'Luces rojas', la magia de Rodrigo Cortés

'Luces rojas', la magia de Rodrigo Cortés
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Hay dos grupos de dotados con un don especial. Los que realmente creen tener algún poder y los que creen que no podemos detectar sus trucos. Ambos se equivocan.

(Margaret Matheson)

‘Luces rojas’ (‘Red Lights’) es el título del esperado nuevo trabajo del español Rodrigo Cortés, quien ha podido contar con un llamativo elenco de actores encabezado por Cillian Murphy, Robert de Niro Sigourney Weaver, Toby Jones, Elizabeth Olsen y Leonardo Sbaraglia, entre otros. Al parecer, ‘Luces rojas’ iba a ser la siguiente película de Cortés después de debutar con la arriesgada y desastrosa ‘Concursante’, pero cayó en sus manos el excelente guion de ‘Buried (Enterrado)’ escrito por Chris Sparling, y decidió trasladarlo a la gran pantalla, dejando aparcado su texto sobre los fenómenos paranormales. Fue la opción acertada, ahora podemos decirlo, ya que ‘Buried’ funcionó muy bien, tuvo éxito e hizo mucho ruido, justo lo que necesitaba el director nacido en Orense para generar mayor interés sobre su siguiente paso, la película más personal y apasionante que se estrenó en los cines españoles el pasado viernes 2 de marzo.

Para la preparación de ‘Luces rojas’, Cortés dispuso de la ayuda del investigador Manuel Carballal, que no solo orientó al realizador en la búsqueda de material bibliográfico para elaborar el guion sino que ayudó a Murphy y De Niro con la ejecución de los trucos que aparecen en la película (no hay retoque informático en la escena de la cuchara). En los interesantes programas radiofónicos donde colabora Carballal, ‘Dimensión limite’ y ‘La rosa de los vientos’, Cortés ha hablado profundamente sobre la creación de su tercera película, y la ha comparado con un truco de magia. Sin pretender repetir sus palabras al pie de la letra, mantiene que, al igual que el mago o ilusionista cuando realiza una de sus actuaciones, el director debe cuidar al máximo la puesta en escena para hacer creíble al público que va a suceder algo fantástico, y debe saber despistarle, hacerle mirar hacia otro lado durante la ejecución del truco, para poder dejarlo asombrado con el resultado. Es una imagen que no vale para todo el cine en general, pero sí que encaja de maravilla con la que nos ocupa, ‘Luces rojas’, un hipnótico relato con alma de thriller político donde casi nada es lo que parece. Cortés comete algunos errores, y cierra la película con torpeza, pero son sus aciertos, mucho más numerosos, los que prevalecen en el recuerdo de esta admirable película que te obliga a reflexionar cada escena. Muchos lo intentan, muy pocos lo consiguen.

Sigourney Weaver en una escena de Luces Rojas

La historia de ‘Luces rojas’ comienza centrándose en dos investigadores de fraudes paranormales, la doctora Margaret Matheson (Weaver) y Tom Buckley (Murphy). La primera secuencia del film es una demostración ante el espectador de la inteligencia y la perspicacia de Margaret y Tom, una prueba que es superada con pasmosa sencillez e inusual sentido del humor. Éstas son dos de las mayores virtudes de la película, incuso diría que necesarias en su propósito de simular el efecto del truco de magia; habitualmente los ilusionistas nos hacen creer que todo es muy fácil y evidente, y hacen bromas o cometen divertidos errores, todo planificado hasta el milímetro. Con ello logran que el público se relaje y crea estar sobre suelo seguro, hasta capaz de adivinar lo que va a ocurrir a continuación. Es en ese momento de seguridad cuando el movimiento inesperado del “mago” logra dejar con la boca abierta. Cortés busca el mismo objetivo. Nos presenta a dos individuos brillantes que son capaces de desenmascarar lo que, a simple vista, puede parecer un acontecimiento sobrenatural. Son expertos en encontrar el truco, nadie les engaña, y son tan buenos que se aburren. Todo está controlado…

Pero el famoso psíquico Simon Silver (De Niro, y en imágenes de archivo Eugenio Mira) desestabiliza por completo la vida de Tom. Simon reaparece públicamente tras permanecer oculto durante tres décadas, sus actuaciones son éxitos de público y se permite el lujo de desafiar a la ciencia, lo que pone extremadamente nervioso a Tom, que está convencido que es otro estafador. Todos, incluso Margaret, le piden que deje en paz a Simon, pero Tom está dispuesto a descubrir la verdad, obsesionándose con hallar el truco. Pero, ¿y si no lo hay? ¿Y si ese hombre es capaz de levitar, leer el pensamiento o curar un cáncer en cuestión de segundos? Lector, tendrás que ver la película para conocer la respuesta. Hábilmente, Cortés juega tanto con las herramientas del cine como las expectativas y las certezas del espectador, al que propone un juego fascinante de enigmas, apariencias, engaños y sorpresas. Es un ejercicio ejemplar de suspense, siempre estás intentando anticiparte, ver qué ocurre a continuación, y lo inesperado aguarda tras cada esquina, pero al tocarse temas tan delicados, como la fe en el más allá, quizá requiere de la entrega completa del espectador para poder impactar plenamente. Uno debe dejarse llevar, disfrutar el viaje, y con esto no me refiero a relajarse y apagar el cerebro, al contrario, las imágenes te obligan a estar activo desde el primer minuto, pero conviene no perder la perspectiva y tener claro que se trata de pura ficción, de un thriller, que no se pretende dar una solución definitiva a las profundas cuestiones que se plantean los protagonistas.

Robert de Niro en una imagen de Luces Rojas

Precisamente uno de los mayores aciertos de Cortés es no dar todas las respuestas sino dejar margen al espectador para que rellene los espacios, si quiere. Resulta esencial para la película, y está muy logrado, el retrato de las dos posturas que suelen enfrentarse ante un suceso paranormal o aparentemente inexplicable. Por un lado los escépticos, que dan por hecho que todo tiene una sencilla explicación racional, y por otro los creyentes, que confían ciegamente en lo extraordinario, en la magia; ambos son criticados en la película por su incapacidad para moverse un centímetro del lugar que han escogido voluntariamente. Pero no todos los personajes se sitúan en uno de estos dos bandos, han sido creados con cuidado para resultar verosímiles, cercanos, y por ello tienen dudas, resultan contradictorios, son humanos. Una de las ideas de ‘Luces rojas’ es que hasta el sujeto más incrédulo puede llegar a plantearse la existencia de algo que consideraba imposible, que por naturaleza el ser humano parece necesitar creer, tener fe. Y que es muy vulnerable. Como acertadamente defiende Cortés, se puede engañar al cerebro, jugar con los sentidos, los ilusionistas saben cómo hacerlo, y los timadores que adivinan el futuro o invocan a los espíritus, también.

Por las numerosas entrevistas que ha concedido Rodrigo Cortés (yo mismo he intentado concertar una, sin suerte) y por lo que muestra en pantalla, resulta evidente la pasión del director acerca de los temas que trata ‘Luces rojas’, y creo que esto ha jugado en su contra. Ha querido abarcar más de lo que debía. Hay mucha información que resulta intrascendente y que entorpece la narración, quizá dando la sensación de que no se sabe en qué dirección llevar el relato, como si Cortés titubeara. Me consta que ha trabajado muchísimo en el guion y en el montaje, pero, en cierta manera siguiendo las equivocaciones de sus personajes, no ha sabido mantener la distancia y observar con la mayor objetividad posible el material; quizá por eso ‘Buried’ es más redonda, porque le dio la oportunidad de analizar fríamente el texto de Sparling y sacar el máximo rendimiento.

En cualquier caso, el mayor patinazo de su tercera película (que llega a recordar bastante a ‘El truco final: El prestigio’ de Christopher Nolan) es el tramo final, y concretamente me refiero a lo que podríamos llamar “epílogo”, a partir de que Buckley abandona el escenario tras encarar a Simon. Subraya lo evidente y estropea el impacto logrado con la última secuencia; sobraba. Se levanta uno de la butaca con un ligero sabor agridulce, pero entonces repasa, individual o colectivamente, lo que ha visto. Lo recuerda, lo analiza, lo madura. Y destacan las interpretaciones, en especial el portentoso trabajo de Murphy (capaz de transmitir todo lo necesario con miradas y gestos), la emocionante música de Víctor Reyes, el talento de Cortés para trazar una historia cautivadora y mantener la intriga hasta el desenlace… Y en algún momento te paras y descubres que la película ha logrado el objetivo. Te ha atrapado.

3,5

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