Llegar a la quinta temporada de una serie sobre la vida en una prisión de mujeres es todo un logro, o al menos, hacerlo de forma que no llegue a cansar y dar vueltas sobre sí misma. No vamos a negar que ‘OITNB’, en su tercera y cuarta temporada, no estaba ya al nivel de sus dos primeras entregas, pero aunque hubiera algún episodio más flojo que otro y el papel de su “protagonista” pasara a un segundo plano, el nivel de guiones y fantásticas interpretaciones se mantuvo.
Nada como un auténtico cambio de reglas como significó el clímax de la cuarta temporada: un motín en Litchfield. Lo que a priori es un escenario completamente diferente para la narrativa de la serie, pronto se amolda al estilo usual de historias paralelas, flashbacks y pequeños arcos personales para cada reclusa relevante. Algo que sigue explotando muy bien los guionistas es el equilibrio de protagonismo de varios personajes.
Descontrol y diversión
Y es que Piper ha pasado de ser el núcleo centrar sobre el que iban creciendo las demás historias hasta integrarse de verdad, como una interna más, pasando incluso a un segundo o tercer plano en estos trece episodios que, por primera vez, delimitan su arco principal de forma completamente cerrada. Es decir, tenemos un motín en la prisión y durante tres días asistimos a su florecimiento, desarrollo y resolución completa. O, casi completa. Claro que hay Cliffhanger.
Por tanto, la nueva situación sorprende y es refrescante pero se asimila relativamente pronto. No se puede negar que ver a todos los personajes de la serie en sus versiones más desmadradas es un caramelo demasiado apetecible como para oponer resistencia. El caos, la diversión, las pandillas, las estrategias paralelas de las diferentes facciones son una recompensa para que el que ha vivido con este grupo durante cinco años, pero por cada explosión de reacciones inesperadas también hay dosis de exasperación.
El hecho de plantear toda una temporada en un periodo de tiempo tan limitado, de apenas algunas horas, limita ciertos recursos narrativos de la acción y estos se compensan con algunas escenas de diálogos o sub-arcos de personajes que resultan tediosos, poco interesantes o fuera de tono con la tormenta sobre Litchfield. Pero hay que reconocer que, en ocasiones, los momentos más íntimos ayudan a encontrar la humanidad dentro de la espiral autodestructiva que se va diseminando.
La espiral hacia lo inevitable
Y es que el total es mayor que la suma de sus episodios. El juego con las esperanzas, expectativas, y destinos de cada una de las internas supone un macabro vaivén de anhelos y luchas por la búsqueda de un sueño. Todo está superditado a una sensación de irrealidad que toma la forma de pequeños logros hacia la libertad que sólo funcionan en el microcosmos de la prisión. En el fondo, cuando vemos los movimientos por las negociaciones y las protestas sabemos que no va a salir bien.
Si algo deja claro ‘OITNB’ desde el principio es que, aunque sea una comedia, a veces tan loca que parece irreal, tiene muy claras sus raíces en lo plausible y nunca olvida la realidad amarga que relata. Por ello, cuando vemos un pequeño periodo de creatividad y alegría en las vidas de personajes de existencia monótona y gris, viene acompañado de una mirada oscura, casi decadente, a la naturaleza humana bajo condiciones infrahumanas.
El hacinamiento carcelario y los abusos como consecuencia del lucro sin escrúpulos exponen la deshumanizanización de los reclusos a todos los niveles. Y esto explota con la rabia y la alegría cuando humillan a sus captores, en un inquietante reflejo de una cultura, muy actual, donde la ira domina el discurso. Añadimos la compasión hacia la locura como algo terrorífico y tenemos un conmovedor cóctel nihilista en el que sabemos cómo acabará todo. No está nada mal para la quinta temporada de una serie limitada por los muros de un mismo emplazamiento.
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