Con la resaca de San Valentín, el servicio de stream de Amazon, Prime Video, ha estrenado una oda al romanticismo mal entendido: el documental sobre el famoso caso de Lorena y John Wayne Bobbit y su miembro cercenado.
Se rompió el amor
Parecía una buena idea. Jordan Peele agarrando por los cuernos el punto de no retorno que convirtió al periodismo de investigación y las noticias televisivas en la basura que vemos ahora en televisión. Sacando punta (juro que no es un chiste) al asunto del miembro que Lorena Bobbit arrancó de cuajo a su marido, John Wayne Bobbit, y que se convirtió en la comidilla del mundo durante aquellos locos años noventa, podemos decir que 'Lorena' es un trabajo menos gratificante de lo que cabía suponer en un principio.
En medio de una cálida noche de junio de 1993, una joven arrancaba el pene de su esposo en un aparente ataque de rabia. Las versiones enfrentadas de la guerra entre John y Lorena Bobbitt explotaron en los televisores de todo el mundo en riguroso diercto desde sala del tribunal. Un país, un planeta, tomó partido en una histórica e inédita batalla de sexos que dio a luz al voraz servicio de noticias de televisión de 24 horas y a un sinfín de programas de medio pelo aprovechando el tirón sensacionalista de la historia.
El problema principal de una miniserie documental como 'Lorena' es que, al contrario que en el reciente 'Tres idénticos desconocidos', el mundo conocía de sobra el caso Bobbit tras un cuarto de siglo en las portadas de los medios, en los aniversarios de los programas de zapping y, por supuesto, en Youtube y demás medios online.
Ni oficial ni caballero
John Waye Bobbit no era trigo limpio, y es posible que su desdichada esposa también tuviera lo suyo. Es más, en un momento del último episodio, casi al final, ella reconoce que se trata de un caso con dos víctimas. Aquella joven de origen ecuatoriano que cumplía el sueño americano casándose nada menos que con un marine, estaba lejos de saber el infierno que tendría por delante.
Por supuesto, además de la tormenta de basura generada por minuto, ese infierno incluye también el aluvión de chascarrillos y chistes de comediantes y presentadores de los programas de entrevistas más rompedores del momento, como Howard Stern, Whoopi Goldberg o Andrew Dice Clay, una forma estupenda de ambientar la locura de esas semanas en que la cultura pop se centró en un miembro viril amputado.
Las buenas noticias se quedan en su arranque, en un primer episodio abrumador, con miembros amputados perdidos entre la maleza, agentes del orden con pocas ganas de contar por radio lo que ha pasado y una sobredosis de exposición que, además, se vuelve extrañamente divertida: ese abogado explicando lo contrario de lo que quería decir a los medios quedará para la eternidad.
Equipo de investigación
No hay respuestas en 'Lorena', porque tampoco hay demasiadas preguntas en el aire, y los mayores secretos que se cuentan ya eran de dominio público desde hace mucho tiempo. A pesar de su rumbo inconexo y de caer en la reiteración constante, dando rodeos que terminan en el mismo punto durante buena parte de su estirado metraje, funciona como revulsivo y toma de conciencia de cómo se tomaban las versiones de unos mismos hechos según el sexo de quien las cuenta. ¿Os suena?
Aún con su torpeza, la semilla logra quedar más o menos plantada: ¿realmente hemos cambiado en algo nuestra conducta? ¿Los prejuicios? ¿El machismo ha pasado a mejor vida? Esas preguntas son las más interesantes de un trabajo encomiable en lo referente a exponer archivo pero al que le falta algo más de enjundia y trabajo para hacer reflexionar como sí han logrado otros compañeros de generación.
Sin intención de hacer sonar la alarma, es posible que este tipo de serial true crime se nos esté yendo de las manos, o tal vez, por qué no, es posible que ese circo en el que se convirtió el caso del matrimonio Bobbit no fuera más que eso mismo, un circo de tres pistas con dos amantes de las emociones fuertes ocupando el mismo espacio. Demasiados trapecistas para un solo columpio.
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