'Lars y una chica de verdad', qué pedazo de freak

Para 'Lars y una chica de verdad' ('Lars and the real girl'), film que se estrena el 25 de abril, Craig Gillespie dirige a Ryan Gosling en el papel de Lars, un joven enormemente tímido y tan dulce que podría parecer retrasado, que vive en una pequeña localidad en casa de sus padres fallecidos. Allí se muda su hermano con su mujer embarazada, lo cual obliga a Lars a trasladarse al garaje. Todos los que rodean a Lars están preocupados porque si no hace vida social, imaginad las pocas ganas que pone en conseguir novia, incluso aunque una compañera de trabajo demuestre interés en él. Por eso, cuando llegue a casa con una chica que ha conocido a través de Internet, Bianca, todos se alegrarán mucho, hasta que descubran que ella no es de carne y hueso.

'Lars y una chica de verdad' es una película peculiar en el buen sentido porque, si bien en lo más profundo apela a sentimientos universales y eternos, lo que cuenta en su exterior es distinto a todo. Obviamente existe el referente de 'Tamaño natural', de Berlanga, pero los parecidos son sólo aparentes porque las personalidades de los hombres que conviven con estas muñecas y las funciones que ellas desempeñan en sus vidas son completamente diferentes. Basta con indicar que Lars respeta a su "novia" y, aunque ella está diseñada para eso, no quiere tener relaciones sexuales hasta el matrimonio. Lo de Michel Piccoli era una depravación, lo que sufre Ryan Gosling es un delirio.

Lars es un chico mucho más retraído de lo normal. Cualquier personaje tímido sería un charlatán al lado de este hombre. Lo suyo llega ya a ser patológico. Hasta llamarlo freak sería quedarse corta. Es un personaje muy interesante y fascinante, en el cual se puede ver la necesidad de que se produzca una evolución y al mismo tiempo la dificultad de que llegue a acontecer. Ryan Gosling está a la altura del papel que ha escrito Nancy Oliver, representando una serie de ticks y gestos absolutamente realistas y hasta graciosos, pero que no resultan histriónicos ni exagerados. El actor que representa a su hermano, Paul Schneider, en otro registro, también está sumamente cómico con las caras que pone y Emily Mortimer, la cuñada, da un punto de vista más humano y generoso –dentro de lo creíble y no empalagoso— para que el que su físico va perfectamente y su actuación es impecable.

'Lars y una chica de verdad' tiene componentes psicológicos muy interesantes. Casi siempre que se plantea un trastorno mental en una película, el acercamiento es insuficiente o insatisfactorio. Sin embargo, aquí se explora en toda su dimensión y se lleva al extremo. No es que Lars necesite una chica porque esté muy solo, que sería lo más evidente; sino que esta muñeca supone una proyección de su propia personalidad y le ayuda a abrirse y a expresarse con los demás. Bianca es una metáfora de cualquier elemento externo que sirva al protagonista para dar el paso que tiene que dar por sí mismo. Por eso digo que llega a un extremo: porque la historia se podría contar perfectamente sin muñeca, pero gracias a ella se profundiza mucho más en su problema.

En 'Tamaño natural', la chica de goma sustituía claramente a una mujer, además de ser, a diferencia de las de verdad, totalmente sumisa y callada, lo que servía de representación, llevada también al extremo, de la misoginia de algunos hombres. En 'Lars y una chica de verdad', Bianca es sólo una excusa para que él abra su mundo a los demás y cualquier otro objeto podría haber valido, aunque de forma mucho menos efectiva. Bianca no hace compañía a Lars, pero sí consigue que los demás del pueblo se la hagan y le obliga a él a soportar esa compañía que hasta entonces no aceptaba. La muñeca le sirve para conectar con sus paisanos y cuando ya ve que no le hace tanta falta como al principio es cuando empieza a cogerle manía. Porque, además, en un principio es la personalidad de Lars lo único que refleja, pero cuando son los demás quienes se dejan ver a través de ella y la muñeca ya no es sólo su extensión, el protagonista deja de aceptarla, lo cual demuestra que no necesitaba una compañera, sino trasladar su carácter a otro cuerpo.

El film comienza siendo divertidísimo y la comedia llega a su cenit en la escena en la que Lars presenta a Bianca a su familia. Muy poco a poco, los sentimientos humanos van apoderándose del film y las risas se van diluyendo, pero no es como esas comedias que no saben cómo unir una moralina con el humor, sino que en el tono de 'Lars y una chica de verdad' encajan ambos aspectos perfectamente. El tema peculiar de la muñeca hace que la emotividad se trate de una manera muy poco melodramática o aparatosa y, gracias a ello, consigue calar y transmitir muy bien los sentimientos.

Se podría decir por sacarle algún defecto que todas las personas del pueblo y de la familia de Lars son demasiado buenas y se comportan de manera mucho más comprensiva de lo real, pero podemos aceptarlo si nos tomamos la peculiaridad de Lars como la representación de cualquier otro elemento que pudiese haberle ayudado. Por otro lado, esos buenos sentimientos son los que hacen que algunos la hayan comparado con los films de Frank Capra.

El tratamiento estético es casi tan peculiar como el fondo de la película. La ciudad, siempre nevada y fría podría parecer del norte de Europa, lo que se me hace más curioso aún tras ver que los nombres de los personajes suenan daneses. La fotografía es lúgubre y nadie se comporta o viste de forma glamourosa. Pero la frialdad del ambiente se contrarresta con la representación de una comunidad muy unida y acogedora. Por ello, si por momentos 'Lars y una chica de verdad' puede parecer devastadora, en última instancia tiene un poso optimista.

Resumo diciendo que 'Lars y una chica de verdad' es mucho más de lo que aparenta y que debajo de la comedia y del friquismo, se esconde una fábula sobre los sentimientos muy emotiva y bien llevada.

Más información en Blogdecine sobre 'Lars y una chica de verdad' y Ryan Gosling.

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