahorros. Eso le lleva a ser visto como un miserable por prácticamente cualquiera que le rodea, pero él está cómodo así y ‘Manual de un tacaño’ no se corta en mostrarnos lo ruin que puede llegar a ser.
Esos durante los primeros compases del metraje cuando Boon tiene a su disposición varios detalles del guion que le permiten jugar con su imagen asentada de buena persona para intentar encontrar ese difícil equilibrio entre ser fiel a lo que es el personaje sin caer simplemente mal al público. Ese es el mayor logro del actor, quien sabe combinar lo despreciable y lo cómico con cierto encanto.
Por desgracia, ‘Manual de un tacaño’ tiene que ir más de la presentación de Gautier y es ahí donde empiezan a acumularse los problemas. El más llamativo lo desdibujados que están los secundarios, algo perfectamente comprensible en algunos casos -el trabajador del banco-, pero que en otros sólo sirve para añadir algunas subtramas muy cogidas con pinzas para intentar redimir a su manera al protagonista.
Por lo pronto, toda la parte romántica hace aguas más allá de algún gag curioso -el protagonista acalorándose en un restaurante-, provocando que su relativa evolución sea un tanto insatisfactoria por mucho que Boon sepa defenderla -el momento del discurso-. Algo similar pasa en todo lo referente a su hija, que, eso sí, se aleja de los tópicos adolescentes para acabar cayendo en otra situación que obliga al protagonista a lidiar con su forma de ser.
‘Manual de un tacaño’ se hunde al final
Al menos queda el consuelo que durante su primera hora de metraje no pasa nunca demasiado rato hasta que la forma de enfrentarse del protagonista a las cosas nos saque alguna sonrisa, pero el acto final se viene abajo por completo, realizándose no pocas concesiones difíciles de aceptar. Algunas de ellas por manipuladoras y sensibleras, otras por recordarnos el flojo tratamiento de ciertos personajes y en líneas generales por la forzada aparición del drama.
Por mi parte claro que hubiera agradecido más picante durante sus primeros dos actos, pero al menos daban la talla como un pasatiempo inofensivo con algún puntazo aquí y allá y que lo confía prácticamente todo a Boon -el salto de Fred Cavayé a la comedia no ha podido ser más intrascendente, ya que en líneas generales opta por una puesta en escena intercambiable y personal, aceptando de buena gana la sumisión al protagonista. Prácticamente nada hay aquí de ese director especializado hasta ahora en el thriller-.
La cuestión es que luego echa por tierra sus limitadas virtudes, quedando el único consuelo de que al menos no lo alarga demasiado. ¿Suficiente para recomendarla? Tengo mis dudas en lo referente a verla en cine, pero es un tipo de película ideal para ver un día perezoso que estemos tirados en el sofá y no nos apetezca pensar demasiado en lo que vemos. De esa forma lo positivo siempre brilla más.
En definitiva, ‘Manual de un tacaño’ es un entretenimiento bastante aceptable durante sus dos primeros tercios, en gran medida por el buen hacer de Boon, pero que luego acaba perdiendo mucho interés y resultando un tanto forzada. Si queréis pasar un auténtico buen rato en el cine y no echaros simplemente alguna risa ocasional, será mejor que entréis en la sala en la que pueda verse la divertidísima aventura de Batman en forma de Lego.
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