Ser fiel al drama médico más longevo de la historia de la televisión no es una tarea fácil por dos razones principales: nunca sabes si los guionistas van a matar a tu personaje favorito y cada vez existe menos gente con la que comentar las desgracias de la trama. Mientras en mi época universitaria podía comentar el dramón del avión con mis compañeras de piso, a mis 27 años, mis opciones se reducen a hablarle a la televisión o leer los comentarios de Entertaiment Weekly. Cada vez menos gente está dispuesta a seguir una serie durante todo un año pudiendo encadenar maratones en Netflix.
La importancia de crear vínculos a través de los personajes
Uno de los aspectos que hacen que siga tan enganchada a la serie son las relaciones entre los personajes. El entorno sanitario en el que transcurren los capítulos es una mera excusa para contar las historias personales de cada uno de los protagonistas. El epílogo que narra la voz de Ellen Pompeo al inicio de cada capítulo, nos sitúa en un contexto emocional que es extrapolable a la vida de cualquier ser humano, la única diferencia es que ella lo traza desde la perspectiva de "los cirujanos", pero en realidad, está reflexionando sobre las mismas dificultades que padecemos todos.
Como buenos cirujanos que trabajan 24/7/365, los personajes se pasan más del 80% del tiempo de sus vidas en el hospital lo que les lleva a mantener relaciones muy estrechas entre ellos. Gracias a este contexto hemos ido conociendo poco a poco los problemas de apego de Meredith Grey, la dura infancia de Alex Karev o los problemas de adicción a las drogas de Amelia Shepherd. Los personajes se abren emocionalmente entre sí y se apoyan en los momentos más duros mientras el espectador contempla desde fuera como crecen las relaciones entre ellos.
Y es precisamente en este foco emocional donde para mí reside el punto fuerte de la serie y la razón por la que muchos seguimos ahí año tras año. Ver 'Anatomía de Grey' es algo así como ir a terapia, te ayuda a relativizar y darte cuenta de lo realmente importante. El contexto sanitario en el que transcurren las tramas nos recuerda que la vida son dos días y que sin salud estamos perdidos. Por otro lado, la inestabilidad que define la vida de Grey nos ayuda a sentirnos menos solos si estamos pasando por un mal momento y a relativizar si, por ejemplo, nos han quitado la muela del juicio. Cualquier problema cotidiano al lado de la vida de Grey se reduce a drama adolescente de la Super Pop.
Por mucho que la crítica americana tache a Grey de drama queen no podemos olvidar que es un personaje al que le ha pasado de todo y que, por lo tanto, tiene todo el derecho a reinar el tiempo que le dé la gana sobre el drama: su padre la abandonó cuando tenía 5 años, heredó el Alzheimer de su madre muerta, se enamoró de un hombre casado que además resultó ser su superior, logró casarse con este señor para que 10 temporadas después se muriese, tuvo un aborto en mitad del secuestro de un hospital, estuvo en coma por hipotermia, conoce a su hermana por parte de padre y esta se muere en un accidente de avión...Y podría seguir enumerando las desgracias del personaje más desgraciado de la televisión contemporánea, pero creo que todos nos hacemos a la idea del nivel de sufrimiento y mala suerte que ha padecido Meredith Grey.
La felicidad como prólogo de nuevas desgracias
Este listado interminable de infortunios es lo que me lleva a sentirme casi parte de la trama. Y es que cuando te tiras 15 años siguiendo una serie y viviendo giros de guion de este nivel, sientes las muertes y las rupturas casi como si las sufriera una amiga de toda la vida. Y esto es algo que solamente entenderán los seguidores que continúan siendo fieles al drama de Shonda Rhimes. Llegados a este punto en el que hemos visto morir a todo el mundo y nos hemos encariñado de los nuevos personajes que han colocado en sustitución de los que han matado, necesitamos ver que todo termina bien.
La temporada 15 ha sido un respiro tras la muerte de Derek Shepherd y la despedida de personajes como Callie, Arizona o April. Por fin en 2019, hemos vuelto a ver como la vida trae una segunda oportunidad para Meredith y la estabilidad llama a su puerta. Pero esto es 'Anatomía de Grey' y como buen fan debes saber que por mucha felicidad que te vendan, cuando se acerca el episodio 23, debes empezar a sospechar de que algo malo va a pasar.
Y en este caso, piensa mal y acertarás. Toda la estabilidad que se había ido sembrando a lo largo de la temporada 15, se dinamita en los tres últimos episodios por una mala decisión de Meredith Grey. Así y con el objetivo de sumar una razón más para que sus hijos sean carne de psicólogo en el futuro, los guionistas llevan a Grey a declararse culpable de un delito médico que puede llevarla a prisión durante un par de años. Si a esto le sumamos que no sabemos que ha sucedido con Jackson Avery, el cual abandona el coche en mitad de una colisión múltiple, no podemos asegurar que la temporada 15 haya terminado libre de muertes.
De hecho, la actual polémica en torno a 'Juego de Tronos' me ha llevado a pensar en todas las razones que podían haber llevado al fandom de 'Anatomía de Grey' a levantarse en armas varias veces. Nos han dado giros de guion de la noche a la mañana con la excusa de que la vida es así y que la inestabilidad es un rasgo más de la misma. Pero nada, nosotros calladitos cogemos los pañuelos, lloramos la pérdida y abrazamos a los nuevos personajes. Y es que mientras los seguidores de 'Juego de Tronos' logran recoger casi un millón de firmas en protesta de la temporada 8, los fans de 'Anatomía de Grey' asumimos con resignación las muertes que llegan. Básicamente, porque entendemos la serie como un entrenamiento emocional que nos ayuda a ver que no estamos tan mal como pensamos porque siempre se puede estar mucho peor.
Ver 4 comentarios