Algunos títulos de las películas dirigidas por Albert Pyun: Radioactive Dreams (1985); Alien from L.A. (1988); Nemesis (1992); Adrenalin: Fear of the Rush (1996); Postmortem (1998); Bulletface (2010). Uno diría que a Pyun no le ha tentado jamás la poesía, pero que la coherencia en su caso es visceral.
La trama es bastante sencilla. En el futuro, una plaga ha infestado a la humanidad. La humanidad apesta, claro. Una mujer-androide tiene la cura, formulada por un grupo de científicos. Un renegado (quién sino JCVD) la ayudará pues se dedica a guiar a la gente en tales escenarios, surtidos de pillaje y bandidos. Por el camino, conocerá a una hermosa superviviente llamada Nady (Deborah Richter), pero pronto descubrirán que la cura es también perseguida por un malvado, Fender Tremolo (Vincent Klyn). Ese malvado mató a su mujer que respondía al virginal nombre de Mary, también a sus pipiolos: Gibson era un hombre feliz, descubrimos, y por eso rechazará a la nueva chica en términos carnales.
Van Damme es un hombre que está solo con su violencia. Su cantar de gesta está lleno de ira y desesperación. No ayuda que Fender esté dispuesto a prolongar su monopolio explotador con la cura. No ayuda que vaya matando a todo inocente que se le acerque.
Van Damme tira p’alante.
El guión lo escribió Kitty Chalmers. En el futuro, Chalmers escribiría una versión de Julio Verne para el mismo Pyun (la aventura siempre debe continuar). Aquí tomó la decisión de nombrar a los personajes como instrumentos musicales. Gibson Rickenbacker es todo rasgueo eléctrico, como corresponde a un personaje de Van Damme. El villano, en cambio, es casi una sinfonía de ópera rock: Fender Tremolo. Como una guitarra y su complemento. Me sorprende el surtido de personajes de secundarios de esta película de Albert Pyun, pese a que sus devenires argumentales proporcionen una excelente variación de una estética post-apocalíptica forjada a partir de los precedentes de George Miller, John Carpenter y, ya influido por estos dos, James Cameron.
Sorprende la facilidad con la que Chalmers y Pyun pueden ejecutar a un personaje relativamente importante. Aunque los devenires argumentales no entrañan mayor complicación. Esta no es una historia importante más allá de una sensación de ira total: este hombre está solo, a mamporros con la vida. Los flashbacks acentúan la sensación de estar viendo un western más bien tradicional ambientado en un espacio derruido, pero Pyun ha venido a rodar la ira de un hombre, a que vivamos con él sus puños y sus hostias. El duelo final, en la lluvia, masca una tragedia, masca el grito y el poder de Fender, un brujo del futuro que grita atávico y bárbaro con un cuchillo, muestra su raíz pulp en toda su villanía. Van-Damme, sin embargo, aplicará el barniz de todo héroe, el barniz hercúleo, intensidad hecha músculo, sin más.
Van Damme – la contundencia de su apellido.
Pyun – unas set pieces que sorprenderían al espectador, que apela al placer culpable, que apela al es mala pero. Apela a la excusa.
Es Van Damme, solo, ante los villanos. Sus hostias. El montaje eficaz de Pyun con un presupuesto minúsculo: patadas, coches estrellados, rodaje inmediato, montaje apresurado, y a pesar de ello, toneladas de diversión. Los misterios de la serie B, ha escrito John Tones, son insondables. Que Pyun le eche huevos plagiando a Ford en un flashback me parece secundario: no hay héroe, no hay arquetipo, no hay sombra: solamente un aire que rompe Van Damme con sus puntapiés.
En 1990, Albert Pyun dirigiría Kickboxer 2. La original fue protagonizada por Jean-Claude Van Damme. En este mundo hay mucha gente, pero a veces se ponen de acuerdo. Me gusta pensar que Pyun honraba a Van-Damme, aunque la película fuera protagonizada por Sasha Mitchell y Peter Boyle y un entonces alejado de las Nolanadas padre David S. Goyer escribía el guión, sin la colaboración de los autores originales, el propio Van Damme y Mark Di Salle. La primera película de Albert Pyun se llamó The sword and the sworcerer (1982). La última, hasta el momento, Tales of An Ancient Empire (2010), una secuela de la primera.
Pedro José Tena, por otra parte, ha contado en qué consistió el “montaje del director” de la película. Pyun, decidido, mostró una obra de mayor alcance para sus seguidores.
La vida, y sus círculos.