Stanley Milgram fue un psicólogo que en 1961 hizó un popular test para medir la disposición de los participantes a obedecer las órdenes de una autoridad, aún cuando éstas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal. Eran los tiempos de los juicios en los que el genocida nazi Adolf Eichmann estaba siendo juzgado por sus crímenes de guerra y la gente se preguntaba cómo había sido humanamente posible. El protagonista de Maniac se llama Owen Milgrim en un posible guiño, y la obediencia a la autoridad es uno de los temas principales del arranque de 'Maniac'.
El psicólogo de la universidad de Yale es solo uno de los muchos guiños que se permite 'Maniac' a unos cuantos referentes que dictan el tono y los temas de esta serie de Cary Joji Fukunaga, a partir de un guión de Patrick Somerville, novelista que participó en algunos episodios de 'The Leftovers'. El resto de los referentes no son tan obvios (hay algo de 'Cómo ser John Malkovich' y la percepción de la realidad jugetona y poco fiable de Charlie Kaufman, y también elementos de distopías bufas de Terry Gilliam como 'Brazil' o 'Teorema Zero'), pero uno brilla por encima del resto: Philip K. Dick.
El arranque de la serie, aunque sabemos que luego picoteará en otros personajes, se centra en Owen Milgrim (Jonah Hill), un joven que sufre brotes psicóticos y que cree (o no) ver a su hermano dándole instrucciones para convertirse en un héroe. Al tiempo, ve aparecer a Annie (Emma Stone) en todo tipo de anuncios publicitarios, y acabará encontrándosela en un experimento que implica la ingestión de fármacos experimentales, aunque ella no parece reconocerle.
Pero posiblemente lo reconocerá, claro. Por lo que sabemos del devenir de la serie (y no hay más que mirar las imágenes que van multiplicándose por internet), posiblemente Owen y Annie se encuentren y desencuentren en universos alternativos, un tema por el que en este primer episodio se pasa de puntillas. Las posibilidades dickianas están sobre la mesa, gracias a la presencia del laboratorio: puede que esos universos alternativos (de los que habla la voz en off de Justin Theroux en el intrigante documental inicial -también con un sentido del humor muy Dick-) estén solo en la cabeza de Milgrim, o que haya una inteligencia exterior generándolos.
Las delicicias del futurismo retro
Todo ello son obstáculos en el camino de Owen para convertirse en héroe. Pero si la serie sigue en esta línea, lo acabará consiguiendo por la intervención beatífica de Annie o por su descubrimiento de la auténtica realidad, que posiblemente no incluya a esa familia rebosante de culpa erótica mal llevada y hermanos idénticos entre sí. Todo, a lo que se suma un delicioso diseño de producción que recuerda a una especie de versión retroamericanizada de una gran urbe japonesa, va picoteando en elementos de la obra literaria de Philip K. Dick, de "Fluyan mis lágrimas, dijo el policía' a 'Un ojo en el cielo', pasando por 'Una mirada a la oscuridad'.
¿Es tan importante esa influencia de Dick, que parece que permanecerá (los dos científicos, Sonoya Mizuno y Justin Theroux, sugieren cierta inyección de duda paranoide y laberintos institucionales en la trama)? Si se le ha entendido bien es interesante, porque es uno de los autores que mejor ha indagado en los vericuetos de la mente y la desconexión de la realidad, si es que ese término tiene algún sentido. Puede que nos equivoquemos solo habiendo visto el arranque de la serie, pero su influencia solo puede ser positiva y esperamos que se acentúe.
Por lo demás, en este episodio, excelentemente escrito y, sobre todo, puntuado con interpretaciones extraordinarias, todo está en su sitio, y apunta a una serie que puede alcanzar categoría de culto muy rápidamente. El diseño de producción, estudiadamente retrofuturista, lo fascinante del personaje de Annie (de momento es un enigma, esperamos que no se lo carguen con un trasfondo banal... aunque el pulso es excelente en el caso de Owen), todo apunta a una estupenda sátira de ciencia-ficción (la idea de los amigos-anuncio es brillante).
Solo queda esperar que en un terreno tan resbaladizo como el de inyectar al espectador en la subjetividad de alguien incapaz de domar la realidad, la serie no sea capaz de mantener el tono y el ritmo. De momento, la expectativas son buenas: seguiremos atentos a este viaje alucinante al fondo de la mente (de Owen).
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