“Alice, le vi. Quizá esté loca, pero creo que es así. Si un subidón de adrenalina es lo que necesito para verle, eso es lo que buscaré”.
Bella Swan
Un año después de ‘Crepúsculo’, nos ha llegado ya la segunda parte de la saga, ‘Luna nueva’. Cuando se estrenó la primera, muchos nos sorprendimos de que un producto realizado de forma tan mediocre arrasara en taquilla, provocando el entusiasmo de una gran legión de fans, originada a partir de la exitosa serie de novelas escritas por Stephenie Meyer (algo así como Dan Brown para las adolescentes). La película que adaptó el primer libro fue dirigida por Catherine Hardwicke y logró 70 millones de dólares en su primer fin de semana en Estados Unidos; en apenas dos días ya había recaudado el doble de lo que había costado hacerla. La continuación estaba en camino, y la tercera se empezaría a rodar antes de que la segunda llegara a los cines. Operación relámpago.
Desde el éxito de ‘Crepúsculo’, sus protagonistas han estado en todas partes, en las portadas de las revistas más populares, los programas de televisión más vistos, e incluso se les ha promocionado en los telediarios. Todos los medios querían empaparse del fenómeno (incluso nosotros, para qué negarlo). Todos esperábamos que ‘Luna nueva’ repitiera las cifras de su predecesora, pero de nuevo se superaron las expectativas. La segunda parte ha amasado en pocos días 275 millones de dólares en todo el mundo; costó 50. Un éxito económico verdaderamente impresionante. Pero es lo único positivo de lo que pueden hablar sus responsables. Han conseguido que se hable tanto de su película que se están haciendo de oro, pero, ¿qué han ofrecido, que tapa el envoltorio que ha arrasado en taquilla? En pocas palabras, un producto aún peor que el anterior, una película lamentable.
‘La saga Crepúsculo: Luna nueva’ comienza con un sueño de Bella (Kristen Stewart) en el que ve a su abuela. Están en el bosque y su amado Edward (Robert Pattinson) aparece para situarse a su lado. Pronto, la chica comprende que no está viendo a su abuela, sino su propia imagen, siendo una anciana, mientras que Edward, al ser un vampiro, permanecerá siempre joven… La chica se despierta de la pesadilla, y es el día de su cumpleaños (18 años, un poco pronto para empezar a considerarse vieja). En el instituto vuelve a encontrarse con sus amigos (a los que deja de lado enseguida) y con su querido Edward (que aparece caminando a cámara lenta, como mandan los cánones del peor cine actual), que no le regala nada por expreso deseo de Bella. Luego ella le pedirá un beso, cuando sea un momento más dramático y las fans puedan justificar eso raro que hacen que llaman “llorar”.
Quien sí le trae un regalo es el ahora melenudo Jacob (Taylor Lautner), que durante el verano ha estado zampando como un cerdo y haciendo pesas con un vídeo de entrenamiento de Arnold Schwarzenegger. ¡Vaya bíceps!, exclama Bella al verle. ¿Es que llevas gafas de rayos X?, piensa Jacob, ya que lleva puesta una camiseta y es imposible que note sus progresos. Todavía estamos al principio de la película y no está lloviendo (los músculos lucen más si están mojados), pero Bella y el público tendrán tiempo, mucho tiempo, para comprobar lo mucho que ha ido al gimnasio este chico. Sin ninguna razón argumental, Lautner se lleva media película sin camiseta. El chaval tiene 17 años y ya lo están usando como un “sex symbol”. ¿No les da vergüenza? Mirad a todas esas niñas descontroladas babeando. Eso es lo que les importa. En la película queda bien claro. Sentarse en tu butaca y verte rodeado por este tipo de público al que le “encanta” el cine… eso sí que es una pesadilla.
Me decía el sensato Colin Firth en la entrevista que mantuvimos, que tan fundamental es un buen guión como un buen director, porque un mal guión no da una buena película, pero un mal director puede estropear la mejor de las historias. En ‘Luna nueva’ no hay ni lo uno ni lo otro, ni un buen guión ni un buen director, y ahí está el resultado, empeorado además porque tampoco hay buenas interpretaciones, con lo cual el despropósito es aún mayor. No digo que los actores sean malos (ahí está Michael Sheen, por ejemplo, un buen actor haciendo el ridículo), algunos son todavía muy jóvenes, es pronto para decir si tienen talento o no, y sus papeles tampoco dan para mucho más, pero lo importante es lo hay en la pantalla. Lo que hacen es posar ante la cámara, intentando resultar atractivos en todo momento, sin importar lo que estén diciendo o lo que pase en la escena. Eso no es actuar.
El reparto da pena, más que nada porque esto parece más un desfile de moda que una película, lo del director, Chris Weitz, sí que debería ser delito. Casi consigue que echemos de menos a Hardwicke, que hizo un pésimo trabajo con la primera parte. En realidad, las dos películas parecen dirigidas por la misma persona, lo cual dice muy poco de estos dos realizadores, meras marionetas, incapaces de aportar algo a un encargo tan sencillo como éste. La historia de ‘Crepúsculo’ resultaba tremendamente aburrida porque tardaba demasiado en arrancar, y luego giraba demasiado en torno al inverosímil romance entre Bella y Edward (los que creáis que sí es verosímil tenéis una tarea pendiente: ver ‘Drácula’ de Coppola); en ‘Luna nueva’ pasan más cosas, por lo que debería ser más entretenida, pero lo que consigue es desesperar, no sólo por la idiotez de los personajes (Bella encuentra la plaza de una ciudad donde nunca ha estado a la velocidad del rayo) o los diálogos (lo del “subidón de adrenalina” me encanta), también porque Weitz se intenta lucir en momentos concretos con disparatados juegos visuales, impropios de un realizador con un mínimo de criterio.
Pero si hay algo que nos dice que la película está firmada por Chris Weitz, es por lo rápido que se conforma este tipo con la calidad de los efectos especiales. Lo vimos en ‘La brújula dorada’, donde lo único impactante era la secuencia de los osos luchando, pero todo lo demás cantaba demasiado (y sin embargo le quitó el Oscar en esa categoría a ‘Transformers’, para que luego digan que no hay trampa en estos premios). Las creaciones digitales de ‘Luna nueva’ dan risa, directamente. Esos lobos enormes son pegotes mal integrados que nunca se mueven de forma realista. Es lo de menos, por supuesto. La historia ridícula, los personajes bobos y la pésima realización es lo que importa aquí, lo que hay que destacar. Que sí, que está generando un pastón y con la tercera se van a seguir forrando, que “los protas stan wenisimosss”, que las crepusculocas no son sólo niñatas pijas o reprimidas, que… Vale, no hay nada malo en ir a verla, yo mismo pasé por taquilla de la mano de “mon amour” y seguimos vivos (es más, nos reímos bastante en el cine, lo cual se agradece). Pero llamemos a cada cosa por su nombre. Defender esta memez es insultar al cine.
PD: Por increíble que parezca, Javier Aguirresarobe y Alexandre Desplat también han participado en esta cosa. Al menos pueden presumir de no tener que aparecer ante la cámara como Michael Sheen, ese Frost vampírico.