'La sombra del poder' está obteniendo unas excelentes recaudaciones en nuestro país. Russell Crowe y un argumento interesante son sus principales bazas de cara al gran público, hambriento de encontrar, en estos días, un film con una trama que le tenga pegado a la butaca hasta el final. Cuando salí del cine de ver la nueva película de Kevin Macdonald supe enseguida que el espectador quedaría encantado con 'La sombra del poder' (otro título tipical spanish, en este caso para 'State of Play', ¿no se cansarán nunca?).
'La sombra del poder' es la adaptación cinematográfica de la miniserie de la BBC 'State of Play', y que visto lo visto habrá que echarle un vistazo para comprobar si es tan buen como dicen. La película estuvo en la cartera de directores como Edward Zwick, y en cuanto a los actores, en principio la pareja protagonista debía ser Brad Pitt y Edward Norton. A Norton le sustituyó Ben Affleck (salimos perdiendo), y a Pitt Crowe (salimos ganando). Incluso el papel de Helen Mirren era para Bill Nighy, que hacía lo propio en la miniserie, pero en una acertada decisión se le cambió el sexo al personaje.
'La sombra del poder' da inicio cuando la ayudante de un prometedor congresista aparece muerta. A raíz de este suceso, ciertos secretos empiezan a airearse, lo cual no le viene nada bien al político, quien afortunadamente tiene como mejor amigo a uno de los mejores periodistas de la ciudad. Éste, con la ayuda de una novata, se encargará del caso, que es todo un notición. Poco a poco irán descubriendo las causas de la muerte, y una conspiración a nivel nacional, en la que hay en juego miles de millones de dólares. La lucha por la verdad ha comenzado.
'La sombra del poder' va en la línea de esos thrillers periodísticos tan de moda en la década de los 70, encabezados, cómo no, por una de las películas más recordadas de este subgénero, 'Todos los hombres del presidente' (sobre la que os dije que hablaría y no me olvido; el tiempo, que no tengo el suficiente), aunque sin la profundidad de aquélla. Lo cierto es que el film, en el que Kevin Macdonad demuestra saber qué es el ritmo en una película, se debate entre retratar la vida frenética del periodista, y parecer un efectivo thriller con malos no tan malos, y buenos no tan buenos. Sin profundizar en ninguna de las dos cosas, 'La sombra del poder' termina siendo un entretenidísimo film que ante todo busca que el espectador se evada del mundo real durante dos horas, cosa que consigue con creces. Y debería ser suficiente.
Macdonald, que me aburrió con 'El último rey de Escocia' (dejando a un lado la imponente interpretación de Forest Whitaker) filma con nervio, su cámara se enamora de lo narrado, y se nota que el material que tiene entre manos es muy aprovechable. El dinámico montaje de Justine Wright es el principal protagonista de la película, y en cierto modo recuerda al de 'El jurado' de Gary Fleder, película con la que 'La sombra del poder' guarda similitudes, sobre todo en lo concerniente el ritmo, sin duda uno de los aspectos más difíciles de conseguir en un film. Encontrar el ritmo adecuado a una determinada historia es hacer la mitad del trabajo, aunque esto suene a exageración.
La labor de los actores no se queda atrás, con una sola excepción: Ben Affleck. Lo de este tío es de juzgado de guardia. Su personaje pasa por varios estados de ánimo a lo largo de la película, y Affleck no es capaz de expresar ni lo más mínimo poniendo siempre la misma cara de palo en todas las secuencias. Da igual que tenga que sufrir por una muerte, o enfadarse o reírse, simplemente no transmite. Todo lo contrario que ese monstruo de la actuación llamado Russell Crowe, que hace que interpretar cualquier tipo de personaje parezca la cosa más fácil del mundo. Bien acompañado por Rachel McAdams, actriz que debería tener mejor suerte, y Helen Mirren, demostrando toda su veteranía. Hasta Jason Bateman, que suele un actor bastante mediocre, da aquí lo mejor de sí mismo dando vida a un despreciable relaciones públicas en una de las escenas clave de la película.
Sin embargo, no todo es bueno en 'La sombra del poder'. Además de la penosa interpretación de Ben Affleck (cada vez que pienso lo que hubiera sido capaz de hacer Edward Norton con este personaje...), y de la superficialidad que vierte sobre el periodismo de verdad (hasta para ello ningunean a los tan de moda blogs, metiéndolos injustamente a todos en el mismo saco, algo que no necesitaban hacer), los guionistas (entre los que se encuentra el ahora reputado Tony Gilroy) cometen el error de darle a la historia un giro final, a todas luces sorprendente, pero totalmente efectista y forzado. Con ello (se descubre la identidad del verdadero malo de todo el embrollo, la verdad al fin y al cabo que es lo que busca el buen periodismo) se tira por tierra uno de los puntos más interesantes de la trama, aquél en el que se denuncia el uso de mercenarios en las guerras en las que los USA meten sus narices, quedando todo ello diluido en pos de un mayor sensacionalismo cinematográfico.