Hubo una época, allá por principios de los setenta del siglo pasado, en la que el cine de género –terror, suspense, ciencia ficción, etc.- no sólo se producía en masa en España, sino que era uno de los principales motivos de que la industria cinematográfica de nuestro país gozase de buena salud. Eran producciones baratas con mucha proyección internacional –las coproducciones estaban muy extendidas-, siendo la escasez de tiempo y presupuesto el principal elemento artístico en su contra. Sin embargo, la llegada del destape fue marginando su importancia hasta tal punto que la ley Miró estuvo a punto de acabar con ellas. Poco a poco han ido resurgiendo y en los últimos tiempos se empieza a ver una clara recuperación de esa tradición, con el aliciente añadido de contar con presupuestos más desahogados, algo que se nota lo suyo en el resultado final.
El último gran ejemplo de esa veta es ‘Los últimos días’ (id., Álex y David Pastor, 2013), primera película española de los hermanos Pastor tras su traumática experiencia con Miramax en el caso de ‘Infectados’ (‘Carriers’, 2009), su ópera prima. A finales del año pasado pudimos ver ‘Fin’ (id., Jorge Torregrossa), cinta con la que es muy fácil emparentar a ‘Los últimos días’ por abordar una historia de corte postapocalíptico, pero una vez vista tengo claro que se parece mucho más a la injustamente menospreciada ‘El incidente’ (‘The Happening’, M. Night Shyamalan, 2008). Eso sí, no vayáis a haceros ilusiones pensando que ‘Los últimos días’ es una gran película, ya que tiene fragmentos de muy buen cine, pero el resultado final es un tanto irregular.
La premisa de ‘Los últimos días’ obliga al espectador a dar un salto de fe, ya que jamás encontrará una explicación al evento que impide a los humanos salir al exterior si quieren seguir con vida. ¿Un toque de atención de la naturaleza por estar destruyendo lenta pero inexorablemente el planeta? A los hermanos Pastor no les interesan tanto los grandes temas como el aprovechar una situación límite para narrarnos una historia muy humana con la que todo el mundo puede sentirse identificado: Marc está dispuesto a lo que sea con tal de encontrar a su novia, una desaprovechada Marta Etura en un papel mucho más secundario de lo que pueda parecer a simple vista.
Es ahí donde surge un paralelismo evidente con la cinta de Shyamalan, ya que allí la clave acababa siendo la unión de un núcleo familiar desestructurado, mientras que en ‘Los últimos días’ se incide en la separación física y se dosifica con mayor acierto el delicado momento por el que pasaba la relación entre Marc y su novia a través de una hábil utilización de los flashbacks. De hecho, eso es algo que se extiende de forma generalizada a toda la acción, ya que los Pastor no nos muestran directamente que los dos protagonistas eran jefe y empleado y que el primero tenía pensado despedir al segundo, ni tampoco nos muestran de forma lineal la progresión del misterioso evento. Esto ayuda a crear una de las mejores secuencias de la película, esa en la que un compañero de trabajo de Marc es despedido y escoltado por los agentes de seguridad al exterior del edificio. Mucho temo que su capacidad de impacto se hubiese diluido sin esa preparación adicional al espectador sobre el mortífero acontecimiento que está teniendo lugar.
No es mi intención criticar la actuación de Quim Gutiérrez, ya que está muy correcto mostrando las miserias y la determinación de Marc para reencontrarse con su novia Julia, pero lo que muchos sospechaban se convierte en una realidad irrefutable: José Coronado demuestra no solamente tener más talento, sino también una mayor variedad de registros –de jefe malnacido a hijo preocupado por su padre, pasando por muchos otros estados anímicos- y lo hace sin dar sensación de estar esforzándose durante la mayor parte de metraje. Coronado es el que impide que la monotonía se adueñe de ‘Los últimos días’, porque el metraje se alarga con varias escenas que oscilan entre lo dudosamente necesario –el enfrentamiento con la banda que quiere apoderarse del GPS- y el relleno básico para servir como transición entre etapas del periplo de los protagonistas, ya que los diálogos, principal sostén de esos momentos, no están especialmente inspirados y es el talento del protagonista de ‘No habrá paz para los malvados’ (id., Enrique Urbizu, 2011) lo que impide que el espectador llegue a aburrirse.
Una de las cosas que se nota bastante es que los hermanos Pastor no han tenido el presupuesto suficiente para que su visión de la historia se transmita con suficiente realismo al espectador. ¿Qué quiere decir esto? Pues que hay no pocas escenas en las que los efectos visuales cantan muchísimo, corriendo así el riesgo de que el espectador desconecte de lo que sucede en pantalla. Es especialmente frustrante al haber momentos en los que todo funciona muy correctamente, pero los hermanos Pastor demuestran ser bastante ambiciosos en su forma de retratar los efectos del abandono en el exterior y eso acaba convirtiéndose en la mayor debilidad de ‘Los últimos días’ al dar una sensación de artificiosidad muy poco adecuada. Los Pastor se muestran más comedidos en las escenas de interiores, permitiéndose ciertas piruetas –el ataque del oso- resueltas con bastante pericia, aunque es en la notable secuencia del supermercado donde dan lo mejor de sí mismos. Por desgracia, las limitaciones presupuestarias también se dejan notar —especialmente en el fuego que aparece en escena— en el que, pese a ello, es el mejor momento de la función.
Es una pena que Álex y David Pastor no hayan contado con más medios para sacar adelante ‘Los últimos días’ y así poder convertirla en una mejor película de lo que ya es. Lo que nos queda al final es un entretenimiento bastante cumplidor realzado por la presencia de José Coronado y el buen hacer de los Pastor tras las cámaras. Por desgracia, también nos queda la sensación de que el guión es mucho más eficiente planteando ideas que ejecutándolas y el mejorable acabado visual resta fuerza a no pocas escenas.
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