Alain Resnais recibió el premio especial del jurado a su trayectoria en la edición de 2009 del Festival de Cannes. Allí presentó 'Las malas hierbas' ('Les herbes folles', 2009), por la que se esperaba que obtuviese otros galardones, como la Palma de Oro a la que optaba. Tampoco en los Cesar del 2010 obtuvo ninguno de los cuatro permios por los que competía: película, guion, fotografía y montaje. Todos estos años ha tardado en llegar a España este largometraje, basado en una novela de Christian Gailly, que por fin podrá verse a partir de esta tarde en pantallas grandes. La traducción del título, aunque correcta, pierde el sentido de locura que esa expresión tiene en francés (folles=locas) y que quizá se habría trasladado mejor si se hubiese optado por "salvajes", aunque "malas" sea lo más literal.
Resnais repite con su dúo de protagonistas habitual, los expresivos Sabine Azéma y André Dussollier, para volver a otra de sus constantes, el amour fou (de nuevo, aparece la locura y se ve que el título tiene más sentido en su idioma original). Además de loco, este amor es raro y el comportamiento de todos los habitantes del relato resulta sorprendente o incomprensible. La resolución con la que se cierra la cinta se percibe aún más extraña que todo lo visto hasta entonces. Y es que incluso ese final para Resnais no es más que una posibilidad, ya que un momento antes nos ha ofrecido una conclusión alternativa, sellada con el rótulo de "The End" sobre pantalla y la sintonía más hollywoodiense y característica, la de la Twentieth Century Fox, a todo volumen.
Este no es el único recurso juguetón que emplea el director, quien no tiene pudor –o miedo– en incluir efectos de apariencia tosca con deliberación, como los picture-in-picture en los que el protagonista imagina cosas, las corrige, recuerda otras; los ralentís o repeticiones… O la superposición y reiteración de diálogos… La voz en off pertenece a un narrador que no forma parte de la historia y que, aparentando dotar de sentido a la narración con sus explicaciones, acaba por apoyar la confusión. La fotografía contribuye asimismo a esa sensación de irrealidad, con blancos reventados y colores algo artificiales, que no llegan al extremo de los empleados en 'Asuntos privados en lugares públicos' (2006), pero se acercan. El voluntario feísmo del acercamiento estético o la teórica despreocupación provocan algunos destellos de tremenda lucidez que llegan a resultar extravagantemente bellos. Mark Snow, con sus composiciones igual de desconcertantes, nos lleva por esta senda de fascinación.
El protagonista, interpretado por un ensimismado y espléndido Dussollier, esconde un secreto que no llega a desvelarse nunca ante los espectadores. Sus suspicacias nos invitan a suponer que ha cometido alguna locura en el pasado. Este misterio aumenta la rareza de las decisiones que toma y de los pasos que da Georges Palet. Ya que no llega a descubrírsenos qué sucedió, deducimos que bien podría ser todo fruto de una paranoia. La protagonista, en principio más cuerda o normal, comienza a denotar síntomas del contagio de estas extrañezas o de que tenía en común con él sus rarezas. Más aún sorprende la reacción de la esposa de él, interpretada por Anne Consigny, o de la compañera de trabajo de ella, Emmanuelle Devos. Mathieu Amalric, como policía, tiene un papel cuyo proceder enigmático no se queda atrás. 'Las malas hierbas' no está exenta de humor, pero para llegar a las carcajadas habrá que haber penetrado en este mundo enajenado que nos ofrece el cineasta y reírse con lo que él se ha reído.
Conclusión
No habría que tratar de encontrar cordura o lógica en los hechos narrados, ni intentar percibirla como una narración clásica y comprensible, sino dejarse arrastrar por la locura sobre la que nos advierte el título original. Resnais ya nos había puesto a prueba con algunos experimentos que a mí en particular se me hicieron más cuesta arriba, como 'Smoking/Non Smoking' (1993) –no suscito las más conocidas suyas, como 'Hiroshima mon amour' (1959) o 'El año pasado en Marienbad' (1961), sino las más relacionadas con la presente–, con 'On connaît la chanson' (1997) o con su trabajo anterior, mencionado más arriba que, si bien no tuve problemas para contemplar hasta el final, me pareció menos capaz. 'Las malas hierbas' no ha de ser comprendida, sino sentida, absorbida… se puede disfrutar como la poesía, como el arrebato de locura que supone el amor. Vista así, es fascinante y bellísima. A pesar de su edad y de su extensísima trayectoria, Resnais demuestra que aún debemos tenerlo en cuenta, en especial cuando tengamos ganas de romper con la monotonía formal y de intenciones del resto de los títulos que nos ofrece la cartelera.