La parte buena es que Danny DeVito y Owen Wilson se lo pasan muy bien, y eso siempre es bonito
Hay un género de películas a las que no prestamos suficiente atención. Son esas que, sin ser increíblemente buenas ni catastróficamente malas, te arreglan un viaje en avión o, aún mejor, en Alsa. Son entretenimiento para un rato en el que no puedes concentrarte del todo y por delante solo tienes rato que matar. Cintas como 'La ciudad perdida', 'Divergente' o 'Una boda explosiva' entran dentro de este subgénero necesario y nunca suficientemente reivindicado al que ahora se une, con cierto honor, 'Mansión encantada'.
Susto o muerte
Alguien tiene que hablar seriamente con los encargados de preparar el calendario de lanzamientos de Disney, porque 'Mansión encantada' pinta a finales de julio tanto como lo haría 'Una Navidad de ensueño'. Es una pequeña obrita de pseudo-terror y pseudo-comedia sin mayores pretensiones que hubiera encajado bien para que los niños pudieran asustarse sin traumas en Halloween (en lugar de llevarles a ver, pongamos, 'Saw X'). Sin estímulos externos, la película es un pequeño paseo por el desierto de lo mediocre durante dos horas aunque, por suerte, no exento de oasis de genialidad.
Es cierto que se esperaba más de Justin Simien, director de 'Querida gente blanca', pero al menos no está en piloto automático y se nota que ha querido hacer un clásico familiar para todas las edades aunando un terror fantasmagórico adolescente con chistes slapstick infantiles y un fondo de melancolía y sensibilidad para los adultos. Sin embargo, cae en el problema que intenta evitar: al tratar de tener algo para todos los públicos, se pasa de frenada y no es específicamente para nadie.
Al final se siente como una oportunidad desperdiciada: todas las estrellas que pululan por el metraje parecen estar pasando un buen rato (especialmente Danny DeVito y Owen Wilson), pero están desaprovechados, muy conscientes de estar corriendo delante de un fantasma en CGI y de que el cheque espera al final del camino. Por compararlo con otra película basada en una atracción de Disney, esto es el anti-'Piratas del Caribe'. Donde aquella triunfaba en carisma y diversión, esta se queda en un suficiente ajustado, casi como si le diera pereza intentarlo.
Mansión encantada de conocerte
Y eso que toma un riesgo (muy medido) al alejarse de la película familiar estándar con un tratamiento del trauma y la pérdida muy acertado: Ben tiene que aprender a lidiar con el dolor y el vacío interno entre el festival de chistes y topetazos. Esta curiosa mezcla lleva a una conclusión sorprendentemente sentimental en la que la capa de drama es capaz de recubrir y elevar la inocencia de la que la cinta hace gala. Nunca deja de ser lo que es, pero al menos se agradece que hayan intentado hacer personajes en lugar de simples caricaturas.
Si te estás preguntando cómo aguanta en la comparación con la versión de 2003 de Eddie Murphy, lo cierto es que es tan insabora como las películas en sí mismas. Ambas exploran los mismos detalles de la atracción original pero sin darles media vuelta o montar con ellos algo que pase del simple entretenimiento para días muy tontuelos. Los diseños de los fantasmas son, en esta ocasión, bastante divertidos sobre el papel, pero a la hora de llevarlos a la pantalla no terminan de funcionar por culpa de unos efectos visuales mediocres y un tono que no es capaz nunca de tener personalidad propia.
Con todo, sí, siempre es un placer ver a Jamie Lee Curtis, aunque sea dentro de una bola de cristal, Danny DeVito, Owen Wilson o Tiffany Haddish, aunque sea en un trabajo conscientemente menor. Su intrascendencia no es molesta, sino buscada: 'Mansión encantada' tiene la pretensión de ser una película de fondo, un divertimento estival, una excusa para disfrutar del aire acondicionado en la sala durante dos horas. Puede que Disney no pensara lo mismo cuando se gastó 175 millones de dólares en hacerla, pero, desde luego, no cabe duda del ADN de su metraje: una mediocridad autoconsciente es, en el fondo, menos mediocridad.
Fantasmikos
'Mansión encantada' no es especialmente divertida, terrorífica ni sentimental: es el tipo de película en el que todos los personajes, al final, se ponen a bailar una canción mientras pasan los títulos de crédito y a un niño se le ocurre una idea brillante que los adultos no habían sopesado. Tiene el espíritu de una película de Halloween para Disney Channel pero ha costado seis veces más que 'Todo a la vez en todas partes', por poner un ejemplo de cinta que hace mucho más con muchísimo menos.
Es una versión inofensiva y blanca de una atracción de feria, pero es exactamente lo que parece estar buscando Disney hoy en día: simple contenido al que no haga falta darle un par de vueltas. Convencidos de su estatus como líderes de la industria, el piloto automático y el poco cariño que ponen a sus producciones solo podían desembocar en algo así, el equivalente fílmico a un bocadillo de choped del Mercadona que no disfrutas especialmente comiendo ni recordarás al día siguiente.
Y, pese a todo, alimenta en horas muertas. Ese parece ser el sino de una película que consigue apretar las teclas emocionales correctas pero esconde su humanidad, como si estuviera avergonzada de ella, bajo una catarata de efectos visuales patilleros, tramas sin mucho sentido y un director, más que poco inspirado, probablemente atado de pies y manos por la compañía del ratón. Cada vez más queda claro que Disney no necesita inteligencia artificial: sus películas ya parecen lo suficientemente robóticas y faltas de alma. ¿La parte buena? Ese viaje en autobús desde Burgos hasta Madrid se te va a hacer más o menos entretenido. Algo es algo.
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