'Malavita' ('The Family', Luc Besson, 2013) es la penúltima película de su incansable director, y digo incansable porque a pesar de que hace tiempo anunció su retirada del cine el realizador francés sigue trabajando a diestro y siniestro ya sea sentado en la silla del que manda o haciendo tareas de producción. Besson iba para autor de culto cuando nos mostraba películas como 'Kamikaze 1999' ('Le dernier combat', 1983), 'Subway' (id, 1985) o 'El gran azul' ('Le Grand Bleu', 1988), productos que dividen a crítica y público hasta que aparece la que para mí sigue siendo su mejor trabajo, 'El profesional' ('Leon', 1994). Ahora, apadrinado por Martin Scorsese, ha realizado su particular visión sobre el cine de la mafia con un film ligero, excesivo la mayor parte del metraje, y cuyo único propósito es entretener.
A pesar de que el reparto está encabezado por un Robert De Niro realmente inspirado, la película no pretende pasar a la posteridad por su parodia sobre el cine de mafias con Francis Ford Coppola, Sergio Leone y el propio Scorsese a la cabeza con títulos que no necesitamos citar. Con todo y aunque la intención es buena, si rascamos un poco nos topamos de narices con un film con una trama de lo más simplona y cuyos mejores instantes paradójicamente se encuentran en gags que nada o muy poco tienen que ver con la trama central del film. Y otro tanto para el que se ocupa de doblar/traducir los títulos en nuestro país, porque en lugar de dejar 'La familia', que hubiera sido lo correcto y además divertido, han preferido usar la expresión italiana Malavita que se aplica a todo aquello que está fuera de la ley, en este caso un mafioso y su extraña familia.
(From here to the end, Spoilers) La película narra la pequeña aventura que tendrá la familia de un importante mafioso que ha traicionado a su gente y ahora está en el programa de protección de testigos escondiéndose de los matones que quieren asesinarle a él y a toda su familia. Estos van a parar con sus huesos a una pequeño pueblo francés —hay que justificar que la película es una co-producción entre USA y Francia— en el que tendrán que pasar desapercibidos y estar bajo la supervisión de un agente del gobierno —un Tommy Lee Jones que parece poner el piloto automático sin más con un personaje casi inútil—. Como es de esperar, la familia de mafiosos pronto se pondrá en evidencia al destacar por su extrema manía de arreglar todo problema con el que se encuentran con una exagerada violencia.
Besson va director al grano, algo que desde luego es de agradecer, pero luego pierde el tiempo en estirar las situaciones; todo para que veamos que cada miembro de la familia es idéntico a los demás. Así los episodios de Michelle Pfeiffer —tan bella como siempre, aunque algo desaprovechada— en un supermercado, los de los hijos con sus compañeros de estudios, o los del padre intentando arreglar un problema de agua sucia, divierten por cómo los solucionan aunque lo que es aportar no aportan absolutamente nada a la trama, ni siquiera para intentar dibujar a los personajes. Por supuesto ver a Robert De Niro riéndose de su propia imagen en este tipo de cine sin caer en histrionismos de ningún tipo es toda una experiencia que te reconcilia con un actor que en los últimos años estaba más bien vago.
'Malavita' cae en muchos excesos —ese tiroteo final que es absolutamente imposible creerse— y en otras cosas se queda corta, por ejemplo el choque de culturas. Si bien ya hay unos cuantos flashbacks que narran la vida de la familia cuando estaban en Brooklyn —herencia directa y muy clara de la famosa, y excelente, serie de televisión 'Los Soprano' ('The Sopranos, 1999-2007)—, las locuras que cometen en Francia sólo subrayan los curiosos métodos para hacer justicia. Aún así resulta curiosa la forma de Besson de centrarse con intensidad, demasiada, en esos instantes, como el gag que hace referencia a 'Uno de los nuestros' ('Goodfellas', Martin Scorsese, 1990), inteligente y divertido pero quizá demasiado alargado.
Al final, yo al menos no puedo decir que me haya aburrido —es casi imposible sólo por la presencia del terceto de actores conocidos— pero también queda una sensación de insatisfacción al asistir a una de esas oportunidades de haber hecho algo realmente bueno, y que se han perdido en pos de un camino fácil, pero así es el cine comercial a veces. Nos queda un par de gags graciosos y el regreso de un monstruo interpretativo como en sus mejores tiempos, estando muchas veces por encima de la propia película.
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