La sombra de 'El Señor de los Anillos' es alargada. Las sagas épicas funcionan, y en cuanto que algo tiene tirón y hay material para ello, las trilogías se hacen irremediables, para deleite de algunos y cansancio del resto. 'Las Crónicas de Narnia: el príncipe Caspian' es un claro ejemplo de que, mientras se hacen las películas del joven mago Harry Potter, hay más que quieren subirse al carro de hacer films "en serie", aportando un producto tras otro a cual más digerible y comercial, y luego sentarse tranquilamente a recaudar millones confiando en el espíritu juvenil de las películas en cuestión. Chris Weitz intentó eso mismo con la obra de Philip Pullman, sacando a la luz una de las peores películas (por el desaprovechamiento de su potencial) que vi el año pasado: 'La Brújula Dorada'.
Todos recordamos el estreno de 'Las Crónicas de Narnia: la bruja, el león y el armario', una aburrida y excesivamente pueril película muy enfocada en presentar el universo creado por el irlandés Clive Staples Lewis (1898-1963), no por casualidad amigo íntimo de J. R. R. Tolkien. Lo que más condicionaba (negativamente) a la predecesora de la película que nos ocupa, era la frialdad de su puesta en escena, sus raquíticas interpretaciones (a excepción de Tilda Swinton, siendo benévolo), y sus dos horas y veinte minutos que parecían no acabarse nunca.
'Las Crónicas de Narnia: el príncipe Caspian' vuelve a tener estas características por bandera. Es cierto que aburre bastante menos, porque va más a tiro hecho y abandona esa ambientación lírica que es un signo distintivo de las obras originales de Lewis. Esta película adquiere un tono épico que toma en el primer minuto, y no lo suelta hasta el final, con todo lo que eso conlleva. Es más entretenida que la anterior, pero acusa muchísimo una propuesta muy sistemática y una planicie preocupante en cuanto a desarrollo e interpretaciones. Todo lo que en la primera película era actitud contemplativa y pensada para abrumar al espectador con las labores de fotografía, maquillaje, vestuario, etc., aquí se da por hecho en favor de ofrecer espectacularidad con unas batallas que se intercalan torpemente con un drama inexistente.
Huelga decir que la película excluye totalmente a todo aquel que no haya visto la otra película de la saga, en el sentido de que sólo va a conocer a cuentagotas los aspectos básicos del mundo donde habitan los personajes, y es imposible saber de otra forma la historia del pueblo de Narnia o de los hermanos Pevensie. Andrew Adamson, en una dirección solvente aunque bastante pomposa en las batallas, combina algo que teóricamente resulta casi imposible: un drama infantil, con animales dialogando al más puro estilo Disney, con unas batallas más adultas, más próximas a 'Troya' o '300' que a las de un film destinado a todos los públicos. No es que las dosis de violencia sean excesivas, pero justifican una guerra que sólo puede verse como una cruzada, una sublevación que sólo se contempla por la maldad intrínseca del Miraz, el rey telmarino, líder de los que resisten. Además, es algo sospechoso que se acentúe un detalle que no es explícito en las obras: los telmarinos tienen todos un acento inglés como si procedieran de Italia, Portugal o España (bien conseguidos los acentos, por cierto).
Como en toda película épica de mira puramente comercial (porque ya he dicho 'Las Crónicas de Narnia: el príncipe Caspian' lo es), la música es una característica importante que fluye a lo largo de todo el metraje, y en este caso es de agradecer la laboriosidad de Harry Gregson-Williams, que en los últimos años está demostrando una regularidad sobresaliente. En cuanto a las actuaciones, como ya he comentado, hay poco bueno que subrayar, sobretodo porque la película rechaza la posibilidad de que los actores puedan gozar de primeros planos o de escenas donde darse a valer. Sin embargo, Sergio Castellito define un villano que aunque está cargado de tópicos, tiene mucho carisma. Ben Barnes, en el papel del príncipe Caspian, parece tener talento aunque aquí apenas pueda revelarlo, y se nota su intento. Como curiosidad, los españoles Alicia Borrachero y Sergio Andreu tienen papeles menores, aunque se dejan ver suficientemente para que nos percatemos de su presencia.
Lo que más molesta de este film es que, aun necesitando continuas escenas de acción sin el menor sentido narrativo, sea bastante lógico pedir la hora cuando la historia ronda su clímax, como si la película no terminara de arrancar a pesar de inyectar al espectador un sinfín de batallas, algunas con una intrascendencia improbable. Cualquier película de 'El Señor de los Anillos', durando más, se hace menos larga, y eso debería hacer reflexionar a los productores de 'Las Crónicas de Narnia' de cara a próximas entregas, ya que (atención) la saga literaria de las crónicas de Narnia consta de seis siete volúmenes. SPOILER Ojalá se hubiese insistido más en la ambigüedad sobre la existencia de Narnia. ¿Es otra dimensión? ¿O fruto de la imaginación de los cuatro hermanos, sumidos en una realidad adversa (la II Guerra Mundial), que necesitan pensar en un mundo paralelo donde son "alguien"? La película termina como suelen hacerlo las películas épicas, acabando 17 veces, y para colmo sin dejar abierta esta premisa. FIN SPOILER
A pesar de sus muy evidentes y numerosos defectos, 'Las Crónicas de Narnia: el príncipe Caspian' es una segunda parte que mejora a la primera, que tiene mucho más claras las bazas con las que cuenta, y es que un poco más consciente del excelente material de origen. Su excesiva duración es un lastre que refleja la falta de aportes nuevos en favor de unas batallas vistas con anterioridad, y su torpe narración, resta implicación por parte del espectador. No hace falta decir que, con todo, es una de las películas del verano, ya que ofrece al público infantil y juvenil justo lo que necesita: una experiencia de evasión abrumadora, una sesión de escapismo a un mundo irrelevante pero estimulante. Y que no requiere de esfuerzo mental, claro. Aviso importante: los padres que acompañen a sus hijos mirarán, en general, el reloj de forma desesperada.
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