Actriz de amplia y notable trayectoria —ha trabajado con importantes directores como Jean-Luc Godard, Krzysztof Kieslowski, Richard Linklater y Jim Jarmusch— la francesa Julie Delpy tiene también tiene su propia carrera como realizadora de cine. ‘Lolo, el hijo de mi novia’ es su sexto largometraje, tras haber dirigido películas como ‘Dos días en París’ ('2 Days in Paris', 2007), ‘Dos días en Nueva York’ ('2 Days in New York', 2012), ‘La condesa’ ('The countness', 2009) o ‘El Skylab’ (2011).
Tal y como hiciera en ‘Dos días en París’ y su secuela ‘Dos días en Nueva York’, Delpy vuelve a tomar como punto de partida las relaciones familiares, la convivencia en pareja y las intromisiones que ésta tiene que aguantar por parte de terceras personas para crear una comedia nada refinada, que si bien rompe con algunos algunos estereotipos comunes del género romántico, no pasa de ser un propuesta simplemente entretenida.
Vuelta a las relaciones de pareja
El argumento de la película nos presenta en sus compases iniciales a Violette (Delpy), una sofisticada parisina, y a su mordaz amiga Ariane (Karin Viard), quienes están pasando unas vacaciones en un balneario en Biarritz, en el sur de Francia. Violette conoce por casualidad (o por accidente) a Jean-René (Danny Boon), un freak informático de provincia que poco o nada tiene que ver con ella, pero contra todo pronóstico se enamoran.
Todo va bien hasta que Jean-René se traslada a París y conoce a Lolo (Vincent Lacoste), el posesivo y engreído hijo de 19 años de Violette, que está decidido a librarse de él cueste lo que cueste… El inicio de la película es bueno pero todo va hacia abajo a medida que avanza, y lo que parecía ser una comedia inteligente sobre el riesgo rehacer la vida sentimental después de los 40 acaba derrapando en una farsa descabellada sobre las maniobras secretas de un adolescente para deshacerse del nuevo novio.
Lolo comparte ciertas similitudes con la comedia estadounidense de 2010 ‘Cyrus’, en el que un hijo adulto extrañamente vinculado su madre perturba a su nuevo novio. Pero la película de Delpy, que ella misma escribió junto a Eugénie Grandval, no profundiza tanto en la relación edípica entre la madre y el "niño”, y al ser comedia (se podría haber hecho con el mismo material un interesante thriller) tampoco ahonda en esa vena sociópata que hay dentro de Lolo, así que el resultado se acaba quedando en tierra de nadie.
Delpy y su ingenio para los diálogos
Hay que reconocer el talento de Delpy para la creación de personajes divertidos y conversaciones ingeniosas. En este sentido, ‘Lolo’ cuenta con unos diálogos que en ocasiones resultan geniales, especialmente al inicio, cuando son mantenidos entre el personaje de Karin Viard y el de Delpy, pues tienen explícitas y toscas charlas sexuales en las que se burlan tanto de su propia imagen de mujeres maduras de más de 45 años como de los hombres que conocen objetualizándolos sin pudor. Pocas veces hemos visto a la figura de la mujer así en el cine.
El problema es que el humor que contiene el film no es igual en todas sus partes, se mueve entre la ironía inteligente del principio y una superficialidad previsible posterior que roza la frontera del absurdo, como muestran algunas escenas como la de la borrachera de Jean-René en el metro o la escena de Violette pegada al teléfono móvil enviando cientos de mensajes seguidos sin sentido…
A Jean-René se le destina el humor más inocente y directo de la película, que a la vez sirve para poner en evidencia el esnobismo tanto de su nueva pareja como del entorno en el que se mueve. Lolo no es el único obstáculo entre ambos, también lo es el choque cultural entre el pedantería parisina de ella y el catetismo provinciano de él, algo a lo que tienen que ser capaces de adaptarse lo suficiente como para no dejar que las diferencias existentes acaben con todo lo bueno que tienen juntos.
Interpretaciones correctas
A pesar de las irregularidades y tropiezos del guión, el ritmo de la película es bueno y el casting elegido no hace mal su trabajo. Boon —'Bienvenidos al Norte (‘Bienvenue chez les Ch'tis’, 2008)— interpreta al bobo de costumbre, aunque aquí posee un encanto añadido al ser el único que es vapuleado y atemorizado sin piedad. Por su parte Lacoste (que ya trabajó con Delpy en ‘El Skylab’ de 2011) se adapta correctamente, aunque sin demasiado ímpetu, al papel del hijo confabulador que posee una doble cara.
Por otro lado tenemos a Delpy, que está creíble en el rol de mujer neurótica que trata de equilibrar su vida personal y profesional, mientras que una inspirada Viard —que recientemente estrenó 'Grandes familias' (‘Belles familles’, 2015) — interpreta aquí a la despreocupada mejor amiga de Violette. Es solo un personaje secundario, pero su lengua viperina añade unas notas de alegría y gamberrismo.
El director de fotografía habitual de Luc Besson, Thierry Arbogast, y el joven compositor Mathieu Lamboley, ambos en su primera colaboración con Delpy, ayudan a dar algo de credibilidad a este film, que a pesar de ser de autor es claramente lo más comercial que Delpy ha hecho hasta la fecha.
Lo mejor: tiene diálogos divertidos y mordaces.
Lo peor: hay gags realmente estúpidos.
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