El género musical no está viviendo una nueva época de esplendor, sobre todo si lo comparamos con los grandes musicales salidos de esa gran factoría para todo que es Hollywood. Pero sí goza del favor del público (y en algunos casos de la crítica), los cuales acuden en masa a ver películas como 'Moulin Rouge' o 'Hairspray', sobre todo porque están llenas de caras conocidas, y la mayoría de los casos de actores y actrices que rara vez han protagonizado un musical y el hecho de verles interpretando canciones es algo que nadie quiere perderse. Pero hay de todo en la viña del Señor; en la presente década ha habido excelentes muestras de lo que debe ser un gran musical ('Trabajos de amor perdidos' o 'Chicago') y también todo lo contrario ('Across the Universe'). 'Mamma Mia!' se posiciona a medio camino, aunque todo en ella huele a horterada profunda. Afortunadamente, todos son (y somos, porque el que no lo vea que se lo haga mirar) conscientes de ello.
'Mamma Mia!' es la adaptación cinematográfica del musical de idéntico título, representado por primera vez en 1999 en Londres, y luego en varios lugares como Broadway, donde fue dirigido por la directora del film, Phyllida Lloyd. Su argumento es más simple que un crucigrama de El País: Sophie vive felizmente con su madre en una isla de Grecia, conde ambas regentan un acogedor hostal costero. Sophie pronto se casará con su joven amante, y como nunca ha conocido a su padre, decide, a espaldas de su madre, invitarle a la boda. Sólo existe un problema: son tres los posibles candidatos a ser el padre de la chiquilla, dado que el año de su gestación su madre estuvo liada con tres hombres. Así que Sophie invita a los tres, quienes sorprendidos por la invitación, se presentan en la isla, y el lío está servido.
Lo del lío es un decir, pues la película camina por los derroteros más previsibles, conocidos y sobados que se recuerdan en el género de la comedia de situación. Pero 'Mamma Mía!' no pretende en ningún momento ser la quintaesencia de la comedia o del musical. Su esquemática historia ha sido escrita al servicio absoluto de las canciones del mítico grupo ABBA (con sólo nombrarlos los de mi generación retroceden en el tiempo unos 30 años), por lo que el visionado de la película se reduce a ir comprobando cómo los guionistas, y la directora, se las ingenian para ir introduciendo casi todas las conocidas canciones del grupo sueco. Y cuando no pueden, pues nada, a amenizar los títulos de crédito finales con un par de actuaciones de los actores del film, interpretando a viva voz algunos temas, que por evidentes razones, no pegaban ni con cola en la trama.
Es precisamente el hecho de que sus artífices son conscientes de que están realizando una parodia (¿las canciones de ABBA dan para hacer algo serio?), riéndose de todos, sobre todo de sí mismos, lo mejor de un film al que hay que asistir con una total falta de prejuicios, probablemente la cosa más difícil de hacer cuando se asiste al cine (salvo que vayas a comer palomitas, hacer ruido con la bolsa de patatas fritas, o sorprenderte de que los actores canten en el film, porque no sabías lo que ibas a ver). Las canciones, las cuales forman parte de la memoria colectiva y eso es una ventaja, se suceden una tras otra, y a veces sin motivo aparente. Unas están bien introducidas en la historia (si se le puede llamar así), y otras necesitan de un calzador bien grande. Pero todas y cada una de ellas están interpretadas con ganas y mucho sentido del humor, y por si los actores no se llegan, apoyan por detrás un montón de gente (casi siempre los habitantes del pueblo) haciendo gansadas de todo tipo (sirva como ejemplo los "bailarines" con aletas, desternillante).
El reparto, lleno de actores conocidos, se olvida de todo lo realizado anteriormente y se desmelena sin ningún tipo de rubor. Meryl Streep se sale por todos los lados y se convierte en el alma máter de la película, poniendo toda la carne en el asador y rejuveneciendo unos cuantos años, y es que con su vitalidad desprende una contagiosa alegría que al salir del cine a uno le dan ganas de volverse a casa cantando y bailando y haciendo el tonto sin sentido del ridículo. A su lado, creo que merecen especial mención Julie Walters, quien sabe aprovechar su simple personaje y se lo pasa en grande tres cuartos de los mismo que sucede con Christine Baranski. En cuanto al terceto de veteranos actores, Pierce Brosnan lo intenta pero no lo consigue; Colin Firth pone la nota políticamente correcta, y Stellan Skarsgård es el mejor parado de los tres.
No hay más, no lo busquéis. 'Mamma Mia!' sólo pretende refrescar, y de paso, salpicar un poco de esa alegría que sus artífices demuestran tener riéndose de todos. Y todo ello sin quisiera irse a Grecia a rodarla (sólo la escena de la procesión de la boda está realizada allí), pues la mayoría fue filmada en los Estudios Pinewood (Pierce Brosnan reconoció estar incómodo por si se encontraba a Daniel Craig por allí). Phyllida Lloyd no aprueba como directora de cine musical, por mucho que provenga de dirigir óperas, y el film se construye gracias la desvergonzada actuación de su reparto, y como no, de las propias canciones. Juntos logran este ejercicio camp, sin ningún tipo de pretensión.