Lucas es un joven quinceañero, de familia desestructurada y pobre, huérfano de padre y, se intuye, un amante del deporte, pero que debido a un episodio trágico reciente no puede practicarlo dado la importante lesión que ha sufrido en una de sus piernas.
Dicho episodio pasado le ha desmoronado su presente y no parece dejarle continuar su vida, aún más si las necesidades económicas se acrecientan y su madre no parece querer ayudarlo, más bien todo lo contrario, pues al llevar a un novio canalla y beodo a casa, el hogar se ha convertido en un infierno para Lucas.
En estas circunstancias, el muchacho se topa con Álvaro, un hombre que le hace fotos sin su permiso y le propone seguir haciéndole más a cambio de dinero. Ante tal coyuntura, el joven acepta. ¿Para qué quiere las fotos? Lucas no lo pregunta, Álvaro no responde.
Esta es la premisa inicial del segundo largometraje del realizador valenciano Álex Montoya, tras la singular y divertida 'Asamblea' (2019), una comedia que parodia los nuevos modelos de participación ciudadana hasta alcanzar con acierto lo caricaturesco. Nada más lejos de aquella obra, Lucas propone en su planteamiento un drama social con personajes de barrio, conflictos paternofiliales, drogadicción y violencia, esta última aunque no explícita sí latente.
Montoya firma una adaptación superior al corto original
El ambiente se tornará aún más turbio cuando se descubra que Álvaro utiliza las fotos para hablar a través de redes sociales con chicas adolescentes. El peligro de Internet y las falsas identidades, el uso de menores en redes sociales o el grooming son problemas expuestos por el director, aunque menos ampliado en profundidad que en el corto homónimo en el que basa la película.
En aquel cortometraje de 2012, también dirigido por Montoya y coescrito por él junto a Sergio Barrejón, pero cuyo reparto es completamente diferente, posee la misma estructura narrativa inicial. Sin embargo, las diferencias son notorias, en especial con lo que respecta al presupuesto, la madurez en la escritura de los personajes (sobre todo en el de Álvaro) y la originalidad del tercer acto, haciendo del largometraje una obra más atractiva y mejor estructurada que el corto, que obtuvo nominación en los premios Goya. Puedes verlo a continuación:
El filme ha conseguido en el último Festival de Málaga tres Biznagas de plata en la sección Zonazine (misma sección en la que concursó 'Asamblea'): los premios a mejor película española, premio del público y mejor actuación masculina para el joven Jorge Motos, que da vida al inestable adolescente protagonista.
El elenco principal lo completan Irene Arula, Jordi Aguilar y Jorge Cabrera, los cuales ya habían trabajado anteriormente con el director. Destaca la compleja interpretación de Cabrera, quien encarna a Álvaro, el pederasta cuyo presente está marcado por su pasado, al igual que le sucede a Lucas. Se trata de un personaje oscuro, cuyas acciones son absolutamente reprobables pero que, sin embargo, es mostrado como un ser afligido, incapaz de controlar su adicción y deseoso de poder contar sus problemas a alguien que lo escuche sin ser prejuzgado de inmediato.
Un personaje que es, a la vez, verdugo y víctima y que permite cuestionar e incomodar al espectador ante la posibilidad de sentir empatía por él, gracias a la acertada ambigüedad con la que es dibujado su perfil. La figura del pederasta es muy recurrente en el cine, pero más allá de los clichés resulta necesario poner sobre la mesa debates que se extraen de esta obra. ¿Hay que condenar al monstruo o ayudarlo a adaptarse nuevamente a la sociedad? ¿Quiénes son realmente los verdaderos monstruos?
'Lucas', del drama social al thriller que invita a la reflexión
El otro elemento plausible de Lucas es su tercer acto, en el que culmina la transición desde el drama social al thriller más puro. Aquí, la puesta en escena tiene como pilar fundamental la creación de la atmósfera a través del espacio en el que transcurre la acción, que no es otro que el inmejorable paraje del Parque Natural de la Albufera, una localización muy utilizada en el cine español en el último lustro, en películas como 'El desentierro' (Nacho Ruipérez, 2018), 'El silencio del pantano' (Marc Vigil, 2019) o la aún inédita 'El lodo' (Iñaki Sánchez Arrieta, 2021), así como en series como 'El embarcadero' (Álex Pina, Esther Martínez Lobato, 2019).
Al igual que hizo Alberto Rodríguez con las marismas del Guadalquivir en 'La isla mínima' (2014) o Pepe Coira con la isla canaria de El Hierro en la serie 'Hierro' (2019), Montoya absorbe las texturas, los sonidos y la sequedad del territorio para situarlo en pantalla casi como un personaje más.
A pesar de que la película presenta problemas en el guion que afecta a la verosimilitud de algunas secuencias, se celebra, no obstante, la valentía de Montoya al proponer un thriller dramático con toques de humor costumbrista protagonizado por personajes de la vida real con los que debiera resultar difícil empatizar o tener algún tipo de acercamiento pero que, a través de una historia de amistad y fortaleza en un sórdido mundo donde al diferente se le condena de inmediato, es posible cierta identificación.
Un logro que permite al espectador reflexionar acerca de los interrogantes planteados antes y que, a la postre, resulta más valioso que su factura técnica y sus localizaciones.
Ver 3 comentarios