Conoce de sobra el lector lo poco que me agrada el cine de Sylvester Stallone, ya sea en sus películas como actor como aquellas en las que se ha puesto detrás de las cámaras. Salvo ‘Staying Alive’ (id, 1983) —secuela de ‘Fiebre del sábado noche‘— todas las películas que ha dirigido también las ha protagonizado, y aún no sé muy bien si es peor actor que director, o viceversa. Sus más que limitadas aptitudes para la interpretación están reñidas con su nulo sentido del espectáculo en prácticamente todas los trabajos que ha firmado como director. Pero Stallone tiene su público, eso no lo niego ni lo negaré nunca, sería absurdo. Incluso puedo confesar que a la edad de 15 ó 16 años, cuando el córtex no está lo suficientemente desarrollado, disfrutaba de alguna de sus películas.
He ido a ver ‘Los mercenarios’ (‘The Expendables’, 2010, Sylvester Stallone) movido por la curiosidad de ver cumplido un sueño que todos los que crecimos en los 80 tuvimos: ver a muchos de los actores de acción juntos en una película. Ahora entiendo que al haber crecido ese sueño nunca debió materializarse. Stallone ha hecho un trabajo encomiable al reunir a tanta estrella del sub-género, pero creo que lo ha desaprovechado totalmente a pesar de aciertos —si se les puede llamar así— parciales. La película ha sido un éxito menor de lo esperado, y es que, seamos sinceros, si esta película se hubiera estrenado en los 80, habría batido récords.
El argumento de ‘Los mercenarios’ no es sencillo, es simple. Un grupo que se dedica a limpiar este asqueroso mundo de todos los malos malosos reciben el encargo de liquidar a un dictador —David Zayas, el de ‘Dexter’, en un papel que no se lo cree nadie— en una pequeña isla de Vilena que tiene aterrorizados a los lugareños. Una vez allí el comando encabezado por Barney Ross (Sylvester Stallone) descubrirá que la verdad es bien distinta, camuflada de ex-agente de la CIA —Eric Roberts derrochando maldad— que quiere hacerse con todo un negocio de narcotráfico de drogas. Como vemos, una trama de los más manida, y por supuesto intencionada pues Stallone no pretende realizar la quintaesencia del cine de acción. Su película contiene diálogos absurdos, los personajes son casi todos huecos —salvo en sus músculos— y la historia carece de cualquier atisbo de profundidad.
Uno de esos diálogos —“maldito Shakespeare“— deja bien claras las intenciones de la película. Pero una cosa es realizar un film de acción para el entretenimiento puro y duro, lo cual no tiene nada de malo, y otra bien distinta hacerlo mal y encima recrearse en todas las flaquezas de este tipo de cine. ‘Los mercenarios’ está llena de ellas, desde un caótico montaje hasta la exageración extrema de los malvados, pasando por un ensalzamiento del machismo que ya no tiene lugar en los días que corren. Sirva como ejemplo la escena en la cancha de baloncesto con Jason Statham —uno de los actores con más libertad de expresión en el reparto, supongo que por la fama de la que goza— repartiendo mamporros a diestro y siniestro para terminar con la frase de diálogo más recordada del film —“porque yo lo valgo“— y no precisamente por buena.
Si seguimos con momentos que serán recordados, aunque no sean memorables, tenemos ese instante de reunión entre Sylvester Stallone, Bruce Willis —que aceptó hacer la escena mientras se encontraba rodando ‘Vaya para de polis’ (‘Cop Out’, 2010, Kevin Smith)— y Arnold Schwarzenegger, a quien se le ofreció el rol de Willis pero lo declinó buscando hacer un cameo que hiciera referencia a su vida política. Sorprendentemente para quien esto firma, el que mejor está en dicha secuencia, el más natural, es el señor Stallone, quien es capaz de contenerse en el humor facilón que desprende dicho encuentro. No obstante, esa secuencia sabe a poco, primero porque no está filmada con pericia, y segundo por algo ajeno a las cualidades del film: lo que realmente queríamos es ver a los tres actores juntos en acción y no haciendo bromas sobre sí mismos. ¿Quizá en su ya confirmada secuela?
De sus innumerables secuencias de acción, casi todas ellas con un montaje digno de Michael Bay —¿es que Stallone no ha aprendido nada con el paso de los años o acaso ha preferido ir acorde con los nuevos tiempos?—, me quedo con la del avión pilotado por Stallone y Statham en el morro del mismo manejando las ametralladoras con las que liquidan a todo bicho viviente en un puerto. La efectividad del montaje y la posible emoción del momento no vuelven a repetirse en ningún otro instante del film. Cuando el film no es testosterona salpicando al patio de butacas hay una secuencia que merece destacarse, aquella en la que Barney y Tool (Mickey Rourke) hablan sobre el valor moral de sus actos. Es Rourke quien sostiene la escena demostrando con su contención dramática que aún en un producto tan vacío como éste se puede hacer algo. Eso sí, la escena dura lo que un suspiro.
El resto es un desfile sin demasiado sentido —no voy a meterme con las incongruencias de algunas de sus secuencias de acción— de un montón de caras conocidas y que en cierto modo permiten a Stallone volver a su época dorada, los 80, en la que él era prácticamente el rey en este tipo de producciones. Para este señor, tal y cómo sentenciaba en ‘Rambo’ (‘Rambo: First Blood Part II’, 1985, George Pan Cosmatos), los tiempos sólo cambian para algunos, y ‘Los mercenarios’ es una firme demostración de ello.