En 2004 Jean-Xavier de Lestrade sorprendió al mundo del documental con la apasionante 'The Staircase', una serie de ocho episodios que seguía el día a día de la defensa de Michael Peterson, novelista acusado del asesinato de su mujer, que murió violentamente tras caer de unas escaleras. La serie fue aclamada por la crítica y llegó a ganar un Peabody.
Como suele pasar en la vida, nunca se puede dar por concluido un trabajo y, durante una década larga, Lestrade fue siguiendo la evolución del caso, con las sucesivas apelaciones y recursos interpuestos por el equipo defensor. El resultado fueron dos "secuelas" cuyo interés no terminaba de cuajar. Con este antecedente tan reciente, es bastante comprensible que la temporada 2 de 'Making a Murderer' haya pasado sin pena ni gloria.
Hablar de 'Making a Murderer' es hablar de uno de los grandes fenómenos de estos últimos años. Desde su estreno en 2015 y durante medio año, el relato sobre Steve Avery, un hombre condenado injustamente por asesinato y que se enfrenta a otra condena por otro caso distinto, acaparó titulares y reunió comunidades enteras de teorizadores y especuladores.
Así que había mucha expectativa por ver esta "Parte 2" de 'Making a Murderer' a pesar de que al mediatizarse tanto el caso hubo un seguimiento bastante importante "en tiempo real". En estos nuevos episodios veríamos a Kathleen Zellner, dispuesta a indagar hasta el fondo para lograr apelar y sacar de la cárcel a Avery y a su sobrino Brendan.
Una secuela necesaria pero mal planteada
Habiendo ya desarrollado todo un estudio en profundidad sobre el caso en los diez episodios de la temporada 1, la sensación que da esta segunda temporada es que quiere derivar hacia algo más técnico, criminalístico y legalista intentando resolver, a golpe de exposición de datos y pruebas, asuntos pendientes que podrían dar la vuelta al caso.
Sin embargo, al ahondar en estas cosas se sacrifica narrativa y uno termina quedándose casi igual que cuando comenzó. Quizá el problema sea por poner a Kathleen Zellner como centro de la temporada. Más que una presencia clave de "testimonios" Zellner se convierte en protagonista y es quien marca y lleva la narrativa de estos diez episodios.
Y esto, a mi juicio, ha sido un error de Laura Ricciardi y Moira Demos, que se han dejado llevar demasiado por imposiciones ajenas. Algunas de las cuales, ciertamente, escapan a su control (no pueden controlar el rumbo de la nueva investigación y del nuevo proceso legal). Pero sí que tienen cierta responsabilidad de manejar la narrativa y arreglar (sin faltar a la realidad, claro) con el guion la falta de avances.
Al repasar una y otra vez los hechos, muchos de los cuales ya se machacaron continuamente en la temporada anterior, nos encontramos con una secuela que es más una revisión de lo que vimos en 2016 que una continuación. De hecho, de no ser por los extractos de las apelaciones ante el tribunal y porque de vez en cuando aparece un testigo sorpresa, podríamos contar los "giros narrativos" con los dedos de una mano.
Una de las principales críticas de Netflix con sus series originales es que muchas veces parecen no saber que no están atados a la dictadura de formatos televisivos de la televisión tradicional y que no tienen que "llenar" huecos de una parrilla. Al igual que con otras series de la plataforma, la Parte 2 de 'Making a Murderer' no logra desarrollarse eficientemente en las algo más de diez horas de duración.
Claro, esto no significa que con dos o tres episodios menos la temporada hubiera funcionado mejor. Pero, por lo menos, hubiera quedado algo más compacto y aliviaría el problema con la narrativa. Si bien creo que esta continuación es necesaria y está sobradamente justificada, el fallo en el planteamiento de esta nueva entrega de 'Making a Murderer' hace que nos hayamos encontrado con un producto claramente inferior.
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