Tras haber contribuido con los guiones a la segunda entrega de la saga galáctica por excelencia, al estreno del personaje de Indiana Jones, y el buen recibimiento de su ópera prima, Lawrence Kasdan no podía encontrarse en mejor momento. De ahí que podría hacer prácticamente lo que quisiese. ‘Reencuentro’ (‘The Big Chill’, 1983) es una demostración de ello, un drama intimista con no pocos niveles de riesgo, que se apartaba un poco de lo visto y suponía un precedente muy claro de films como ‘Los amigos de Peter’ (‘Peter’s Friends’, Kenneth Branagh, 1992).
Esta vez Kasdan contó con la ayuda de Barbara Benedek para la escritura del guion. Benedek se estrenaba en el campo de largometrajes, en el que no se movió demasiado, a pesar de escribir cosas tan interesantes como ‘Los hombres no abandonan’ (‘Men Don’t Leave’, Paul Brickman, 1990). Juntos crean una historia acerca de un grupo de amigos que, tras años sin verse, se reúnen para el funeral de uno de ellos, que se ha suicidado. Personaje, que por cierto, interpreta un muy joven Kevin Costner, eliminado del montaje final.
Precisamente ‘Reencuentro’ da comienzo, durante sus títulos de crédito, con el cadáver del fallecido siendo vestido para el entierro. Son los únicos instantes en los que vemos, partes nada más, a Costner. El actor filmó algunas secuencias que corresponden a determinados flashbacks insertados a lo largo del film, pero que Kasdan decidió eliminar del montaje —como compensación por hacerle desaparecer del film, el director ofreció al actor un papel protagonista en su siguiente película—; decisión de lo más acertada, logrando así un mayor impacto ante la muerte (desaparición) repentina de un ser querido.
Dicha decisión apoya además los continuos instantes en los que los personajes se preguntan el porqué de la decisión de su viejo amigo, pensamiento que tal vez camina hacia el desencanto que todos sufren, en mayor o menor medida, en sus respectivas vidas. Todos los que fueron amigos cercanos —y que el paso del tiempo convierte en lejanos, por así decirlo— de Alex deciden pasar juntos un fin de semana, rememorando viejos sueños, rencillas, intentando arreglar sus mundos, perdidos o no, intentando comprender en suma, y aceptando lo que son, sobre todo unidos.
Kasdan hizo que el reparto al completo conviviese antes del rodaje, para que todos se conocieran mejor, y sobre todo, interactuasen entre sí como si se tratase de los personajes del film; esto ayudó muy visiblemente a lo que puede ser considerado uno de los repartos corales mejor compenetrados que se hayan visto en una película, logrando ese pequeño milagro con el que todo actor sueña: ser alguien antes que interpretarle. Ni uno sólo destaca sobre los demás, logrando una naturalidad terriblemente realista, gracias a lo excelente director de actores que es Kasdan, y su puesta en escena, llena de sutilezas y matices, en una película en la que aparentemente no lo necesita.
Portentosa e "invisible" puesta en escena
Así pues, una de las grandes proezas de este pequeño gran film es su labor de montaje —obra de Carol Littleton, que el año anterior había realizado una proeza en una de las obras maestras de Steven Spielberg, montadora de la mayor parte de la filmografía de Kasdan—, cortando el plano en el momento justo. Sirva como ejemplo la conversación entre Glenn Close y JoBeth Williams en el porche. Arranca de un plano medio de Close, que se va abriendo, y cuando parece que va a enmarcar en el mismo a Williams, se realiza un corte pasando al contraplano, pero no fijo, sino con un zoom muy elegante hacia el rostro de Williams, señalando así el impacto de las palabras de Close en ella.
Kasdan intercala en varios momentos paisajes en consonancia con los sentimientos a flor de piel del íntimo fin de semana. No interrumpen ni estorban en la narración. Apoyan ese visible desaliento que un grupo de amigos siente ante un muy triste hecho, tan natural como terrible siempre, y aunque al final da la sensación de que todo termina como muy bien cerrado —cada uno tomando una decisión con respecto a sus vidas—, lo cierto es que no es así. El punto de partida es la muerte de un ser querido, alguien que ya no está, los caminos tomados suenan a aciertos —atención a la que toma la pareja Close/Kline, atrevida, polémica, y llena de ternura— pero bien podrían ser errores, porque la vida no es justa, pero hay que intentarlo. Y si es en compañía, mejor.
Glenn Close fue nominada al Oscar por su interpretación pero todo el elenco está maravilloso, perfecto. JoBeth Williams, William Hurt, Tom Berenger —que da vida a un actor famoso por una serie de televisión que parece parodiar la coetánea ‘Magnum P.I’ (1980-88)— Jeff Goldblum, Meg Tilly, Mary Kay Place, y cómo no, Kevin Kline, en su primera colaboración con un director con el que repetiría en más ocasiones, y con el que aquí se permite un guiño a ‘En busca del arca perdida’ (‘Raiders of the Lost Ark’, Steven Spielberg, 1981), cuando el personaje tararea el famoso tema de John Williams, en uno de los instantes-descanso del drama.
‘Reencuentro’ no carga las tintas, es emotiva, pero con contención, es vitalista, pero sin subrayados, y establece una muy interesante unión entre realidad y ficción, entre pasado y presente, entre los errores y la corrección de los mismos. Todo ello al son de canciones perfectamente elegidas que evocan otro tiempo, otra filosofía. The Rolling Stones, Aretha Franklin, The Beach Boys, Steve Miller Band, Credence Clearwater Revival, entre otros, son la única música que suena en la película, por la que su director empezó a ser entronado. En su siguiente trabajo, un western, Kasdan tiraría la casa por la ventana.
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