Rodrigo Sorogoyen ya había firmado titulos como ‘Stockholm’ o ‘Que Dios nos perdone’ cuando decidió apostar por un proyecto más pequeño como fue el cortometraje ‘Madre’. Una obra intensa y vibrante que enganchaba al espectador durante su breve metraje por la que llegó a ser nominado al Óscar. El premio se lo acabó llevando ‘Skin’, pero antes de que eso sucediera ya había acabado de rodar la película en la que expandía la historia de ‘Madre’.
Lo más probable es que todos aquellos que hayan visto el corto pensarían que el largometraje iba a apostar por ser una continuación directa con la madre interpretada por Marta Nieto desesperada por encontrar a su hijo, pero esa parte de la historia no parece que le interese especialmente a Sorogoyen. En lugar de ello se da un salto temporal de varios años para indagar de forma notable en un personaje hundido emocionalmente que un día ve a un adolescente que le recuerda a su hijo y decide seguirle.
El dolor interior
‘Madre’ es más la película de Marta Nieto que de Rodrigo Sorogoyen. Es cierto que este último escribe el guion junto a su colaboradora habitual Isabel Peña -algo que no sucedía en el corto, incluido de forma íntegra al inicio de la película- y también que ilustra toda con una precisión envidiable desde el trabajo de puesta en escena, pero el verdadero sostén de la cinta es la actriz.
Elena es un personaje que podría haber resultado frustrante con gran facilidad. En todo momento sobrevuela sobre ella las tensiones entre la posibilidad de abrazar un futuro con el hombre que la ha ayudado a salir en parte del hoyo emocional en el que llevaba metida años, pero a cambio totalmente alejada de cualquier ilusión de volver a ver a su hijo. Es ahí donde el encuentro fortuito con Jean en la playa en la que desapareció su hijo diez años atrás lo complica todo hasta límites insospechados.
Lo curioso es que Sorogoyen plantea este hecho no como un último rayo de esperanza al que agarrarse, sino como el hecho que a su manera devuelve la luz a la vida a Elena. Eso la lleva a hacer lo que haga falta por volver a ver a Jean e ir estrechando los lazos que les unen. Las propias bases de su relación son un tanto peculiares, porque ya no es que a él no le moleste que le haya seguido a casa, sino que incluso piensa que es una de las mejores cosas que le han pasado en su vida.
De esa premisa surge un relato que apuesta siempre por un enfoque intimista, con una gran atención por parte de su director para conseguir instantes de gran belleza visual sin dar la sensación de estar estirando situaciones de forma innecesaria, pues incluso sirven para incidir en la soledad de la protagonista en un paraje bellísimo pero que también tiene su lado oscuro. Todo está al servicio del viaje de Elena, pero Sorogoyen no quiere subrayar nunca en demasía sus acciones, lo que deriva en una interpretación muy sutil por parte de Nieto.
Un equilibrio complicado
No esperéis ver en ‘Madre’ grandes explosiones por parte de la protagonistas, ese tipo de escenas que tanto suelen aparecer en los clips cuando llega la hora de dar los premios. Para ella Jean es esa luz al final de un túnel que parecía no tener fin, ya que su relación con el personaje interpretado por Alex casi parece más un placebo que algo que realmente la llene. Es sin embargo el camino lógico a seguir, pero lo que interesa a Sorogoyen es eso -ponerle una etiqueta resulta complicado- que surge entre Elena y Jean.
Eso lleva a la película a estar en muchos momentos a punto de superar la línea en la que resultaría imposible la conexión que surge entre ellos. Está claro que surge el amor, pero no se trata de una relación romántica al uso, ya que eso hubiese sido muy turbio -a fin de cuentas, Jean hace que Elena piense en su hijo perdido-. Lo que hay es una intimidad que desconcierta al resto porque no terminan de entender qué es lo que les une y tienden a pensar que simplemente son amantes y rechazan la idea.
Eso redunda en el hecho de que Sorogoyen plantea una película puramente emocional pero al mismo tiempo sin querer dejar demasiado claras cuáles son las emociones de Elena y Jean. Sí que hay situaciones en las que Sorogoyen es más explícito, pero siempre son cuando Elena tiene que reaccionar ante otras situaciones. Un buen ejemplo de ello sería el encuentro con su antigua pareja, una escena magnífica y planteada de una forma sencilla y directa.
En resumidas cuentas
Sin embargo, el verdadero motor de ‘Madre’ es lo que surge entre Elena y Jean, pero Sorogoyen quiere dejar un poco en el aire qué es lo que sucede entre ellos. Ahí el espectador tendrá que llenar vacíos y puede que en algunas situaciones simplemente no le encajen las ideas que surgen en su mente a tenor de lo visto. Por mi parte, sucede algo durante el tramo final que está a punto de sacarme de la película, pero la constancia en el tono y el hecho de no dejarlo totalmente claro sirven para que ‘Madre’ siga siendo una propuesta estimulante y, sin duda, muy diferente a lo que podríamos haber esperado tras ver el cortometraje.
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