‘La sombra del actor’ (‘The Humbling’, Barry Levinson, 2014) tiene muchos puntos en común con la oscarizada ‘Birdman’ (id, Alejandro González Iñárritu, 2014), aunque sin tanto artificio y filosofía barata. Su éxito será mucho menor porque, a pesar de cuestiones formales que chirrían por momentos, sus reflexiones son más profundas, y quizá más terribles que las planteadas en el film del mexicano. Además ofrece una de las más portentosas interpretaciones de Al Pacino.
Sorprende, no obstante, que un proyecto de estas manos recaiga en Barry Levinson, casi siempre asociado a otro tipo de películas, eso sí, con repartos, en algunas ocasiones, que quitan el hipo. El director fue convencido por el propio Pacino, encantado con el libro de Philip Roth –autor del que generalmente se hacen horrorosas adaptaciones−, juntando a Levinson con alguien como Buck Henry, guionista de films como ‘El graduado’ (‘The Graduate’, Mike Nichols, 1967) o ‘¿Qué me pasa, doctor?’ (What’s Up, Doc?’, Peter Bogdanovich, 1972).
El director que se alzó con un Oscar por la más que mediocre ‘Rain Man’ (id, 1988) firma aquí una de sus cintas más personales, alejándose por completo de sus productos hollywoodienses, en los que, y salvo excepciones, suele desenvolverse mucho mejor. Ahí están trabajos como las estimables ‘El secreto de la pirámide’ (‘Young Sherlock Holmes’, 1985) o ‘Sleepers’ (id, 1996). Dejando a un lado películas como ‘Liberty Heights’ (id, 1999), a mi juicio el mejor trabajo de su director, la capacidad para la puesta en escena solía quedar por debajo de las ambiciones, o el guion, de ese grupo de films, “más pequeños”.
Eso es exactamente lo que le ocurre a ‘La sombra del actor’; Levinson se estrella contra sus propias limitaciones al realizar una narración perezosa, llena de ideas pero fútil, sobre la decadencia de un actor de teatro preocupado por el mayor y más terrible mal al que se enfrenta un ser humano en el otoño de su vida: el olvido. Simon Axler ha sido un exitoso actor de teatro que ahora, ya entrado en años (67), debe lidiar con sus miedos, mientras decide retirarse de los escenarios, y vivir un romance con la hija de una de sus mejores amigas.
PACINO
El arranque de ‘La sombra del actor’, con el que ‘Birdman’ también puede emparejarse totalmente, es de los que enganchan, sobre todo por la acertada performance ante un espejo de Pacino, actor que a estas alturas está de vuelta de todo y que, sin duda, entiende perfectamente a su personaje como pocos. Levinson incluso se muestra inspirado en esos instantes, realizando juegos con la cámara y el montaje. El espejo es el reflejo de un actor y lo que fue, temeroso de no volver a ser, en una época en la que mientras recita a Shakespeare debe soportar cómo el espectador mira su móvil, uno de los males más extendidos entre el público de hoy día.
Pero pronto empieza a perder el norte con su temblorosa cámara, y a pesar de lo interesante de la propuesta haciendo juegos con el tiempo, en los que se mezclan pasado, presente, futuro, ficción y realidad, alarga en demasía muchos de los instantes sin llegar a ningún lado. Ni siquiera los toques de humor, imagino que escritos por Henry, alcanzan dimensión alguna por muy atractivos que resulten, caso de la mujer que persigue al protagonista para que asesine a su marido.
Donde gana completamente ‘La sombra del actor’ –otro de esos títulos estúpidos que se ponen aquí a las películas, muy diferente al original, que significa algo así como “aleccionador”− es en la interpretación de Al Pacino, actor que para mí siempre ha sido mejor con el paso del tiempo. Controlando cada uno de los “excesos” de su ROL, sin rozar siquiera el histrionismo, adaptándose como un verdadero maestro a los cambios de ritmo de su atormentado personaje. Pacino es la película por encima de cualquier otro elemento de la misma. Sólo por su interpretación vale la pena.
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