Hace algunos años, la mayoría de los críticos, como el que esta reseña subscribe, hablábamos de “la edad de oro del policiaco español.” Realmente no había mucho con lo que comparar, porque, salvo notables excepciones, el thriller autóctono siempre fue rancio, derivativo, formalmente torpe y argumentalmente confuso, y nunca desarrolló unas señas de identidad y un estilo comparables al krimi alemán, al poliziesco italiano o al polar francés.
En cualquier caso, títulos como 'Celda 211' (2009) de Daniel Monzón, 'Secuestrados' (2010) de Miguel Ángel Vivas, 'Mientras duermes' (2011) de Jaume Balagueró, “El cuerpo” (2012) de Oriol Paulo, 'La isla mínima' (2014) de Alberto Rodríguez, 'El desconocido' (2015) de Dani de la Torre, 'El niño' (2016) de nuevo de Monzón, 'Que Dios nos perdone' (2016) de Rodrigo Sorogoyen, 'Toro' (2016) de Kike Maíllo, 'Tu hijo' (2018), de nuevo de Vivas, 'Adiós' (2019) de Paco Plaza, o más recientemente 'No matarás' (2020) de David Victori o 'Bajocero' (2021) de Lluis Quílez, algunos más destacables que otros, daban la impresión, seguramente engañosa, de que algo estaba cambiando, al menos en cuanto a lo que a factura y apariencia formal se refería.
Debates morales, acción dosificada, frialdad expositiva y entorno urbano: el luistosarismo ha llegado
Independientemente del progreso de la carrera de los distintos cineastas arriba mencionados, el nuevo thriller español pronto se ve víctima de sus propios tics y condicionamientos, desarrollado las más de las veces en un entorno urbano, con un moderado uso de la violencia y planteando simple dilemas morales sin una perspectiva didáctica. La constante aparición en ellos del actor Luis Tosar, siempre correcto, ha terminado por convertir a la rama más convencional del thriller celtíbero en un género propio, al que denominaré luistosarismo.
Y en esta vertiente cada vez más moldeada y académica surgen policiacos en su mayoría previsibles, de influencia casi siempre norteamericana pero con ocasionales puntos en común con el polar francés, que se mueven entre la corrección y la desgana, planteando cuestiones de peso para desarrollarlas no siempre de forma satisfactoria.
Así, surgen obras como 'Cien años de perdón' (2016) de Daniel Calparsoro, 'Plan de fuga' (2017) de Iñaki Dorronsoro, 'La sombra de la ley' (2018) de Dani de la Torre, 'Hasta el cielo' (2020) de Daniel Calparsoro, 'Way Down' (2021) de Jaume Balagueró o 'Código emperador' (2022) de Jorge Coira, en un registro notablemente inferior, teniendo en cuenta que, en su mayoría, tampoco son películas completamente desdeñables y casi siempre cumplen con su cuota de entretenimiento.
Dentro de unas coordenadas harto previsibles se llegan a tratar temas como la corrupción política, el narcotráfico, el trapacerismo de periferia o la delincuencia organizada, siempre moviéndose en ese conseguido distanciamiento moral que continúa siendo la base de sus tramas.
'Fatum': la comisaría, el francotirador y el ciudadano que se rebela
Al llamado luistosarismo pertenece indudablemente esta 'Fatum', con el sello de garantía de la productora gallega Vaca Films, que nos llega tras su paso por el festival de Málaga, donde encaró críticas mayoritariamente positivas aunque nunca entusiastas. Nuevamente aquí el actor es el eje de la trama y la columna vertebral del relato, también la piedra que la sostiene y su principal valor con vistas a la taquilla.
Para desligarse de esta categoría no ayuda que su coguionista, Alberto Marini, sea también el responsable de la superior 'Quien a hierro mata' (2019) de Paco Plaza, así como que su argumento, con un atraco, un ciudadano inocente involucrado y la inevitable intervención de la policía, no sea el colmo de la originalidad. Dirige Juan Galiñanes, hasta ahora fogueado en el cortometraje y la animación.
La película tiene la indudable virtud de la brevedad, sirviéndose de unos concisos noventa minutos para plantear una historia de moderado interés con sus ramificaciones, giros y dilemas, que en sus molinetes finales llega a recordar a otro thriller olvidado, más fresco y psicotrónico, como 'Tres 60' (Alejandro Ezcurdia, 2013), con guion de Luiso Berdejo.
La dirección de Galiñanes es correcta, pero en ocasiones se echa en falta un poco más de nervio visual. 'Fatum' plantea en una historia en la que el destino y la imprevisibilidad de los acontecimientos, así como el papel jugado por el azar, tiene una importancia fundamental. Un entramado intrincado en el que se mueven como peones impulsados por la corriente un hombre adicto a las apuestas, un joven y violento atracador, un francotirador del GEO con un hijo enfermo y la comisaria encargada del atraco.
Luis Tosar vuelve a demostrar que es un actor fiable y solvente, un poco en piloto automático, consciente de que juega en casa, en su género, alejado de desafíos interpretativos más arriesgados, y con mejores resultados, como los de 'Te doy mis ojos' (2003), 'Mientras duermes' (2011), 'Maixabel' (2021) o la misma 'Quien a hierro mata' (2019). A su lado, Álex García, también en un registro inferior y acomodado, bascula entre la firmeza y la sosería. Arón Piper está convincentemente agresivo, pero su papel tiene poco desarrollo. Tres cuartos de lo mismo podemos decir de Elena Anaya, estupenda pero en exceso breve en el papel de comisaria. María Luisa Mayor, pareja en la vida real de Tosar (por si fuera poco) y Pepa García bordan sus respectivas intervenciones.
Al final todas las dudas y debates éticos, el intríngulis del asunto, se difuminan con los one-liners, las escenas de transición, los giros de guion, el lucimiento de cada actor y una dirección sobria pero decididamente plana. Esto hace que, como esperábamos, 'Fatum' no se aleje demasiado de propuestas como 'Código emperador' o 'Cien años de perdón'. Como esperan sus espectadores potenciales, cabe pensar. Con todo, veremos la próxima película del competente, pero, por lo aquí demuestra, en exceso frío, incluso algo apagado, Juan Galiñanes, al margen de que el ubicuo Tosar presida la cabecera del póster.
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