No cabe duda de que el material literario en el que se inspira ‘Los hombres que miraban fijamente a las cabras’ resulta cuanto menos interesante. Un best-seller de Jon Ronson que resulta ser un estudio sobre los intentos del gobierno norteamericano de aprovechar las capacidades paranormales para combatir al enemigo. Eso, unido a un reparto que busca en el disparate y la comedia absurda una forma de brillar (sin conseguirlo) en pantalla, es lo más atractivo a priori.
Sin embargo, la cinta dirigida por el actor Grant Heslov es un enorme patinazo, una comedia fallida, sin gracia, falta de ritmo y que resulta completamente desaprovechada. Desde la misma historia a unos intérpretes de primera fila que fracasan estrepitosamente a la hora de arrancar alguna sonrisa, aunque no por su empeño.
Lo que debía ser una sátira sobre el ejército y sus artimañas secretas acaba siendo una narración que se desinfla tras su inicio esperanzador y que se intenta apoyar en los gags y chistes para desarrollar la historia, pero que apenas consigue algún momento meritorio. Y si éste lo hay es por ver cómo Kevin Spacey, Jeff Bridges, Ewan McGregor o George Clooney campan a sus anchas buscando convertirse en el rey de esta historia que tanto prometía.
Algunos comentan que Heslov ha intentado convertirse en los Coen, de buscar en la acidez y la parodia inteligente el estilo que marcase a ‘Los hombres que miraban fijamente a las cabras’, pero lamentablemente queda a años luz y demuestra enorme torpeza al hilvanar el relato y mantener un interés creciente. Tantos altibajos en la narración, sin un hilo conductor que guíe al espectador, acaba acumulando escenas de humor absurdo, que ni siquiera saber sacar el máximo provecho de la comicidad de Spacey o del mismísimo Jeff Bridges, que conforme avanza el metraje acaba pasando de eje de la historia a secundario de último plano.
Personajes desaprovechados
Mediocre resultado que da que pensar qué hubiese sido en manos de un realizador más inspirado y con mejor manejo de la narración y la dirección de actores. Que tan sólo con llevar con un poco de inteligencia el gran plantel de actores hubiese logrado llevar a la cinta a mejor puerto. Y es que el largometraje apenas mantiene el interés, tras desinflarse a los pocos minutos, por ver si Spacey y compañía logran levantar el tono, aportar más diversión y más risas, algo que no consiguen por la desastrosa mano de Heslov.
Es también comprensible que semejante mezcla de ingredientes no era fácil de cocinar. Hasta aquí de acuerdo, pero no hacía falta mucha destreza para conseguir reírse del ejército con gracia, de utilizar el pensamiento hippie, el LSD, la parapsicología y obvias referencias Jedi en un pastiche mucho más hilarante de lo que consigue. Apenas un poco de control y de cierta habilidad hubiese logrado no desinflarse antes de mediar el metraje, como es el caso. Ya que tras la presentación a cargo del periodista Bob Wilton (McGregor) del disparatado ejército de la Nueva Tierra, al que conoce tras toparse con el extraño y misterioso Lyn Cassady (Clooney), y sus curiosas y estrafalarias tácticas bélicas incentivadas por el hippie Bill Django (Bridges), el resto es un ir y venir sobre la descripción del grupo de militares con poderes parapsicológicos (destacando Spacey), con una aventura en medio del desierto de nulo interés.
Parece que Heslov se quedó mirando fijamente a alguna de las cabras protagonistas y entre bostezo y bostezo transmitiera ese aburrimiento a la cinta. Y eso que cuenta con algún que otro ingenioso diálogo, que puesto en bocas de la comicidad de Clooney, del sorprendente Bridges o del disparatado Spacey logran que la payasada se vista con un tono más hábil, aunque quedan como momentos demasiado aislados y sin una conexión, sin un ritmo sostenido. Y de todo ello, tan sólo me quedaría con la rivalidad entre los personajes de Clooney y Spacey, porque McGregor, encargado de ser el conductor de la historia, destila sosería hasta el último minuto.