Como sabéis, este pasado viernes se estrenó en España lo último de Álex de la Iglesia, 'Los Crímenes de Oxford' ('The Oxford Murders'). Basada en la novela de Guillermo Martinez, la película gira en torno al profesor Arthur Seldom y a Martin, un joven estudiante americano recién llegado a la universidad de Oxford con motivo de su tesis doctoral. Una anciana, que aloja al muchacho, aparece asesinada en el salón de su casa, comenzando así un juego macabro. Todo apunta a que alguien quiere jugar no sólo con la policía sino también con el profesor Seldom.
Cuando acabo de ver una película, normalmente, a veces durante los créditos, necesito charlar atropelladamente sobre ella, soltar y recibir comentarios en poco tiempo, con el visionado aún muy reciente. Otras veces me quedo mudo, y se debe a dos razones; o he visto una obra maestra de la que es mejor no decir nada (por el momento) o me he llevado un chasco tremendo. Como podéis suponer sin mucho esfuerzo, con 'Los Crímenes de Oxford' me pasó esto último. Personalmente, creo que las expectativas sólo juegan con las películas menores. Es decir, si te plantas ante una buena película, da igual que te hayas sentado a verla pensando que es la nueva maravilla del séptimo arte o la mayor basura filmada en todo el año. No he ocultado que Álex de la Iglesia me parece el mejor director que tenemos en este país, ni que le tenía muchas ganas a 'Los Crímenes de Oxford'.
Pero lo cierto es que el producto que encontré es totalmente fallido. Es un puzzle cuyas piezas no acaban de encajar a la perfección, están unidas a la fuerza. Todo en la película es artificial, no tiene justificación (la relación entre Watling y Wood, por ejemplo, sin química alguna), todo sucede y nada permanece, nos quedamos indiferentes ante la acción. No hay suspense, no hay emoción y apenas tiene ese toque del director, esa mala uva tan característica. Por no haber, no hay ni sorpresa. El doble y decepcionante final de la película es bastante previsible y, aunque ciertamente uno no acabe de componer el rompecabezas del todo cuando te lo explican (¡y vaya explicación más aburrida!), serán muy pocos los que caigan en el engaño que el guión de la película (del propio director y Jorge Guerricaechevarría) plantea. Una película que parece, por momentos, torpe y rodada con prisas. Desde luego, hay en 'Los Crímenes de Oxford' algunos destellos estupendos, como el plano secuencia a lo Brian de Palma o detalles sueltos del maquiavélico personaje de John Hurt, por ejemplo, esa sonrisa furtiva que dibuja brevemente en la comisaría.
El crimen de Álex de la Iglesia es que ha realizado una película que podría haber firmado cualquier otro. Y eso no es lo que esperamos de él. Desde luego, hay talento en la dirección de 'Los Crímenes de Oxford', hay fogonazos de lo mejor de este cineasta, pero falta oscuridad, mala leche, sangre, humor patrio. En definitiva, faltan cosas que uno espera de una película dirigida por De la Iglesia. Y no porque nos guste lo conocido, sino porque nos faltan muchas e las virtudes de su cine. Especialmente, ese humor políticamente incorrecto que consiguió arrancarnos carcajadas en otras películas, esas risas que en otro contexto se cambiarían por un silencio respetuoso o educado. Muertes ridículas, bromas típicamente españolas y personajes encantadoramente groseros. En 'Los Crímenes de Oxford' vamos a encontrar blancura, ojos azules, personajes planos (casi todos), sexo de videoclip, bromas forzadas y razonamientos tan brillantes como los que hemos visto en cosas como 'El Código Da Vinci' o 'La Búsqueda 2'.
Sin duda alguna, lo mejor de la película es el trabajo del veterano y gran actor John Hurt. Se come la pantalla, todo lo que dice te lo crees sin rechistar, el personaje parece escrito para él. Y, por cierto, no deja de tener muchísima coña que salga vestido como Guy Fawkes cuando hace nada encarnó al villano, al dictador, de la comercial adaptación de 'V de Vendetta'. Empequeñecido (nunca mejor dicho) queda el otro protagonista de la historia, un Elijah Wood que no resulta del todo creíble, parece un poco ausente de todo lo que ocurre, como si la película no fuese con él o el personaje no le resultase cómodo. Tampoco está fatal, no me entendáis mal, cumple poniendo el careto de turno, y es un chico que me cae muy bien, con esos ojos enormes y esa pinta de no haber roto nunca un plato, pero a le hacía falta otro actor, uno que pudiese transmitir más emociones y que te hiciera sospechar que, quizá era el asesino. Por otra parte, si hablamos de malos resultados en lo que al reparto se refiere, hay que mencionar a la española Leonor Watling, cuyo personaje sobra totalmente. El origen hay que buscarlo en el defectuoso guión, que compone un rol absurdo y gratuito, casi parece que sólo para que la mujer muestre ese cuerpazo que Kubrick le ha dado (nota mental: conseguir esa foto de la Watling semidesnuda en la cocina), pero es que la actriz tampoco pone nada de su parte. De nuevo, uno la descarta inmediatamente como el cerebro que ha organizado todo y eso va en contra del suspense que propone De la Iglesia. Todos deberían parecer posibles culpables, pero no ocurre así. Por último, señalar la agradable presencia de Dominique Pinon, con un personaje que, igual que el loco mutilado, parecía que daba para mucho más y, sin embargo, se queda en humo.
'Los Crímenes de Oxford' es la película menos personal de Álex de la Iglesia y, aunque no exclusivamente por eso, la menos jugosa, la más floja. Otro film de códigos y claves secretas que no consigue lo fundamental: mantener al espectador pegado a la butaca, preocupado en no pestañear para no perderse ningún detalle. Al revés, uno va descubriendo lo incómodo que es el sillón, se va preguntando mentalmente cuánto dura la película y contempla impasible los (supuestamente fascinantes) razonamientos de los personajes esperando que, de una maldita vez, encuentren al culpable de semejante espectáculo davinciano. Nos queda como consuelo, eso sí, haber disfrutado de otra magnífica composición de John Hurt. Esperaremos la próxima de Álex. Y con ilusión; un fallo lo tiene cualquiera.