El estreno de 'Ocean's 8' vuelve a traer a las carteleras una variante de las películas de atracos que ha gozado de fortuna intermitente, y que en ocasiones se ha planteado como mera triquiñuela comercial para poner en bandeja un reparto y una explotación de un éxito precedente... o no.
Hablamos de las películas de robos perfectos protagonizadas por mujeres, y sumergiéndonos en los abismos del subgénero, recuperamos una pequeña joya a la que el tiempo ha tratado inusualmente bien: 'Lazos ardientes' ('Bound'). Después de escribir el guión de la curiosísima y reivindicable 'Asesinos', y antes de enfrentarse a la que sería su revelación internacional, 'Matrix' y sus dos secuelas, Lana y Lilly Wachowski (en tiempos muy previos a su transición) debutaron como directoras con este espléndido homenaje a la serie negra clásica.
Un debut que pese a no tener elementos de ciencia-ficción o fantasía como los que les darían la fama, puede considerarse una obra autoral plena. El contexto en este caso lo es todo, porque otorga doble valor a la película: cómo se las apañaron las Wachowski para camuflar su film como un producto a la moda, para luego contar lo que realmente les apetecía.
Era la época del éxito masivo de los thrillers eróticos, un subgénero cuya etiqueta nació con el bombazo en taquilla del mejor de todos ellos, 'Instinto básico'. Que, en el fondo no era más que una maximización de los elementos que siempre habían estado presentes en el género (porque de erotismo, lo que se dice de erotismo, el cine noir clásico no había andado nunca escaso).
'Lazos ardientes' fue promocionada como un derivado más del éxito de la película de Verhoeven. Es decir, llegaba convertida nada menos que en una 'El cuerpo del delito', 'El color de la noche' o 'Susurros en la oscuridad' más, pero con el morbo añadido de la relación lésbica explícita entre las dos protagonistas, interpretadas por Jennifer Tilly y Gina Gershon. De hecho, hoy día parece mentira las dificultades que se encontraron las Wachowski para financiar el film: más de un productor les comentó que cambiaran el sexo del personaje de Gershon, lo que habría convertido a la película en otro clon de 'El cartero siempre llama dos veces', de la que toma prestada la base argumental.
La historia es deliciosamente canónica dentro del género, aunque con las convenientes derivas motivadas por el sexo de las protagonistas: Corky (Gershon) trabaja como conserje en un edificio de apartamentos, y allí conoce a la seductora Violet (Tilly), amante de un mafioso, Caesar (Joe Pantoliano). Saltan chispas entre ambas y pronto inician una relación clandestina que se vuelve aún más peligrosa cuando deciden robar un botín de varios millones de dólares que va a pasar por el apartamento del mafioso.
'Lazos ardientes': negra y lésbica
Las ligaduras del título original (y los "lazos" de la muy hortera traducción al español) son las que las que atan a las dos mujeres entre sí y a un mundo de hombres regido por la ambición y la violencia, lo que les obliga a establecer nuevas reglas. El obvio feminismo de 'Lazos ardientes' no es el típico de las mujeres que vencen a los hombres con sus propias armas, sino uno más sutil: el de las mujeres que vencen a los hombres aprovechándose de la imagen que proyectan. Corky saca partido de su aspecto masculino, con el que se niega a formar parte de los cánones de belleza exigidos por los hombres, lo que la hace prácticamente invisible. Y Violet se aprovecha de su belleza (y de los tópicos del género) de femme fatale tonta del bote para revelar una inteligencia inesperada.
Y sí, de acuerdo: todos los hombres que aparecen en 'Lazos ardientes' son estúpidos, ambiciosos o directamente psicópatas de gatillo fácil, pero su maniqueísmo puede verse como una espléndida venganza ante toda la avalancha de mujeres descerebradas, arpías ambiciosas y amas de casa estúpidas que el cine negro lleva generando desde el principio de los tiempos.
Porque, por otra, parte, 'Lazos ardientes' no reniega de todo ello, y la prueba es que el ritmo, los (increíbles) diálogos -como ese icónico "No me estoy disculpando por lo que hice, me estoy disculpando por lo que no hice", o la demoledora sentencia que cierra la película-, el esqueleto argumental, la soberbia banda sonora de Don Davis, la fotografía de Bill Pope que mezcla colores ocres y clásicos, con la modernidad de los noventa... todo remite al cine de suspense de siempre, o más bien a la reformulación por la vía del 'Sin City' de Frank Miller, que las Wachowski siempre apuntaron como influencia.
Además del papel predominante y originalísimo de sus protagonistas femeninas, 'Lazos ardientes' funciona a la perfección como artefacto de suspense: se permite pequeñas set-pieces de tensión como la aparición de unos policías cuando Caesar está ocultando unos cadáveres, o toda la ejecución del plan, que obliga a las protagonistas a improvisar continuamente. Todo funciona bajo la impresionante tensión sexual de las heroínas, nada exhibicionista pese a una escena de sexo que destaca por su realismo -gracias a diseñarse con una asesora para el rodaje de las secuencias eróticas, que eliminó el componente voyeurista y le sumó pasión y veracidad-.
Las Wachowski aún tendrían que poner patas arriba el cine fantástico de los noventa con la trilogía de peripecias digitales comandadas por Neo, Trinity y Morpheus, pero como calentamiento (perdón), 'Lazos ardientes' es perfecta. La meticulosidad en la planificación, los diálogos medidos al milímetro, la espléndida dirección de actores y la voluntaria huida de los tópicos convierten al debut de las hermanas en una de las mejores películas de robos perfectos de las últimas décadas. Con o sin mujeres por protagonistas.
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