Hace poco, mientras confeccionaba mi lista de las mejores películas de 2009, volví a ver ‘Watchmen’, la polémica adaptación de Zack Snyder del prestigioso cómic de Alan Moore y Dave Gibbons. Por el material del que partía (que a mí me parece una genialidad), porque los superhéroes están de moda, por el presupuesto (Snyder lo cifra en 100 millones, pero otras fuentes lo elevan hasta 200) y porque el realizador venía de dirigir la muy taquillera y salvaje ‘300’, la película de ‘Watchmen’ dio que hablar desde mucho antes del estreno. Demasiado.
Con el tiempo, las expectativas eran tan altas, que sólo había dos posibles resultados: o era una obra maestra, y nos dejaba mudos a todos, o no cumplía con lo que se esperaba de ella, y se convertía en un fracaso. Pasó lo más lógico, lo segundo. Revisando de nuevo la crítica que escribí en su momento, me ha alegrado comprobar que fui bastante cauto (más de lo habitual), e incluso dije que necesitaba un segundo visionado para tener más claro lo que había visto. Este nuevo artículo cierra esa cuenta pendiente. Y por si no queréis seguir leyendo, os lo digo aquí y ahora: no es tan buena como pensé la primera vez, se balancea peligrosamente entre lo vulgar y lo inspirado, manteniendo el equilibrio de milagro.
Estética de videoclip, caos estructural y un villano de pacotilla:
Vamos a empezar con lo peor. Y aquí entra ya el principio. El inicio de la película es una bofetada en todos los sentidos (al fan del trabajo de Moore lo deja K.O.). Es curioso porque es una de las escenas en las que se modifica el cómic, lo cual en principio es una estupenda idea, pero el resultado es lamentable. En primer lugar, porque se reconfigura la escena para convertirla en el primer combate “a lo 300”. La cámara lenta, el baile y los golpes imposibles. Snyder se emociona tanto que olvida que el Comediante es humano, y no puede destrozar paredes con los puños, ni mesas de mármol con la cabeza, y seguir en pie. El despropósito crece cuando no contentos con haber extendido la escena de forma gratuita, nos vuelvan a colar planos de la misma pelea más adelante, como si tuviéramos la memoria de un pez. Lo peor es que no es la única vez que nos acordaremos de ‘300’ o ‘Matrix’. En el callejón y en la prisión se repite el bochorno.
Anticipando el final, los guionistas potencian en la película la crisis entre Estados Unidos y la URSS, para que el público entienda la gravedad de la situación y no resulte tan incomprensible el plan de Adrian Veidt. Es una buena decisión, pero no se logra encajar del todo en el montaje, entorpeciendo aún más la progresión del film. Y todo pierde sentido cuando nos presentan a una caricatura de Nixon. Es un chiste sin gracia, normal que la gente desconecte. Veidt tampoco está muy logrado, y sigo pensando que Tom Cruise habría sido una elección fantástica. Lamentablemente Snyder no lo quiso para ese papel y creo que perdimos al mejor Ozymandias. Matthew Goode no realiza una mala interpretación (sus diálogos al final están dichos con mucha convicción, como si fueran ciertos), a diferencia de Malin Akerman, que está horrible, pero no es el actor adecuado, es imposible creérselo como un descendiente de Alejandro Magno capaz de tumbar a dos expertos luchadores (tal como han demostrado antes) con suma facilidad.
En este mismo sentido, también clama al cielo que mantengan a Carla Gugino para el personaje de Sally Jupiter en su vejez, algo que queda tan mal como lo de Nixon. Lo más lógico era tener a una actriz diferente para esas escenas, del mismo modo que Stephen McHattie interpreta a Hollis Mason (uno de los mayores aciertos de casting) mientras que de joven es otro actor, Clint Carleton. Ya digo, incomprensible. Dejando ya a los actores y sus caracterizaciones, otro de los grandes defectos del film (junto a las peleitas bailadas) es su estructura. O mejor dicho, la falta de una. David Hayter y Alex Tse realizan una estupenda labor de resumen de la historia del cómic (unas 400 páginas), pero fracasan por completo dándole un orden cinematográfico.
Y todo por la tontería de no saltarse la obra original. En un cómic de 12 números, puedes permitirte el lujo de presentar a un personaje, ampliamente, cuando te de la gana; estás leyendo y te tomas tu tiempo, incluso puedes dejarlo y seguir otro día. Una película no funciona así. Tienes al público sentado en una butaca y tienes que contarle algo en dos horas (más o menos). Necesita otro ritmo y otro orden. No debes parar constantemente la acción para meter escenas a cámara lenta. Como tampoco puedes introducir la historia personal de Rorschach a la mitad de la película, porque ya le hemos visto hacer de todo, y contarnos su pasado no es más que una redundancia. Innecesario, prescindible. Algo parecido pasa con el Dr. Manhattan, cuando la película se detiene en seco para exponer una larguísima secuencia en la que vemos quién era antes, qué le pasó para convertirse en el super-hombre y su relación con las dos mujeres de su vida. Eso después de más de una hora de película. Es absurdo.
Viñetas que cobran vida, un gran Rorschach y el espíritu:
Pero vayamos ya a lo mejor de la película, que no quiero dar una idea equivocada. Para empezar, algo innegable es el cuidado y el mimo con el que han trasladado la imagen del cómic a la gran pantalla. El diseño artístico es de Oscar. La ciudad, los personajes, el momento histórico, la suciedad, el aire que se respira. Todo lo que veíamos en las viñetas dibujadas por Dave Gibbons cobra vida en la película. El vestuario, los decorados, el atrezo, los efectos especiales; todo perfecto. Bueno, todo excepto las prótesis y el maquillaje para crear a Nixon y a la vieja Sally. La música es también otro de los elementos más acertados del film, como incluir el tema They Are A-Changin´ de Dylan en los créditos iniciales. Por el contrario, plantar el Hallelujah de Cohen en medio de la escena de sexo entre el Búho y Espectro es uno de los momentos más ridículos del conjunto.
En el reparto hemos visto errores, pero también hay grandes aciertos. Jeffrey Dean Morgan es el Comediante. Es el actor ideal para el personaje y sus escenas resultan tan crueles, divertidas y contundentes como en el cómic; especialmente destacable es la escena en la que se enfrenta a un grupo de manifestantes, golpeando en pleno rostro a la primera mujer que se le poner por delante, siempre con la sonrisa en el rostro. Igualmente impecable es el trabajo de Billy Crudup como Jon Osterman y el Doctor Manhattan (la escena de la transformación es brutal). Aunque ‘Avatar’ ha dejado en pañales los efectos especiales de todas las películas anteriores, lo cierto es que este Manhattan, como el Gollum de Andy Serkis, no se derrumba. Sí, no es tan realista como los Na´vi, pero tiene alma, personalidad, y parece real, aunque sea ahora más evidente la mano del equipo informático.
Pero si hay que hablar de un personaje, y de lo mejor de ‘Watchmen’, hay que hablar de Rorschach, Walter Kovacks, al que da vida un impresionante Jackie Earle Haley. Recuerdo cuando se empezó a gestar la película, haber leído que tratar de trasladar todo el cómic era una locura, que lo más razonable era contar la historia de este personaje, no sólo porque es quien protagoniza la trama principal sino también porque, sencillamente, es el personaje más interesante de todos. Bueno, vuelta a ver la película, no puedo sino apoyar esta teoría. Una película centrada en Rorschach habría sido mucho más concreta, potente y fascinante que la que se hizo. Todas las escenas de Earle Haley tienen intensidad, atrapan, del mismo modo que cuando lees el cómic. La pena es que, como señalé antes, su capítulo introspectivo está muy mal insertado, y tampoco Snyder está muy afortunado aprovechando al actor, hay demasiados cortes que impiden centrarse en sus gestos, su voz y su mirada. Los rasgos de una interpretación memorable.
Con todas sus flaquezas, equivocaciones, y sus bondades, sus destellos, la película avanza y llega al final. Al discutido desenlace del film, que cambia el cómic una vez más; dijo Snyder que pensaba en el público. Fue su decisión. A mí en principio me molestó que no hubieran podido mantener el delirante cierre ideado por Moore, pero en el segundo visionado lo he apreciado mejor, y creo que el realizador tenía razón. También es un buen final porque no hay tanto atropello, hay tiempo para respirar, para que los actores vivan el momento y hablen como sus creaciones. Uno disfruta porque ellos se lo creen. Y porque el mensaje con el que termina la película es demoledor. Snyder no altera la esencia de ‘Watchmen’. Me sorprende que haya tantas malinterpretaciones sobre esto, y que incluso mi compañero Adrián Massanet lo tilde de fascistoide. Puede parecerlo, pero no lo es en absoluto. Veidt queda retratado como una figura dictatorial que consigue la paz, sí, pero una paz falsa, manchada con mentiras y sangre, tal como señala Dan Dreiberg (Patrick Wilson). Y en todo caso, pasajera, gracias a la previsión del último hombre honrado y justo que quedaba, asesinado cruelmente por la acción del Dios azul.
En resumen, no, ‘Watchmen’ no es perfecta, ni muchísimo menos. Tampoco es la adaptación definitiva del cómic. Y tiene más agujeros que un queso gruyer. Pero refleja el espíritu de la obra original, contiene algunas secuencias de bellísima factura (los créditos iniciales, por ejemplo) y uno de los personajes más carismáticos de la década. No es poco.
PD: Por cierto, la versión del director no sólo no matiza los defectos, sino que los evidencia aún más. Quedaos mejor con el montaje que se estrenó en los cines.
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