'La vida secreta de las abejas', blando melodrama

'La vida secreta de las abejas', blando melodrama
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'La vida secreta de las abejas' nació del interés por parte de uno de sus productores, Lauren Shuler-Donner (esposa desde hace más de 20 años de Richard Donner, director de 'Supermán' entre otras), cuando ésta leyó el libro homónimo de Sue Monk Kidd, un best seller que habla sobre la pérdida de la inocencia, la búsqueda de la identidad dentro de la familia, y la tolerancia racial, quedando prendada del material. Shuler-Donner fue productora de bombazos taquilleros como toda la saga de los X-Men o 'Constantine' (de la que se prepara una segunda parte), aunque también lo fue de films que no funcionaron en taquilla, muy probablemente porque escapaban a los esquemas típicos que poseen todas las películas taquilleras. Tal es el caso de dos films, hoy injustamente olvidados, como 'Bullworth' (a mi juicio la mejor película dirigida por Warren Beatty) y 'La fuerza de la ilusión' (una pequeña delicia firmada por el director de 'Los goonies').

En 'La vida secreta de las abejas' había potencial para haber hecho de ella otro éxito comercial. Uno de esos melodramas que tanto suelen gustar; y aunque la película no ha tenido pérdidas, pues su coste de producción fue bajísimo (11 millones de dólares, recaudando 10 el fin de semana de su estreno en una sola pantalla. Sí, leerlo para creerlo), se ha quedado muy lejos de los típicos éxitos a los que Shuler-Donner está acostumbrada. Las razones pueden atribuirse a que la película no cuenta nada nuevo, haciéndolo sin el más mínimo interés por lo narrado, y cambiando incomprensiblemente de tono cada dos por tres.

No leer si no se ha visto la película.

'La vida secreta de las abejas' está ambientada en California del sur, cuando los derechos civiles en Estados Unidos revolucionaban el país. Una pequeña de 14 años, Lily Owens, marcha de su angustioso hogar (en el que su padre parece no comprenderle y ni siquiera quererle), con su cuidadora, una muchacha negra llamada Rosaleen. Ambas terminarán viviendo en la casa de las hermanas Boatwright, unas independientes apicultoras, cuyo pacífico mundo se verá un poco trastocado por la llegada de la pequeña Owens, que buscará en cada una de ellas a la madre que nunca tuvo a su lado.

No he leído la novela en la que se basa, por lo que desconozco cuanto material ha sido utilizado para el film. Lo que está claro, viendo la película, es que ésta tendría que haber sido dirigida y escrita por alguien que tuviera las ideas más claras, porque una de las cosas que se desprenden de sus imágenes es que Gina Prynce-Bythewood no ha sabido mantener un equilibrio entre los dos temas centrales del film. O tal vez la historia le ha quedado grande a alguien que parece más especializado en productos televisivos que cinematográficos. Prynce-Bythewood nos ofrece lo que podría haber sido un gran melodrama como si se tratase del enésimo telefilm visto a las cuatro de la tarde en cualquier canal privado. Su puesta en escena carece de toda personalidad, sin sacar el mínimo provecho del formato scope, el cual parece utilizado simplemente para dar a entender que no estamos ante un estrenos tv, opción a la que se agarran muchos directores indecisos sin estilo.

Del drama racial, que en cierta violenta escena metida a calzador parece ser el centro temático del film, pasamos sin motivo alguno, a la historia de una niña falta de cariño materno que descubre que el hogar no está precisamente donde vive. Dos temas distintos el uno del otro, mezclados con poca inspiración y ganas, no resultando convincente ninguno de los dos. El primero por saltárselo a la torera después de ser expuesto, y que hace que esperemos que en cualquier momento vuelvan a ello; y el segundo por poseer todos los tópicos habidos y por haber en este tipo de historias de búsqueda de la identidad. Todo ha sido narrado con la misma parsimonia en miles y miles de películas vistas con anterioridad. Prince-Bythewood podía haberse marcado el tanto de haberlo hecho con algo de originalidad para marcar la diferencia, pero ni eso.

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Sólo el extenso y conocido reparto parece ponerle ganas a la empresa. Dakota Fanning iba para actriz como la copa de un pino, y como otras estrellas de su edad, no se sabe muy bien qué hace con su carrera. De estar en primera línea de actualidad en films de Spielberg o Tony Scott, ha pasado a formar parte de ese tipo de actrices, o actores, que el público va olvidando poco a poco. Pero dejando esto a un lado, Fanning se entrega en esta película con la misma fuerza que en sus anteriores papeles, tomándoselo muy en serio, algo que se nota en pantalla. A ver si a esta actriz, en la edad en la que se encuentra, atravesando la adolescencia para convertirse en mujer, le caen papeles sabrosos y no termina haciendo comedias insulsas, porque en verdad merece mejor suerte de la que está teniendo.

A su lado, tres cantantes metidas a actrices. La veterana Queen Latifah, en uno de esos personajes que tanto le gustan interpretar, una mujer que parece saberlo todo y cuya serenidad es el soporte de todos cuantos le rodean. Jennifer Hudson (ganadora de un Oscar por 'Dreamgirls') demuestra una vez más que si no se gana la vida como cantante, lo hará como actriz, porque es simplemente extraordinaria. La rabia de su personaje por ser el centro de un injustificado racismo, es de las que se sienten en la piel, aunque su rol termine diluyéndose en un film con demasiados personajes femeninos. Alicia Keys es la que peor parada sale de las tres, tan sólo porque su personaje camina por derroteros mucho más predecibles, incluso no aporta demasiado a la historia (las rabietas con su novio, y su indecisión a casarse no interesan a nadie).

Y entre tanta mujer, un hombre, el padre de la pequeña Owens, con secretos sobre su pasado que influyen en su pequeña. Paul Bettany vuelve a hacer gala de su camaleonismo, dando vida a un personaje misterioso en cierta medida, y al que se llega a odiar, y al mismo tiempo comprender. Bettany refleja muy bien la impotencia que sufre su rol, incapaz de hacer que alguien le quiera. Es una pena que su papel se vea dañado por lo que se ven dañados los demás, que entran y salen del argumento del film, a diestro y siniestro, en momentos clave forzados y sin ningún tipo de progresión dramática.

'La vida secreta de las abejas' carece de todo interés. Su intento de gran melodrama termina en culebrón intrascendente que no deja huella. Es la típica película que, después de verla, se nos vienen a la cabeza un montón de nombres de directores que lo hubieran hecho mejor que Gina Prince-Bythewood, que lastra con su labor todo el potencial de la historia. ¿Por qué una productora tan experimentada como Shuler-Donner eligió a esta mujer para dirigir el film? ¿Quizá por tener un presupuesto pequeño cuya mayor parte se iría en el sueldo de un director más conocido?

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