Aunque el objetivo es que tengamos una relación sexual, no soy una prostituta. No tienes que pagarme por adelantado. No tengo nada en contra de las prostitutas, pero hay una diferencia. Hablaremos de eso más tarde”. Cheryl.
A veces me sorprende que la base para un guion cinematográfico pueda ser, no ya una novela o un relato, sino un artículo periodístico. Pero ocurre con ‘Argo’ (Ben Affleck, 2012) y ocurre con ‘Las sesiones’ (‘The Sessions’, Ben Lewin, 2012), donde el autor de las crónicas autobiográficas nos cuenta cómo perdió la virginidad, a los treinta y ocho años, con una terapeuta sexual.
‘Las sesiones’ es una de esas comedias que pueden aparentar no serlo en su planteamiento. Debido a la enfermedad que asola al protagonista y al carácter de historia basada en hechos reales, el drama parece ser lo que se corresponde sentir ante su contemplación. Disfruto mucho esas primeras risas que te arrancan este tipo de películas, ya que a muchos espectadores les cuesta dejarlas salir. Estás en la sala –de v. o., de cine de autor…– y los que te rodean guardan un respetuoso silencio durante el que se limitan a contemplar. La primera vez que te ríes, aunque no puedas ver sus caras, percibes reprobación. Nadie más se ha reído y seguro que han pensado que eres una inoportuna y una irrespetuosa.
Disfruto, como decía, cuando la película, con unos cuantos chistes más, confirma que se trata de una comedia y ya todos los demás se dejan llevar y se permiten a sí mismos reírse, pues ahora sí saben que corresponde. Y es que las comedias que introducen el humor en situaciones poco proclives tienen aún más mérito, si logran hacernos reír, pues han de romper esa barrera de silencio que se autoimponen los espectadores, pensando que es necesario comportarse de una manera determinada, en lugar de permitir que les arrastre lo que la película les hace sentir.
‘Las sesiones’ no solo la rompe, sino que desde ahí lleva a los presentes a desternillarse en carcajadas bien sonoras. La simpatía del personaje protagonista Mark O'Brien, encarnado por John Hawkes, en seguida se mete a todo el mundo en el bolsillo, los secundarios que lo rodean a un lado de la pantalla y a quienes le escuchamos desde el otro. Inexperto, pero nada mojigato, el periodista contagia su actitud ante la vida al tono del film, que encuentra en este su principal virtud.
Se suele comparar ‘Las sesiones’ con ‘Intocable’ (2011), pero esa comparación me parece tan injusta como la de ‘Blancanieves’ (Pablo Berger, 2012) con respecto a ‘The Artist’ (Michel Hazanavicius, 2011). Encuentro este film muy superior al de Olivier Nakache y Eric Toledano en todos los sentidos, pues si la mayor cualidad de aquella era un actor en estado de gracia, aquí los encontramos a todos.
Helen Hunt merecería el Oscar por esta tanto como por ‘Mejor imposible’ (‘As Good as it Gets’, James L. Brooks, 1997), con un personaje que también saca lo mejor de seres incompletos, con una variante carnal que hace de este caso una opción más moderna y valiente.
William H. Macy, en el papel de “cura enrollado” que solo podría encontrarse en la California de los años ochenta, está glorioso desde antes de abrir la boca. Moon Bloodgood abandona su look de tía buena para tal vez reencaminar su carrera con un personaje más interesante que, desde su absoluta discreción, aporta grandes momentos. Y así se podría seguir con la larga lista de secundarios que no por intervenir escasos segundos hacen peor su papel.
Ganadora en Sundance del premio especial del Jurado y del premio del público, ‘Las sesiones’ para mí entra sin ninguna duda entre las mejores películas que he visto en 2012, listado que por ahora resulta tan raquítico que no creo que me moleste en compartir a modo de post. La que nos ocupa se revela como un prodigio de tono, de interpretaciones y de originalidad en algunos aspectos –aunque el tema no sea nuevo—. Su carácter de indie no se antepone de manera molesta al resto de sus facetas, sino que las apoya desde una peculiaridad nada forzada.
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