El director Oz Perkins ha pasado relativamente desapercibido entre la nueva ola de directores que han marcado el devenir del género con películas como ‘Hereditary’ o ‘La bruja’, pero lleva bastante tiempo ofreciendo su particular versión de lo maligno en películas como ‘La enviada del mal’ o ‘Gretel y Hansel’, y ahora con ‘Longlegs’, que se estrena el 2 de agosto en España, se consagra como el maestro actual del terror latente, gracias a una retorcida pesadilla satanic panic que se disfraza de thriller criminal a lo ‘El dragón Rojo’ (Red Dragon, 2002).
Su nuevo trabajo utiliza los códigos del thriller criminal heredero de Thomas Harris para desplegar una imaginería espeluznante digna de ‘Sinister’ (2012) en una sorpresa que tiene como reclamo la actuación de un Nicolas Cage que va a dar mucho que hablar. Su planteamiento de investigación al estilo ‘Zodiac’ (2007), por su cantidad de símbolos con los que el asesino juega con la policía, despliega un puzzle fascinante donde la resolución del enigma va pasando a segundo plano y lo que acaba embriagando el desarrollo es su atmósfera densa, la sensación constante de que hay algo verdaderamente maléfico siempre acechando.
Texturas vintage, ambientación noventera y la actriz Maika Monroe reivindicando su puesto de la scream queen más elegante de estos años, ponen al espectador en estado alterado desde el primer minuto. Todo en ‘Longlegs’ está cuidado al detalle, y aunque en realidad no esté a la altura de la película que sugerían sus tráilers —es imposible tras su increíble campaña de marketing—, su misterio deja huella e incomodidad hasta días después de salir del cine.
Aunque su referente cercano más parecido sea ‘Prisioneros’ (2013), en el fondo, la película podría entrar dentro de un tipo de thriller policíaco con pinceladas de lo sobrenatural que, en este caso, acaba siendo una verdadera obra de horror puro. Lo que sí demuestra es que el molde de ‘El exorcista III’ (1990) sigue siendo mucho más influyente de lo que se acredita y este puede ser uno de sus vástagos más adelantados, no solo por su atmósfera que permite tocar el mal, sino por sus escenas de careo entre policía y asesino, la sensación de que algo está fuera de las manos de los protagonistas y, sobre todo, la parte del clímax final.
Policías contra el diablo
Y es que la tradición del subgénero "policías contra sectas satánicas" surge de esa secuela del clásico de Friedkin, aunque hay bastante que ver con ‘Cobra’ (1986) o ‘The First Power’ (1990), hijas de la época del satanic panic que retrata, aunque Perkins prefiere adoptar la digestión lenta y detalles de trama afines al Kurosawa de ‘Cure’ (1997) para expandir su imaginario macabro con algunas claves ya autorales en su cine, ya que explora rasgos que son ya parte de su lenguaje, como los planos generales con siniestras siluetas en la distancia que ya ensayó en ‘Gretel y Hansel’, así como la simbología ocultista asociada al mal, en particular los triángulos, que crean un universo común.
El mayor valor inquietante son sus imágenes subliminales, no solo en montajes intensos con fotogramas con significado oculto, sino apariciones en los márgenes del plano, o al fondo que pueden no captarse a primera vista, con pistas que se relacionan con ‘La enviada del mal’ (2015) que podrían ser pruebas lanzadas por el director para decirnos que ambas transcurren en el mismo universo. Eso sí, aunque haya euforia crítica y concurso de frases eslogan lapidarias como “es la película más maléfica de la historia, cada fotograma me ha hecho vomitar’, no todo es redondo en ‘Longlegs’.
Hay alguna interpretación descompensada, líneas de guion no demasiado pulidas, algún que otro jumpscare bastante facilón que no cuaja nada con el resto del tono y cierta exposición final innecesaria que indica que no ser un autor significa escribir bien y que no pasa nada por contratar a un script doctor o coautor para afilar mejor los bordes de tu película. De hecho, todo eso es pecata minuta, porque lo que va a traer cola es Cage, ya que, aunque tanto su actuación extrema, como su caracterización (un poco Celebrities de Joaquín Reyes) puede resultar aterradora también puede provocar la reacción contraria en muchos otros.
Horror en la suburbia de los 90 más sucios
Sea como sea, su personaje es grotesco y tiene bastante más en común de lo que se comenta con el asesino de ‘Black Phone’ (2022) y comparte con The Grabber una palidez extraña y una fijación con los niños sospechosa, lo que ambas películas reflejan con momentos que hacen saltar las alarmas adoptando la estética de las advertencias sobre el "stranger danger" para infantes, y una ambientación en épocas proclives al pánico en la suburbia, hasta se usa un cambio de ratio y ocasional estética vintage similar.
Pero la mejor noticia es que Perkins sabe separarse de sus influencias y referentes, sin miedo a ofrecer una verdadera película de terror que nadie intentará vender como "en realidad es un thriller" por su envoltorio de investigación policial, no hay medias tintas, pese a no ser explícitamente "gore", pero que en sus sorpresas de su segunda mitad irá completando el rompecabezas propuesto de formas poco esperadas.
Lo mejor que se puede decir de ‘Longlegs’ es que no se va de la cabeza después de varios días, y eso es un logro del que pocas películas de género pueden presumir, también que consigue mucho sin necesidad de tener un gran presupuesto, y que no se avergüenza de ser primero un film de terror y después un policíaco, toda una sorpresa casi a contracorriente que pese a resolver muchos de sus enigmas deja mucho espacio para ampliar su universo de siluetas siniestras, ruidos macabros y signos que siguen dibujando unos barrios de los Estados Unidos abiertos a la pesadilla y los hombres del saco inexplicables.
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