Una de las cosas que siempre he tenido claro antes de ver una película es que lo mejor es olvidarse de lo que haya hecho su director con anterioridad y disfrutar --o no-- de esa propuesta individual sin empeñarme en buscar ecos de su obra previa o continuismos de cualquier tipo. Si luego los hay es indudable que aporta una riqueza adicional al título en cuestión, pero soy un firme defensor de que nunca ha de ser algo determinante para valorarla y aún menos para desacreditarla por no encajar en la visión que uno pueda tener del cineasta en cuestión.
Lo que también tengo claro es que antes de ver una película puede desconcertarnos que el director en cuestión haya apostado por una cinta que aparentemente contradice por completo lo que ha venido defendiendo en sus últimos obras. Eso es lo que me sucedió con Ben Stiller, ya que me costaba entender el cambio de tercio tan radical que a priori suponía 'La vida secreta de Walter Mitty' ('The Secret Life of Walter Mitty', 2013) respecto a 'Zoolander' (2001) y 'Tropic Thunder' (2008) --dos de las mejores comedias de lo que llevamos de siglo--, pero al mismo tiempo sentía una enorme curiosidad por esta nueva adaptación del relato corto de James Thurber. Por desgracia, una vez vista sólo puedo calificar este canto a la vida de ser tan correcto como decepcionante.
Yo me lo guiso, yo me lo como
Ben Stiller es 'La vida secreta de Walter Mitty' y me creería totalmente si alguien me dijera que ha tenido libertad absoluta para hacer y deshacer a su antojo el libreto firmado por Steve Conrad. un guionista especializado en cintas que transmiten un mensaje eminentemente positivo respecto a la necesidad de encarar la vida de frente, ya sea de una forma más tradicional --'En busca de la felicidad' ('The Pursuit of Happiness', Gabriele Muccino, 2006)-- o echando mano de estimulantes rarezas --'El hombre del tiempo' ('The Weather Man', Gore Verbinski, 2005)--. Eso sí, al final siempre era el tono que quería imprimir el director en cuestión lo que realmente determinaba el nivel que podía alcanzar un guión bastante sencillo por no utilizar alguna palabra inevitablemente asociada a algo negativo.
Una vez aclarado esto --y también que sus parecidos con la adaptación anterior protagonizada por Danny Kaye no son dignos de ser destacados--, conviene señalar nuevamente que Ben Stiller es el principal responsable de todo lo bueno y lo malo de 'La vida secreta de Walter Mitty', pero dejémonos contagiar por el espíritu navideño y comencemos por lo positivo. Estamos ante una película muy potente visualmente, ya que no escatima en medios a la hora de intentar atraparnos en el juego entre realidad y ficción que domina el relato durante sus primeros 45 minutos y luego Stiller incide tanto en la belleza de las imágenes que van sucediéndose que uno incluso podría llegar a preguntarse si no ha ido un paso más allá y lo que estamos viendo no es más que una ensoñación de su protagonista.
El propio Stiller cumple con solvencia como Walter Mitty, protagonista indiscutible y único asidero que la película permite al público para que podamos identificarnos con alguno de sus personajes. A su alrededor surgen otros encaminados a matizar los diferentes estados emocionales, aunque no siempre con la misma fortuna, ya que se cae en un arquetipo demasiado molesto y superficial en el caso de Adam Scott, un actor que ha demostrado que puede dar mucho más de lo que nos ofrece aquí. No esperéis tampoco grandes aportaciones por parte de Kristen Wiig, Sean Penn o Shirley MacLaine, pero no porque estén incómodos o se dejen llevar, sino porque sus personajes no son más que estaciones de paso para el protagonista, algo que nunca se oculta, pero que no termina de funcionar tan bien como Stiller pretende.
Sin embargo, el gran problema que 'La vida secreta de Walter Mitty' no consigue trascender es el hecho de que lo realmente esencial del viaje vital de su protagonista ya se ha completado antes de que lleguemos a la hora de metraje, siendo lo sucesivo algo muy atractivo a la vista y bien llevadero, pero tan redundante que veo imposible que no provoque cierto agotamiento en el espectador. Es aquí donde entra la posibilidad de dar una doble lectura a lo que nos propone Stiller y agarrarse al clavo de que todo sea una fantasía hiperelaborada encaminada a exaltar la necesidad de cambio, pero también la de mantener la parte buena de lo tradicional --aquí también entrarían las extrañas concesiones al product placement que se hacen--. Por desgracia, no creo que haya nada que realmente asista a esta opción más allá de querer utilizarlo para justificar el cierto exceso de casualidades a los que se recurre para que la historia siga adelante.
En definitiva, 'La vida secreta de Walter Mitty' es un buen ejemplo de esas películas encaminadas a que el público se sienta mejor consigo mismo y quiera asimilar una moraleja tan evidente como explicada en otras muchas ocasiones. La cuestión es que todo tan atractivo visualmente y el reparto cumple tan bien --con la excepción ya mencionada de Adam Scott-- que uno casi está dispuesto a pasar por alto sus evidentes debilidades --exceso de metraje, periplo vital del protagonista alargado con locura, etc.--. Bien y mal al mismo tiempo, pero, afortunadamente, con más de lo primero.
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