No quiero tener que volver a vivir jamás una experiencia semejante.
Así define Joel Edgerton —intérprete que está empezando a pillar una muy merecida fama— su paso por el rodaje de ‘La venganza de Jane’ (‘Jane Got a Gun’, Gavin O`Connor, 2015). El intérprete australiano había firmado para ser el villano de la historia, luego se pasó al otro bando e incluso se sentó a escribir parte del guión en un muy problemático rodaje sobre el que ya se hacen eco mis compañeros Chus y Mikel en sus respectivos textos.
Sí, se puede entrever en las imágenes de la película resultante una película mayor, más grande, trascendental y puede que mucho más interesante. Pero hay que juzgar el resultado, haya llevado éste años de rodaje y problemas mil, o se haya hecho a lo Mario Bava o Clint Eastwood, auténticos maestros en utilizar menos días de rodaje de los previstos, lo cual siempre es un regalo para la productora. ‘La venganza de Jane’, con sus excelentes momentos, no pasa de western discreto, precipitado e incluso cobarde.
Como su título bien indica ‘La venganza de Jane’ es la historia de una venganza, sentimiento ligado al universo del género cinematográfico por excelencia, pero que aquí queda reducido la mínima expresión. Y aunque Natalie Portman, una de las impulsadoras del proyecto sea la protagonista, se pierde la oportunidad de haberla convertido en una de las grandes mujeres del oeste, por mucho que su referente sea la mismísima Raquel Welch en ‘Ana Caulder’ (‘Hannie Caulder’, Burt Kennedy, 1970).
(From here to the end, Spoilers) Aunque el personaje de Jane sea el personaje central de un drama de envergadura en el que se habla sobre el amor perdido, la traición o la redención, y ella parece tomar serias decisiones, su personaje pasa a un plano secundario cuando Joel Edgerton entra en escena y se apodera del film, el cual pasa de parecer tener un enfoque “femenino” a dejar claro que el enfoque es masculino. Afortunadamente los actores saben lo que hacen.
Los actores y la violencia, lo mejor
Así pues, los errores derivados de un montaje que viola sin piedad las elipsis, anulando tanto el ofrecer datos como el sugerirlos con sutileza, quedan en cierto modo compensados con la excelente labor del cuarteto protagonista. Natalie Portman, Joel Edgerton, Noah Emmerich y Ewan McGregor convierten sus personajes en reales, les dan los matices que el guion no posee. Son las interpretaciones lo que hacen interesantes los personajes, no su desarrollo e interacción en la historia.
Por otro lado ‘La venganza de Jane’ cae en subrayados innecesarios. El uso de los flashbacks —algunos de ellos meramente explicativos— sería bastante interesante si luego los personajes no repitiesen lo que ya hemos visto en los mismos. Con todo los hay bastante potentes, como el que reproduce un vital tiroteo en un burdel por parte del rol de Noah Emmerich, instante en el que la rabia de O’Connor, la que vimos en ‘Warrior’ (íd., 2011) —para el que suscribe, su mejor película, de lejos— hace acto de presencia.
Esa potencia convierte los instantes violentos de ‘La venganza de Jane’ en los mejores de la película, afectada sobre todo por los cambios de ritmo, un mal montaje y una pirueta final que le proporciona un final “feliz” a la historia, rompiendo la coherencia. Me refiero, cómo no, a ese pegote que permite a Jane recuperar algo que creía perdido, suavizando así un mundo que no tiene nada de suave. ¿Cobardía? ¿Concesión? Supongo que lo primero lleva a lo segundo.
Gavin O’Connor ha perdido así la oportunidad de sumarse a nombres como John Maclean, Tommy Lee Jones, Kristian Levring, S. Craig Zhaler o Quentin Tarantino, demostrando que el western todavía respira.
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