Una vez más Henry Selick no las tiene todas consigo cuando se trata de reconocer su valía y su indudable talento para ser orquestador de mundos creados por otros. En ‘Pesadilla antes de Navidad’ todo el mérito fue a parar a su productor, Tim Burton, y aún hay gente que piensa que la ha dirigido. De nada sirvieron las futuras ‘James y el melocotón gigante’ que tuvo una recepción de crítica y público más bien tibia, y ‘Monkeybone’, aburrido y espantoso trabajo en el que Selick fracasaba por completo con su mezcla de imagen real y animación.
Ahora con ‘Los mundos de Coraline’ la cosa parece que está cambiando, y muchos empiezan a ver a Selick como lo que realmente es: un autor. Y aunque dicho término se aplica a aquel que ha creado todo un universo, ya sea cinematográfico o literario, también puede considerarse así a aquel que es capaz de transcribir las obras de otros a un lenguaje totalmente distinto, incluso aquel que ve todo el potencial de un guión ajeno y es capaz de ponerlo en imágenes, creando su visión personal de lo escrito.
Puede que en ‘Pesadilla antes de Navidad’, Tim Burton controlase más de la cuenta la película, porque al fin y al cabo eran su historia y sus personajes, aunque el guión final no es suyo. Probablemente su labor fuese algo parecido a lo que David O. Selznick, el principal culpable de que la figura del productor se erigiese por encima de todo (en ciertos aspectos se echa de menos en la actualidad ese tipo de trabajo), que controlaba sus películas hasta el último detalle, pero eran directores como Victor Fleming o King Vidor quienes dejaban su estilo impreso en la película, al igual que Selick lo deja.
‘Los mundos de Coraline’ contiene un guión realizado por el propio director, quien ha partido de un libro del reputado Neil Gaiman (escritor de culto gracias a trabajos como ‘Casos violentos o ‘The Sandman’), que el propio Selick ha convertido en toda una referencia dentro del actual cine de animación, muy preocupado de perfeccionar al máximo la técnica en 3-D. Dicen que el resultado final de la película no fue retocado por ordenador, y no hay porqué poner en duda lo dicho viendo una película que respira a tradicional desde el primer fotograma, amor por lo artesano, tal y como nos muestra la secuencia inicial en la que se reconstruye la fabricación de una muñeca de trapo.
Selick juega a las simetrías en ‘Los mundos de Coraline’ creando dos mundos paralelos e idénticos, separados por una pequeña puerta como alegoría del paso de la realidad a sueño, ambigüedad con la que también juega la película. El mundo real será aquel que la protagonista no quiere, un mundo con padres que no le prestan atención, los cuales se convierten en los progenitores perfectos al otro lado del umbral. Por supuesto todo tiene truco y el precio por cierto tipo de felicidad, casi utópica, es demasiado alto. Selick lo narra con una concisión que asusta tanto como la terrorífica propuesta que presenta en la película. Selick se adentra sin contemplaciones ni dificultad en nuestros miedos infantiles, y lo ha expresado de una forma que reconocerán y disfrutarán tanto niños como adultos.
‘Los mundos de Coraline’ puede que sea un poco previsible en su desarrollo (al espectador no le queda la más mínima duda de cómo terminará la historia), pero es tan fascinante por atrayente el viaje que nos regala Selick que uno no pueda hacer nada más que rendirse ante una película tan sencilla como compleja, y con un arrebatador estilo visual que va cambiando según avanza la historia, oscureciéndose a cada paso, y llena de detalles tan sugerentes como el efecto de una maldita luna sobre el entorno.
Con el paso de los años, ‘Los mundos de Coraline’ será mucho más valorada de lo que ya es ahora. Su prestigio, partiendo en este momento desde lo más alto, irá creciendo como el film crece en intensidad. Mientras subrayo este punto me retiro a mis aposentos a escribir sobre una película pornográfica de un director que antes iba de trasgresor y ahora se ha ablandado un poco.