'Los amantes pasajeros', Almodóvar aterriza como puede

Un avión de las aerolíneas Penínsular despega con destino a México. En su interior una tripulación y unos pasajeros al borde de un ataque de nervios –y sí, lo he hecho adrede– debido a un fallo técnico del aparato y por el que tendrán que realizar un aterrizaje forzoso cuando encuentren una pista libre. Esta es la premisa principal de 'Los amantes pasajeros', la nueva película de Pedro Almodóvar que se estrenó en Francia la semana pasada, casi un mes después de su estreno en España.

La película número diecinueve del manchego más internacional prometía ser un regreso a los orígenes de sus comedias más célebres como 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' (id, 1988) o 'Kika' (id, 1993) y aunque lo intenta con ganas, no llega a tener la frescura que tenían sus hermanas mayores. Si mis compañeros Mikel y Sergio ya os hablaron de ella, ahora me toca a mí, desde la experiencia de haberla compartido con una sala llena de franceses.

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El hecho de ser el director de cine español más reconocido y admirado internacionalmente tiene –obviamente– muchas ventajas, pero las desventajas son mucho más peligrosas, como por ejemplo que el espectador se lo tome demasiado en serio o se espere demasiado de todos y cada uno de tus proyectos. Eso es lo que le ha pasado a Pedro Almodóvar con 'Los amantes pasajeros' al dejar de lado ese melodrama con toques de cine negro al que lleva acostumbrándonos desde 1999 tras el estreno de 'Todo sobre mi madre' para trasladarnos a la comedia ligera –muy ligera– en la que o entras de lleno en el juego del absurdo o te sales ante semejante estupidez.

Yo debí tener un día muy bueno y aguanté como una campeona y es que mi curiosidad por ver a ese explosivo reparto en acción era demasiado grande para frenarla, así que opté por la primera opción y me dejé llevar por esta comedia en una pequeña sala parisina arriba hasta los topes –y permitirme la redundancia– de parisinos. Resulta más que curioso ver una película de Almodóvar rodeado de franceses, quienes lo tienen en un pedestal y como educados y finos, entienden su humor de una forma totalmente distinta al aceptar como una divertidad excentricidad los chistes y situaciones que a nosotros nos parecen de lo más vulgar y de mal gusto.

Y es que no puede decirse que 'Los amantes pasajeros' sea una buena, más bien al contrario: en ocasiones la cinta parece realizada por un aficionado entre tanta secuencia sin sentido y tramas díficiles de creer. Sí, lo sé, ¿desde cuándo las películas de Almodóvar son fáciles de creer? Siempre sobrevuelan por sus tramas ese aire de inverosimilitud, que en alguna ocasión tiene su gracia –la coreografía de los tres pizpiretos azafatos– y en otras ninguna –el momento 'sexo para todos'–.

La intención de volver a sus orígenes, el de sus comedias más alocadas y ligeras –las ya citadas 'Kika' o 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'– le han salido por 'la culata' a Pedro Almodóvar ya que era demasiado arriesgado captar el aire desenfadado de sus comedias noventeras, situarlo en la actualidad y además, mantener su estatus de 'director alabado por la crítica internacional'. Aún así, se pueden captar grandes esfuerzos intentando hacer ciertas alusiones a la sociedad española actual –corrupción, aeropuertos sin aviones, vedettes con líos políticos–, aunque es una lástima que todo quede en una simple anécdota que ni siquiera es capaz de asustar un poquito a nuestros queridos gobernantes.

A pesar de todo, 'Los amantes pasajeros' tiene algo que bien la hace merecedora de que gastemos algo de nuestro tiempo en verla y es su estupendísimo reparto y el trabajo que hace el director con sus actores. Para empezar el trío formado por Javier Cámara, Raúl Arévalo y Carlos Areces es incombatible: los tres azafatos homosexuales con amplio repertorio de coreografías de temas e ayer y de hoy para entretener a los pasajeros en situaciones extremas. Un trío maravilloso interpretando a tres personajes muy extremos que en manos de otros intérpretes se habría salido de madre. Lola Dueñas, Cecilia Roth, el prácticamente desconocido José María Yazpik, el siempre descomunal Antonio de la Torre –muy lúcido en su entrevista para Blog de Cine–, el infravalorado Miguel Ángel Silvestre por su encasillamiento televisivo y hasta el cortísimo cameo de Paz Vega, hace que la cosa funcione, por lo menos un poquito.

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