Muchas semanas seguidas llevo ya observando en los comentarios de no pocas entradas cierta predisposición de algunos de vosotros, queridos lectores, a menospreciar las opiniones aquí vertidas por considerar que, según parece, tanto mis compañeros como yo "hablamos mal de todo lo que se estrena hoy en día" o "no somos capaces de valorar cuando una película que intenta entretener, lo consigue". Quizás ambas afirmaciones no han sido utilizadas por nadie de forma literal, pero creo que expresan muy bien un sentir cada vez más abultado y, por supuesto, completamente infundado.
Creo poder hablar por los seis redactores que día a día llenan de contenido este blog, si expongo mis serias dudas acerca de que ninguno de nosotros acuda al cine a ver 'Godzilla' (id, Gareth Edwards, 2014) o 'La gran belleza' ('La grande bellezza', Paolo Sorrentino, 2013) buscando obtener lo mismo: es muy evidente que de la segunda pretenderemos extraer algo más que el mero entretenimiento con tintes de gran espéctaculo que vamos buscando con la primera, y que si ésta nos aburre hasta decir basta, caer en el craso error de desacreditar nuestra opinión es pensar que lo que en estas líneas se vierte es una verdad absoluta.
Esta línea de pensamiento, que daría para una prolongada reflexión acerca del respeto hacia opiniones ajenas, que podría acercarse a analizar esa dichosa e inexistente objetividad que al parecer se nos exige o que, en última instancia, terminaría dirimiendo que la validez o no de nuestro discurso depende sobremanera de que nuestros argumentos sean del mismo talante del lector que a ellos se acerquen, viene a colación de lo que es probable que un número indeterminado de vosotros tendréis a bien expresar en los comentarios cuando servidor califique a 'Maléfica' ('Maleficient', Robert Stromberg, 2014) como el bodrio infumable que es.
Búsqueda infructuosa
No hay nada, repito, NADA, en esta actualización del clásico dirigido por Clyde Geronimi en 1959, que se acerque ni lo más mínimo a lo que el que esto suscribe podría llegar a considerar en un momento de extrema desesperación como entretenimiento aceptable. Opinando como el mero espectador que soy, y sin entrar todavía en valoraciones puramente cinematográficas, 'Maléfica' es un filme aburrido que trata de encontrar a lo largo de sus noventa minutos un target con el que nunca logra dar, acercándose en este sentido a los diversos naufragios que Disney puso en pie en la década de los ochenta.
Como decía antes, lo único que como espectador —que no como "crítico", por mucho que deteste tal cualificación— iba buscando al sentarme el pasado viernes en la butaca del cine era encontrarme con un entretenimiento que, seré sincero, no partía con muchas simpatías, no sólo por tocar uno de mis clásicos favoritos de la compañía, sino por ahondar de forma innecesaria en la historia de un personaje al que ninguna falta le hacía el trasfondo que aquí intenta ofrecérsele...sin conseguirlo, claro está. Por contra, lo que 'Maléfica' hace, y creo que el titular lo expresa de forma explícita, es violentar al filme original y, de paso, el cuento en el que se basa.
Poco importan aquí posibles disquisiciones acerca de la idoneidad de Angelina Jolie para el papel —hay que admitir que en algún momento suelto de este constante despropósito la actriz resulta creíble— cuando su personaje es la antítesis de lo que la cinta animada definía con cuatro trazos, esto es, una "mala de película" que actuaba como actuaba por motivos que se dejaban en la imaginación del espectador. Al aportarle el ¿guión? de Woolverton, Dini y Hancock aquello que la lleva a maldecir a Aurora, el proyecto comienza a hacer unas aguas a las que nadie sabe poner freno.
'Maléfica', por debajo de la mediocridadd
Pero es que, para colmo de males, aquello que podría haber resultado interesante de este esperpento —y no creo que haya que precisar que es aquello que se sitúa antes de la historia que todos conocemos— se despacha sin miramientos en poco más de veinticinco minutos, dedicándose la hora y poco restante a reimaginar —eufemismo de destrozar con saña— la historia de Aurora, "adaptándola a los tiempos modernos" —eufemismo de "cambiémosla por completo que es lo que se lleva ahora"—. El resultado, una trama absurda que se desarrolla de forma absurda y se resuelve, exacto, de forma absurda.
Un análisis desde puntos de vista más concretos, revelaría la paupérrima definición de personajes —lo del rey es de risa por partida doble, tanto por el personaje como por lo que atañe a Sharlto Copley—, lo risible y ñoño de unos diálogos almibarados hasta el coma glucémico, y lo atribulado de una trama a la que se le notan a la legua tanto las tijeras como el descontrol que ha reinado en su hilvanado. En aspectos técnicos, ese mismo análisis tendría que referirse a lo horrendo de la dirección —hay un par de zooms de esos que duelen—, a lo desangelado y refrito del diseño de producción, a la poco inspirada música de Newton-Howard o a ese 3D tan desvaído de personalidad.
Insisto, yo sólo quería pasar un rato agradable en el cine en compañía de dos buenas amigas —y que nadie mire esto por dónde no es, que ya nos conocemos— y la situación en la que me encontré fue la de no poder parar de bufar y de moverme inquieto en el asiento, mientras una de mis acompañantes se obstinaba en llevarse las manos a la cabeza y la otra rebautizaba a uno de los personajes centrales como Diazepam. No me valen pues afirmaciones como "es una película Disney para niños, ¿qué esperabas?"...pues esperaba lo de siempre, iluso de mí, ver cine. Y de eso aquí hay entre poco y nada.
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