Akira Kurosawa no había llegado aún a la mitad de su vida cuando rodó 'Ikiru (Vivir)', una de las películas más bellas y sutiles de la historia del cine, una obra maestra sin fisuras en la que cada escena complementa a la anterior, y que muestra como ninguna las ansias de aferrarse a la vida aunque hayamos perdido nuestro rumbo en ella. Ahora, 'Living' hace lo mismo. Literalmente y sin sonrojarse lo más mínimo.
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Todos tenemos prejuicios a la hora de ver películas, y lugares comunes aceptados grupalmente que nos están impidiendo ver cintas que de otra manera disfrutaríamos. El cine iraní es aburrido, en España solo hay comedietas y Guerra Civil, Akira Kurosawa es solo para culturetas. De nada sirve desbancar cada una de estas frases hechas con datos y obviedades: de nada sirve que 'Los siete samurais' sea entretenidísima o que 'La fortaleza escondida' influenciara a 'Star wars'. Hay gente que se ha empeñado en que Kurosawa debe ser sinónimo de aburrimiento supino.
Y quizá por eso 'Living' está siendo tan alabada. Dicho de otra manera: quien no conoce a dios, a cualquier santo le reza. La película de Oliver Hermanus, comparada con la de Kurosawa, es básicamente un calco hecho con papel cebolla. Se sitúa en Londres y la protagoniza Bill Nighy (que siempre se agradece), pero son simples cambios estéticos: en lugar de tratar de indagar en su temática desde un punto de vista más moderno o aportar estética autoral, se limita a copiar y pegar, cortando aquí y allá para hacerla más liviana (y, todo sea dicho, menos interesante).
Gus Van Sant fue duramente criticado cuando en 'Psycho (Psicosis)' copió plano a plano la película original de Hitchcock, un intocable del séptimo arte que, en el fondo, es un homenaje sincero que no se oculta. Por más que quieras modernizar o mejorar 'Psicosis' es imposible, así que, ¿por qué no convertir su remake en un experimento meta? Al menos Van Sant fue con todo desde el inicio, queriendo contar algo con su cine, hacer reflexionar sobre el mero hecho de la existencia de los remakes. Pero 'Living' no hace eso: como si fuera un estudiante travieso que mira por encima del hombro del compañero listo, copia cambiando un par de palabras y espera que el profesor no se de cuenta del engaño. Sorpresa: así ha sido.
Muy buen calco
No he podido sino sorprenderme (y sonrojarme un poco) al ver las críticas eminentemente positivas de 'Living': un canto a la vida, una triste pero alegre obra que nos devuelve la esperanza, un final que nos descubre la belleza en lo efímero de nuestros días en la Tierra... No sé si se está ignorando a posta que no tiene ningún interés en sacar un poquito la patita del molde original porque nos cae bien Bill Nighy o porque la gente dice que ha visto 'Ikiru' mucho más de lo que la han visto, pero este remake resulta, a todas luces, un copia-pega la mar de basto.
Bien es cierto que, por más rabia que pueda darme, el público general siempre estará más dispuesto a ver una película de 2022 antes que una de 1955, sin importar lo buena que esta sea. Y en este sentido, un remake que bordee la fotocopia tiene sentido como homenaje, para trasladar las ideas de un director a una nueva generación (que, por otro lado, tampoco tiene ningún interés en ver 'Living'). Es más, incluso se puede debatir si después de la pandemia tiene más sentido que nunca el mensaje de esperanza y carpe diem de Kurosawa.
Todo esto es cierto. También lo es que 'Ikiru' no está escrita en pergaminos a los que solo se puede acceder mediante contraseña ni su narrativa ha quedado horadada por el paso del tiempo: está en Filmin, se ha editado en Blu-Ray, es fácilmente encontrable en bibliotecas y de tanto en cuando en pases televisivos. Es accesible, cautivadora, un memento mori delicioso y un punto de inflexión en la historia del cine que no necesita ser sacado de la oscuridad. Si la intención de 'Living' es arrojar luz sobre Akira Kurosawa para las nuevas generaciones, se me hace una forma inusualmente cara de hacerlo.
El niño sin creatividad
A veces nos parece que los remakes están acabados, y que con el acceso masivo a la cultura nadie dedicaría su tiempo a contar otra vez la misma historia sin un giro estético o autoral que justificara volver a darle vuelta a la manecilla. Steven Spielberg, por ejemplo, mostró cómo hacer un remake de forma reseñable e inteligente en la fabulosa 'West Side Story'. Pero lo cierto es que estamos rodeados de remakes, desde 'CODA' hasta '¡A todo tren! Destino Asturias'.
'Living' es uno especialmente insaboro, que tiene su mayor logro en recortar aquí y allí para rehacer una película que pierde matices pero tiene su ADN aún intacto, casi como un cirujano haciendo las incisiones exactas para no dañar los órganos que mantienen viva a la película pero sí parte de lo que la convierte en una obra maestra. Y es una pena, porque un remake de 'Ikiru' no es mala idea per se: el problema es que este le rinde tal pleitesía (incluso lo sitúa en la misma época) que se convierte en un insípido homenaje más que en una versión.
Por supuesto, Bill Nighy está increíble, y es difícil encontrar errores en la factura técnica de la cinta, pero vive siempre a la sombra de una obra incomparable y que necesitaba a un autor fuerte detrás que le aportara un nuevo punto de vista. Ahora mismo, 'Living' no se diferencia tanto de un simple cambio estético, un vestido nuevo para alguien que no lo necesitaba. Todos los hallazgos de la cinta son heredados, no tiene ninguno propio, y ahí es donde entronca con su propio significado: ¿Cuál es el motivo de que 'Living' exista? Puede que ninguno, o puede que la visión de un hombre mayor balanceándose en un columpio sea lo suficientemente inmortal como para necesitar que cada setenta años alguien la recuerde.
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