Lawrence Kasdan y el western (I): 'Silverado'

Es muy lógico que alguien tan cinéfilo como Lawrence Kasdan hiciese un western, el género cinematográfico por excelencia, y uno de los más puramente americanos. Tras el buen recibimiento que tuvieron ‘Fuego en el cuerpo’ (‘Body Heat’, 1981), y sobre todo ‘Reencuentro’ (‘The Big Chill’, 1983), más el haber escrito las exitosas secuelas de ‘La guerra de las galaxias’ (‘Star Wars’, George Lucas, 1977), Kasdan estaba en una situación de poder realmente envidiable, así que prácticamente podía hacer lo que le diera la gana. Y así fue. En compañía de su hermano Mark, también un cinéfilo amante del género, escribió el guion de la película.

‘Silverado’ costó aproximadamente unos 23 millones de dólares, y fue una operación de cierto riesgo, debido a la decadencia de un género que ya no gozaba del éxito popular —prácticamente el género está “muriendo” desde entonces, aunque últimamente ha habido varias muestras que muestran un renacimiento insólito—. De hecho la película de Kasdan supuso en el 85 una de las dos agrandes aportaciones al western; la otra fue ‘El jinete pálido’ (‘Pale Rider’, Clint Eastwood, 1985). Sin llegar a la maestría del film protagonizado por un espíritu vengador, lo cierto es que ‘Silverado’ es todo un festín para los sentidos.

De nuevo, Kasdan volvió a contar con un reparto espectacular, aunque por supuesto la mayoría de los actores aún no se habían hecho mundialmente famosos, pero poco faltaría para ello. Kevin Kline, el actor fetiche del director, encabeza un reparto en el que repiten con el mismo Jeff Goldblum y Kevin Costner —como compensación por haberle cortado las secuencias en ‘Reencuentro’—, a los que se unen Brian Dennehy, como soberbio villano de la función, Scott Glenn, Danny Glover, Rosanna Arquette —la más perjudicada en el montaje final que hizo descender la película de 170 minutos a 122—, la oscarizada Linda Hunt y un sorprendente John Cleese.

‘Silverado’ da comienzo de forma muy tenebrista, con Emmett (Glenn) en una cabaña siendo tiroteado desde el exterior. Poco a poco los agujeros de los disparos van dejando entrar más luz, la estancia se va iluminando, Emmett termina con sus asaltantes —la película es muy generosa en tiroteos—, sale hacia la entrada, la cámara le sigue, el actor se echa a un lado y el plano nos descubre un extenso y bello paisaje del oeste americano. El título cubre la imagen, la banda sonora de Bruce Broughton —quizá un pelín excesiva pero efectiva— sube de volumen, y enseguida sabemos que vamos a presenciar un western a lo grande.

Y así es en todo momento. Las cabalgadas, con grandes paisajes de fondo, de los cuatro protagonistas —Kline, Glenn, Costner y Glover— recuerdan, con música incluida, al famoso western de John Sturges con el que homenajeó una película aún más mítica de Akira Kurosawa. Kasdan cede ante el espectáculo comercial, sin disimulo, pero lo hace con pasión, mezclando además cierto clasicismo —la composición de algunos personajes, caso de Costner, por ejemplo, que recuerda abiertamente un tipo de personajes visto en films de Howard Hawks, que sumado al poncho que lleva…— con modernidad —los travellings de acercamientos, el uso elegante del zoom, y cómo no, la interrelación de personajes, tan en la línea de su film anterior—.

La obra de un cinéfilo

La continua referencia —‘Silverado’ es una película llena de ellas, que evocan un pasado cinematográfico lleno de westerns que llenaban las salas y hacían las delicias de un público entregado sin remisión al disfrute puro y duro— no impiden la autonomía de una película en la que Kasdan se permite el lujo incluso de homenajear la saga Star Wars, la cual le debe bastante al western. El encuentro al inicio de Paden (Kline) remite al encuentro de Skywalker al inicio de ‘El imperio contraataca’ (‘The Empire Strikes Back’, Irvin Kershner, 1980); el director hace carambola con un truco del resultado de unir dos fundidos, apreciándose un doble atardecer, como el de Tatooine.

Anécdotas aparte, lo cierto es que ‘Silverado’ es la materialización de los sueños de infancia de un cinéfilo crecido, con todos los grandes temas que el género ha abarcado. La importancia de la familia, la fina línea que separa el bien del mal, la identidad, y por supuesto, la amistad masculina tan típica del género. De hecho, lo peor del film, debido al recorte de metraje, es el tratamiento del personaje de Rossana Arquette, cuya historia de amor a dos bandas con los personaje de Kline y Glenn se pierde en el limbo; por no hablar de la filosofía de dicho personaje, al intentar establecerse con alguien mirando hacia el futuro, consciente de que un tiempo ella perderá su belleza, pero la tierra no.

Esa reducción en el montaje —a lo que habría que añadir un recorte de presupuesto, que obligó a Kasdan a prescindir de otro elemento clásico, los indios, visibles únicamente en un plano fugaz— hace que el film muestre unas elipsis muy bruscas en su segundo tramo. No afecta en demasía al resultado final, por cuanto la emoción del relato sigue existiendo, pero sí rompe un poco el ritmo. Hay tantos personajes —una de las características del cine de Kasdan— que el film parece perderse un poco entre tanta historia coral.

Todo el elenco demuestra habérselo pasado en grande —a pesar de las bajas temperaturas que tuvieron que sufrir durante poco más de tres meses—, con interpretaciones divertidas y carismáticas —John Cleese incluso efectúa un guiño hacia su época de los Monty Python que resulta terriblemente inquietante—. Sólo Kevin Kline parece desprender una seriedad extraña, debido quizá a la pronunciada curva de su personaje, que con el impagable duelo final —de impecable puesta en escena, Kline con el pueblo y una Iglesia de fondo, Dennehy con la nada más absoluta— demuestra que un hombre debe hacer cualquier cosa menos quedarse sin hacer nada. Sutil crítica política muy bien insertada.

El film fue un éxito, aunque no tanto como ‘El jinete pálido’, y cinco años después surgió la oportunidad de hacer una secuela —ese grito final, “volveremos”, sin duda lo propone—, pero Kasdan no se encontraba con ánimo. Tres años después de la presente, regresó con uno de sus dramas intimistas.

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