Daniel Monzón comenzó su carrera como periodista y crítico de cine antes de ejercer como director. Seis largometrajes pueblan su carrera hasta ahora, entre los que 'Celda 211' sobresale con luz propia. Del resto siempre he creído que 'El robo más grande jamás contado' nunca ha tenido el reconocimiento que se merece, pero cada cual tendrá sus propias preferencias, que de algo que no podemos acusarle es de repetirse.
Ahora regresa con 'Las leyes de la frontera', adaptación de la aclamada novela de Javier Cercas llamada a ser una de las películas españolas más populares de este 2021. Sorprende la decisión de estrenarla el mismo día que 'Madres paralelas' llega a la gran pantalla, pero lo cierto es que son muy diferentes entre sí, con la cinta de Monzón ofreciendo una mezcla entre cine quinqui y relato de primer amor adolescente.
El despertar de Nacho
'Las leyes de la frontera' nos cuenta la historia de un adolescente algo apocado que sufre de bullying, aunque en la época en la que está situada la película ese concepto ni siquiera existía. Decir que el personaje interpretado por Marcos Ruiz es un lienzo en blanco quizá sea exagerar, pero sí que tiene un mundo por descubrir, ya que hasta ahora no le ha quedado otra que vivir encerrado en sí mismo, ya que prácticamente todo lo exterior a él viene a ser una amenaza.
Por ello, el hecho de que busque refugiarse primero en el cine y luego en las salas de juego no deja de ser una mera etapa intermedia. Ruiz sabe transmitir muy bien esa nobleza propia de un personaje que no ha encontrado su sitio, mientras que Monzón muestra con buen pulso las dificultades a las que va haciendo frente hasta que un día Nacho conoce a Tere (Begoña Vargas) y el Zarco (Chechu Salgado).
Eso sí, Monzón no cae en el error de subrayar más de la cuenta la importancia de ese evento, pues en todo momento busca que las relaciones entre los personajes fluyan de forma natural, destacando primero la fascinación que Tere despierta en Ignacio para que luego acabe encontrando ahí ese grupo de amigos que la vida le había negado en el círculo social al que pertenecía.
A su manera, 'Las leyes de la frontera' aborda con en esa inesperada amistad el hecho de que España estuviera pasando por un momento marcado por el cambio. No es algo en lo que se incida demasiado más allá de en sus primeros minutos, pero es algo que subyace a todos los niveles, existiendo un contraste muy marcado incluso con los policías encargados de investigar los crímenes en los que se ven envueltos los protagonistas.
Luces y sombras de 'Las leyes de la frontera'
Lo que no termina de funcionar del todo bien es que existe cierta tendencia al idealismo a la hora de retratar a sus personajes. Ciertos detalles de corte más idílico eran inevitables para terminar de entender que un personaje como Ignacio deje de lado su naturaleza de niño bien sin caer en la posibilidad de equiparar eso a algún tipo de corrupción. Aquí esa sensación pureza se mantiene incluso cuando vidas ajenas corren peligro, algo que no termina de encajar cuando lo criminal pasa a primer plano.
Es verdad que Monzón quiere hacer especial hincapié en lo emocional, con los vínculos entre Nacho, Tere y el Zarco como aquellos que sirva como base para generar todo lo demás. Es también ahí cuando resulta más evidente que su aproximación a las formas del cine quinqui se produce más desde un cuidado trabajo de ambientación que desde un intento real de replicarlo.
También es cierto que era imposible conseguir esa autenticidad, pero lo que queda es una propuesta a mitad de camino en la que no puedo decir que nada desentone realmente, pero hay algo en ella que no se termina de sentir genuino. Es como si Monzón quisiera jugar al mismo tiempo la baza de la fábula y del realismo y las piezas no terminan de encajar del todo.
A su favor también destaca un reparto bien elegido, aunque confieso que hubo momentos en los que me costó creerme a Marcos Ruiz, sobre todo durante esa fase de película en la que todavía no ha adquirido la confianza suficiente para desarrollar su personalidad en lugar de vivir oprimido. Luego sí que resulta más convincente, pero el resto lo es más, sobre todo una Catalina Sopelana que con apenas cinco minutos en pantalla transmite esa cercanía que 'Las leyes de la frontera' busca en todo momento y nunca termina de lograr del todo.
Por otro lado, la parte más adulta de la historia sirve como guinda y hasta cierto punto como justificación para ese toque más idealista que desprende la película en líneas generales, pero se siente también como un añadido que necesitaba más presencia para que el impacto dramático que busca surta el efecto deseado. Tampoco es que fracase, pero es lo que apuntaba antes, busca ser un puñal en el corazón y se queda en una bofetada.
En resumidas cuentas
'Las leyes de la frontera' es una película estimable dirigida con buen pulso por Monzón, pero que busca encontrar un equilibrio muy difícil entre diferentes vertientes y no termina de conseguirlo. Y es curioso que eso suceda, porque sí que es mucho más compacta que 'El niño', pero le falta algo para llegar a brillar.
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