Escrita y dirigida por Martin Zandvliet, ‘Land of Mine (Bajo la arena)’, merece atención, independientemente de su nominación al Oscar u otros premios. Aunque aparezca con el velo de ser otra película de ambientación bélica, inmediatamente después de la II Guerra Mundial, cuenta una historia poco común al tener como protagonistas a los prisioneros alemanes enviados a trabajar en las playas de Dinamarca para retirar (a mano) minas activas colocadas allí por su ejército.
Pero lejos de mostrar a soldados hechos y derechos, la historia sigue a un grupo de cadetes sin experiencia, unos niños, que tienen que pagar por los pecados de su país. En una situación miserable, con toda Dinamarca virtiendo bilis tras la ocupación. La unidad trabaja vigilada por un duro sargento danés, un más que notable Roland Møller, que supervisa los trabajos con mano de hierro, en unas tareas que plantean un destino de estancia en la playa hasta acabar el casi imposible trabajo o hasta su muerte.
Tensión insoportable
Un punto de partida que crea un microcosmos de odios, desorientación, desesperación, melancolía, resinación y finalmente, ciertas dinámicas entre los muchachos y su general que, pese a su predecibilidad, funcionan por la verosimilitud del gran trabajo de todos los actores. El guion equilibra su estructura de forma natural y una historia tan sencilla como unos chicos limpiando una playa de minas, consigue atraer la atención del primer al último minuto.
Además, su delimitación de personajes, ásperos, acostumbrados a las peores condiciones, deja aflorar sus pequeños anhelos y su progresión. El núcleo emocional se deja ver entre los escombros, y entre maniobras de evasión se deja llevar hacia sus escenas clave entre el sargento y algunos de los chavales, que hacen todo lo posible para mantenerse con vida en medio de horribles circunstancias. La mayoría no tienen idea de desactivar minas y deben aprender de forma cruel, lo que, con su ingenuidad, contrasta con la aridez de su entorno.
Como la mayoría de las películas que tratan sobre explosivos, ‘Land of Mine’ tiene bucles de tensión inenarrable a lo largo de todo su metraje. Piensa en ‘En tierra hostil’ (The Hurt Locker, 2008) y quítale ese aparatoso traje protector con un tipo experto dentro y cámbialo por unos chavales sin experiencia, buscando y desactivando minas con la ayuda de un palo y sus manos desnudas. Puedes imaginar lo que puede pasar. La película juega con ese suspense macabro y las certezas del público de que, en algún momento, alguna de esas minas estallará por alguna razón.
'Land of Mine', revanchismo subyacente
Pero, más allá de la historia particular y sus personajes, la obra de Zandvliet propone una vuelta de tuerca completa a lo que otras películas que humanizan a la facción nazi habrían intentado alguna vez. Como los daneses protagonistas, el espectador se ve confrontado a la empatía con soldados del Tercer Reich a los que se le ordenó hacer cosas indescriptibles. El sargento y todos sus superiores aplican el odio sin sutilidades, de forma casi comprensible.
En una toma de conciencia de su país y afrontando la vergüenza del pueblo Danés, el trato mostrado a los prisioneros es brutal e inhumano, pero como el militar, asamos los días con el pelotón y pronto queda a la vista que los soldados bajo su mando son poco más que preadolescentes aterrados. ‘Land of Mine’ , en última instancia es una película cruda. No se corta en mostrar los efectos de las minas y las consecuencias, con un ánimo de purga y reacción. La empatía con los alemanes es inevitable.
El conjunto es un relato adulto y sencillo de una historia poco conocida, sin sin precedentes en el género: una carta de disculpa oficial con los errores cometidos por Dinamarca, al empujar a los críos de trece años a limpiar minas terrestres de sus playas en condiciones infrahumanas. Un hermoso estudio sobre la naturaleza contradictoria del rencor y la importancia del perdón, la brutalidad de la guerra y su papel de culpable de las peores emociones humanas, ambientada en un claustrofóbico ecosistema de muerte oculta.
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