Las ansías de Hollywood por capitalizar el auge de la figura del superhéroe en el cine nos han proporcionado múltiples alegrías, pero también no pocas decepciones que nos hicieron arrepentirnos sobremanera de haber pagado el precio de una entrada de cine por ver títulos tan lamentables como ‘Catwoman’ (id, Pitof, 2004) o ‘X-Men Orígenes: Lobezno’ (‘X-Men Origins: Wolverine’, Gavin Hood, 2009). Lo cierto es que esta última estuvo muy lejos de ser un fracaso comercial, pero dejó una sensación tan amarga en los espectadores que Fox tuvo que abandonar la idea de rodar una cinta similar protagonizada por Magneto y descartó la posibilidad de seguir en esa línea de ahí en adelante.
De esa terrible decepción acabó surgiendo ‘X-Men: Primera generación’ (‘X-Men: First Class’, Matthw Vaughn, 2011), notable precuela que nos contaba los años mozos de estos personajes, amén de reservar un antológico cameo para Lobezno que hasta cierto punto nos permitía reconciliarnos con él. En Fox eran conscientes del daño que había hecho ‘X-Men orígenes: Lobezno’, pero también del innegable potencial de su protagonista, por lo que dieron luz verde a ‘Lobezno inmortal’ (‘The Wolverine’, James Mangold, 2013) con la esperanza de que el público aún se mostrase receptivo. El resultado es un más que digno entretenimiento que supera con holgura a su predecesora, pero que está muy lejos de exprimir al máximo las posibilidades de su carismático protagonista.
La personalidad de ‘Lobezno inmortal’
Lo más llamativo de esta secuela, cuyo contenido ya presagiaba la escena durante los créditos finales de ‘X-Men orígenes: Lobezno’, fue el hecho de que Darren Aronofsky iba a dirigirla, una noticia que pilló por sorpresa a cualquier cinéfilo que se precie. Sin embargo, el responsable de la estupenda ‘Réquiem por un sueño’ (‘Requiem for a Dream’, 2000) acabó desentendiéndose del proyecto y el rodaje se aplazó en varias ocasiones como consecuencia de ello. Volvíamos a la casilla de salida y de nada servían los halagos que estaba recibiendo el guión de Christopher McQuarrie a partir de ‘Lobezno: Honor’, el celebrado cómic de Chris Claremont y Frank Miller, cuando en Fox tardaron bien poco en ordenar una reescritura del mismo por parte de Mark Bomback tras la contratación del impredecible James Mangold para dirigirla.
Ese paso del desmesurado optimismo hacia una necesaria cautela ha acabado haciendo mucho bien a ‘Lobezno inmortal’, ya que la presión que había sobre ella era tal que no era conveniente que las expectativas se disparasen, un fenómeno que sólo sirve para llevarnos decepciones cuando acabamos viendo cualquier película con la que nos haya pasado. No voy a entrar en innecesarias disquisiciones sobre la fidelidad a la obra de Claremont y Miller, ya que una adaptación cinematográfica ha de tener vida propia y no limitarse a clonar lo que ya podemos encontrar en otro medio, y eso es lo que hace ‘Lobezno inmortal’ al centrarse en la influencia que un evento aislado del pasado de Logan tiene en la deriva vital que atraviesa en la actualidad.
No os dejéis engañar por las promesas de que ‘Lobezno inmortal’ pueda indagar en la pesada losa de la inmortalidad, ya que ésta queda reducida a una serie de irregulares ensoñaciones que el protagonista comparte junto a su querida Jean Grey, siendo todo poco más que un obstáculo emocional para seguir siendo el héroe atípico que tanto aprendimos a amar. Aquí no estamos ante una reflexión —relativamente— oscura tan de moda en los últimos tiempos gracias al éxito de Batman de Christopher Nolan —aunque su influencia en otras cintas se está exagerando hasta límites casi irracionales—, sino que ante todo se busca entretener al espectador sin descuidar el apartado dramático para así dar una capa de profundidad a lo que vemos en pantalla. No hay rastro alguno de brillantez, pero se reducen al máximo las estupideces y los tópicos nunca llegan a ser una traba insalvable, aunque, eso sí, resulten un tanto excesivos en su algo deslucido último acto.
Una vez vista, sigo teniendo dudas sobre la idoneidad de haber contratado a James Mangold, un realizador capaz de sacar adelante una buena película —y también preocupantes mediocridades—, pero que aún no ha dado señales de poder liderar algo realmente grande. Una apuesta intermedia con la que Fox se decantaba por cierta solvencia frente a la posibilidad de que ‘Lobezno inmortal’ pudiera convertirse en una obra memorable. Esto es algo evidente durante su visionado, ya que Mangold apuesta por una eficiencia silenciosa, en la cual se resuelven con eficaz corrección las escenas de acción —los mejores momentos son la pelea en lo alto de un tren en marcha y la forma en la que el protagonista es ralentizado progresivamente por los sicarios del auténtico villano— y los momentos más dramáticos tienen apuntes de lucidez, pero nada más. Quizá consciente de sus limitaciones o tal vez limitado por el estudio, Mangold opta por no cometer grandes locuras y salva la papeleta con acierto, pero sin brillo.
La importancia de Hugh Jackman
En los últimos años ha sido Robert Downey Jr. el que ha conseguido tal nivel de simbiosis con Tony Stark y Iron Man que es prácticamente imposible encontrar a alguien que pueda imaginar a otro actor que pueda suplirle, pero lo cierto es que Hugh Jackman consiguió algo así mucho antes y la horripilante decepción que supuso ‘X-Men Orígenes: Lobezno’ lo único que logró es que el público perdiera interés en el personaje, que no en Jackman. Él es Lobezno y en la cinta que nos ocupa vuelve a demostrárnoslo.
Es imposible cuantificar lo que salimos ganando al no haberle visto interpretando a Lobezno, pero no hay día que no agradezca a Dougray Scott el haber tenido que abandonar el rodaje de ‘X-Men’ a última hora para dar vida al villano de la lamentable ‘Misión Imposible 2’ (‘Mission: Impossible 2’, John Woo, 2000), forzando así a Bryan Singer a arriesgar en la elección de Hugh Jackman, un completo desconocido para el gran público por aquel entonces. El mundo es un lugar mejor gracias a ello, y todo indica que el público americano —y del resto del planeta— responderá favorablemente hacia el regreso de Lobezno, aunque, eso sí, sin batir récords como sí sucedió durante el fin de semana previo a su estreno.
El problema de ‘Lobezno inmortal’ es que el apoyo del resto del reparto, incluidas las ya comentadas apariciones de Famke Janssen, no está a la altura del difícilmente igualable nivel de talento y carisma mostrado por Jackman. Esto se deja notar en mayor medida en unos casos que en otros, llegando a ser especialmente molesto en el caso de la debutante Tao Okamoto, aunque no tengo claro si es más culpa suya o del insípido personaje que ha de interpretar. En cambio, Rila Fukushima y Svetlana Khodchenkova hubiesen necesitado que el guión se hubiera mostrado más interés en ellas, ya que por momentos se atisba un estimulante potencial que nunca termina de ir más allá de eso. Justo lo mismo que le pasa a la película en líneas generales.
‘Lobezno inmortal’ es un buen entretenimiento que podría haber sido bastante mejor si sus principales responsables hubiesen sido más ambiciosos. Con todo, es comprensible que no hayan querido arriesgarse a otra metedura de pata del nivel de su predecesora y nos queda la esperanza de que no estemos más que ante el primer paso hacia algo que realmente pueda dejarnos impresionados en nuestra butaca. La excelente escena durante los créditos finales también apunta en esa dirección, así que disfrutemos a ‘Lobezno inmortal’ como lo que es y no nos quejemos demasiado por lo que pudo haber sido. Y el que prefiera hacer lo segundo, como mínimo tendrá que reconocer que estamos ante un gran paso adelante respecto a ‘X-Men Orígenes: Lobezno’.
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