Steven Spielberg ha hecho carambola. En su nueva película resume de forma astuta y elegante el momento sociocultural actual reflejándolo en un hecho particular del pasado reciente. Por una parte cuestiona un ambiente cada vez más castigado por los ataques a la libertad de expresión, y por otra choca los cinco al empoderamiento de las mujeres y su ebullición contra el patriarcado. Para ello, recurre a la odisea del Washington Post para conseguir sacar a la luz los famosos papeles del Pentágono.
El archivo era una filtración de documentos que demostraban que la administración había mentido a los ciudadanos sobre la guerra de Vietnam durante años, pero en el fondo, el contenido de los informes es prácticamente un macguffin sobre el que giran diversas tramas, que en el fondo son otro macguffin más para hacer un picoteo por los distintos aspectos relacionados con el mundo de la prensa escrita del siglo XX, casi a modo de documental didáctico en movimiento, pero siempre con una distancia dramática no siempre aparente.
El puñetazo en la mesa de una mujer acorralada
Es decir, todo lo que ocurre carece de un verdadero impacto emocional en sus personajes, lo que es natural dada su naturaleza coral, pero en el caso de Katharine Graham el conflicto principal del film, publicar o no publicar, se convierte en una cuestión que define todo el discurso. A través de la inseguridad representada por una estupenda Meryl Streep, se explora la lucha de una mujer sola en frente de salas de juntas llenas de hombres en traje oscuro cuchicheando sobre ella y su capacidad para regentar un periódico.
‘Los archivos del Pentágono’ (The Post) está llena de imágenes simbólicas sobre el papel de la mujer en el mundo laboral, mientras que otras tratan, consciente o inconscientemente, de ejemplificar como estaba normalizado su papel pasivo en la sociedad. Nada mejor para ilustrarlo como la escena en la que la madre e hija de Ben Bradlee ponen su granito de arena llevando pastitas y limonada a los periodistas que trabajan a destajo desperdigados en su salón. La duda es si Spielberg trata de elevar el detalle para añadirlo al discurso u ofrecerle un contrapunto.
El personaje de Tom Hanks es enérgico y representa la astucia arquetipica del periodista, por supuesto, el actor consigue hacerlo creíble, pero el pelucón y ciertos rasgos de la personalidad de Bradlee indican que, por mucho que su asociación con Spielberg haya dado grandes resultados en el pasado, no siempre el casting calza como debe y no termina de ser creíble como dandy americano con espíritu de sabueso. Sin embargo un excelente Bob Odenkirk como Ben Bagdikian protagoniza las mejores secuencias del filme, cuando este recuerda a un thriller político de los 70.
'Los archivos del Pentágono' recupera aquellas maravillosas redacciones del periódico en papel
Sus escaramuzas para conseguir los papeles, sus contactos con el submundo y las llamadas telefónicas siniestras, conectan con el cine de Pollack, Lumet y Pakula y de hecho, resulta el ángulo más estimulante para afrontar el filme, que podría ser una especie de precuela para ‘Todos los hombres del presidente’ (All the President's Men, 1976), como se deja caer en su escena de cierre. Y en este aspecto es dónde muestra también sus mayores carencias.
Y es que ‘Los archivos del Pentágono’ no es uno de esos thrillers, sino una versión predecible y con el seguro para niños activado de los mismos. Es un drama sólido e intachable técnicamente, pero también se le ve de lejos su carita de cachorro a los Óscar, con cierto exceso de monólogos solemnes que más que añadirle prestigio la acercan a una aventura más teatral de lo que Spielberg acostumbra a rodar. Y es que la secuencia climática es una habitación llena de periodistas uniendo piezas del puzzle con miles de papeles desordenados.
En el momento en el que las decisiones son tomadas y todo rueda es una palmadita en la espalda para la prensa, una mirada nostálgica sobre el proceso reflejada en la casi musical escena de imprenta, con detalles de maestro como ese retumbar de terremoto de todo el edificio que simboliza el impacto de la propia edición del periódico. ‘Los archivos del Pentágono’ va más allá de reprender el clickbait actual o las fake news, es un recordatorio necesario del propósito de la prensa y la verdad en una democracia, pero no se encuentra entre las obras más memorables de su director.
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