2012 está llegando a su final y es inevitable echar la vista atrás. Algunos, para los que el cine es mucho más que entretenimiento (a menudo creo que es un bien necesario para contrarrestar los sinsabores de la vida), hemos visto cientos de películas a lo largo de este año. Tardaría un buen rato en recordar la mayoría de los títulos, así como escenas o momentos destacables que me gustaron o disgustaron en su momento; no me aportaron gran cosa, pasar el rato como máximo, y las voy olvidando. Sin embargo, y a pesar de lo que se dice, aún se hace buen cine, es posible hallar obras valiosas que estimulan la imaginación y desafían al espectador; a este selecto y memorable grupo pertenece ‘Looper’ (Rian Johnson, 2012).
Aunque ha sido comparada con ‘Matrix’ (‘The Matrix’, Andy y Lana Wachowski, 1999), yo diría que más bien es un caso similar al de ‘District 9’ (Neill Blomkamp, 2009). Porque no se trata de asombrar al espectador con efectos visuales y despistarlo con dilemas filosóficos de foro de estudiantes, sino de poner en imágenes una singular historia de la manera más habilidosa, valiente y personal posible; en otras palabras, el fantástico como excusa para la pirotecnia o como herramienta narrativa —y conste que defiendo ‘Matrix’, pero como lo que es—. No pretendo afirmar que los enfoques tengan que ser absolutos sino que el objetivo es claramente diferente, lo cual no impide que el film de Blomkamp o el de Johnson descuiden el espectáculo o el envoltorio, esencial para llamar la atención entre tantísima oferta. Recuerdo que ‘Looper’ comenzó a hacer ruido cuando aparecieron las primeras fotos de un irreconocible Joseph Gordon-Levitt, maquillado para simular ser un joven Bruce Willis.
Fue un inteligente gancho. Gordon-Levitt es uno de los actores más populares y solicitados del momento (junto a Michael Fassbender, Tom Hardy y algunos más), Willis sigue siendo un icono a pesar de participar en malas películas, así que las imágenes despertaron una gran curiosidad. Muchos se preguntaron si tenía sentido contar con este actor y que no pareciera él, a fin de cuentas en incontables películas han empleado a dos actores para el mismo personaje en diferentes etapas de su vida y no se parecían ni en el color de los ojos. El argumento tampoco dejó indiferente a nadie: un asesino a sueldo descubre que debe liquidar a su alter ego del futuro, enviado atrás en el tiempo por la mafia que lo contrató para no dejar rastro alguno de los crímenes cometidos. Parecía claro que la película iba a ser especial. Y el tráiler despejó toda duda. Ciencia-ficción mezclada con cine negro, una premisa original para variar, actores comprometidos… Un cóctel irresistible.
Lo primero que llama la atención de ‘Looper’ es la contundencia y la frialdad del protagonista. Joe (Gordon-Levitt) está pendiente del reloj, apunta, aparece alguien delante de él y dispara. Sin más. Asunto resuelto. A cobrar. Y salir de marcha. Por supuesto, es una película y una que viene de Estados Unidos, así que uno sabe que el personaje no va a ser así hasta el final, en algún momento se volverá “bueno”, pero la clave está en plasmar ese cambio de forma progresiva y coherente, implicando al espectador en el proceso evolutivo del personaje; Rian Johnson (autor también del guion) lo consigue. Y en todo caso, elegir a este tipo y ponerlo como héroe es poco habitual. Nadie esperaba algo corriente de esta película pero estamos tan acostumbrados a que nos engañen con el material publicitario que se agradece cuando una cumple con lo prometido. Antes de llegar al esperado encuentro de las dos versiones de Joe, tenemos tiempo de presenciar cómo se vive en el año 2042, un escenario desolador y verosímil, y cómo es el protagonista en su juventud.
Hay muchas maneras de caracterizar a un personaje pero el mejor camino es a través de las acciones, de la respuesta a los conflictos. Johnson utiliza la voz en off (como fan del noir), el extraño maquillaje (del que Gordon-Levitt consigue que te olvides) y diferentes objetos (el reloj, el coche) para definir al Joe de 2042, pero lo que da verdadera dimensión al personaje es su modo de actuar (esas breves charlas en francés con la camarera) y de relacionarse con los demás (los personajes de Paul Dano y Piper Perabo). Joe está solo. Y aparenta ser feliz con el dineral que gana pero en realidad odia su trabajo y desea marcharse a otro lugar. Así que lo más apasionante de enfrentar a este personaje con su versión del futuro (Willis) es la oportunidad de establecer un diálogo entre lo que es Joe y lo que será (o podría ser) si continúa por el camino que ha elegido. Johnson no desaprovecha la situación y monta diferentes duelos entre ambos (desternillante la persecución en la cafetería) pero transmite el dilema con el que debe lidiar Joe: ¿quiero ser esa persona dentro de 30 años?
Es fácil ponerse en su lugar —incluso con sus peculiares circunstancias— porque en cierto modo todos nos hemos visto reflejados en una posible/probable versión de nosotros mismos al observar a nuestros padres. Algo que no puedes esquivar cuando descubres y te repiten que compartes con ellos rasgos físicos o de personalidad. Igualmente, todos hemos sido conscientes de que a veces somos nuestros peores enemigos, y esto lo recrea la película literalmente. Es también sencillo comprender la amargura del Joe de Willis —rechazado por su alter ego joven, cuyas decisiones le afectarán, desde algo tan superficial como un “tatuaje” a una poderosa conexión con una madre y su hijo (Emily Blunt y Pierce Gagnon)—, hasta que pierde el norte y se obsesiona con resolver una misión, cueste lo que cueste; esa línea de acción conduce a una de las secuencias más flojas de la película, especialmente decepcionante en lo que se refiere al enigmático personaje de Jeff Daniels, del que pienso que se podría haber sacado algo más de jugo (lo mismo que el interpretado por Noah Segan, reducido a insistente matón torpe).
Podría haber explotado la faceta espectacular del relato o profundizar más en las paradojas o los peligros de los viajes temporales, pero Johnson prefiere dar importancia a los personajes (el reparto está impecable aunque hay que destacar a Gordon-Levitt por ser capaz de recordar a Willis sin caer en una simple imitación), a la emoción por encima de la lógica (Christopher Nolan habría realizado una película muy distinta) y reivindica el fantástico como plataforma para hablar del ser humano, de nuestras imperfecciones, contradicciones, esperanzas y bondades. Con ‘Looper’ sales del cine no solo pensando en lo que acabas de ver sino también en tu propia vida, en las decisiones que has tomado y en las que tienes por delante, algo impensable con la mayoría de los estrenos que nos llegan cada semana. Desde luego, hay lagunas en el guion y el director se ve obligado a forzar situaciones o incluso romper las reglas para plasmar escenas poderosas (como la violenta escena de la mutilación) pero todo eso es irrelevante cuando estás delante de la pantalla y llegas a sentir la fantasía como real.
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